Coti: "En España ya era un artista reconocido y era inmigrante ilegal"

Coti llega al Auditorio de Ourense con su gira Cercanías y confidencias, un espectáculo íntimo en el que autor desvela las historias que hay detrás de temas como Color esperanza

Coti. JAVIER LIZÓN (EFE)
photo_camera Coti. JAVIER LIZÓN (EFE)

ALIMENTAR DOS BOCAS requiere componer 300 canciones, por lo menos. Cuando Coti fue papá de gemelos tuvo que escribir letras, dirigir coros y hacer arreglos para sinagogas. De su fructífera caligrafía salieron temas como Color esperanza o Nada de esto fue un error. Este sábado en el Auditorio de Ourense, a las 20.00 horas, contará todas las trapecias que hizo para vivir de la música y para conservar su mayor virtud: la ilusión.

¿Qué pasó en 1995?

Nacieron mis hijos, Iván y Maia, y me hice mayor con 20 años.

Y empezó a componer.

Venía componiendo desde los 11 años pero como un juego. A partir de ahí empecé a hacerlo como un oficio, como una persona que tiene que ganar el pan para sí mismo y para sus hijos.

También hacía arreglos musicales en sinagogas.

¡Y muchas cosas más! Daba clases particulares, tocaba en orquestas, en el metro, hacía arreglos, dirigía el coro de la Alianza Francesa... Todo lo que me ofrecían para poder vivir de lo único que sabía hacer. Era una misión que había asumido desde chico: ser músico.

En los cuatro años siguientes al nacimiento de sus hijos compuso 300 canciones y produjo 20 discos.

Me empezaron a pedir canciones, hice música para cine, estaba preparando mi disco... Fueron cinco años híper productivos. Si no hubiesen nacido mis niños no los hubiese tomado de esa manera. Los hijos vienen con un pan debajo del brazo... [Ríe].

¿La composición es finita?

Más allá de los géneros, la canción como expresión es infinita. Siempre hay cosas para decir o diferentes modos para contar lo mismo. La música popular y la cultura ronda siempre los cinco o seis temas fundamentales filosóficamente: nacimiento, muerte, amor, relaciones... La obsesión gira en esos parámetros.

Se obsesionó con la música desde muy pequeño.

Mi madre es pianista de música clásica. Mi padre es médico y siempre tuvo una discoteca brutal, fue un melómano consumiendo música. Me nutrió de chiquito, yo buscaba entre su material y descubrí el jazz, a Serrat, a Silvio Rodríguez...

Usted cocina la canción como si fuese un plato de cocina, con cariño y entrega en los ingredientes, ¿no es duro dárselo luego a otra persona?

No, poque cuando empiezo a escribir no sé si se va a quemar, si le van a faltar ingredientes, si no me va a gustar y lo voy a tirar a la basura. La mayoría de veces pasa eso, que lo tiro. Pero yo no me siento compositor de oficio, lo fui en aquellos años por una cuestión de necesidad.

¿Su disco Lo dije por boca de otros nace de la necesidad de hacer propias sus composiciones?

Fue un disco que me reconcilió con una parte de mi creatividad, de canciones que sentía lejanas. Las traje a mi casa, a mi manera de hacerlo.

Su último disco, Coti Sorokin y los brillantes en el Teatro Colón es una mezcla entre esos temas y los que ya presentó usted.

Es un resumen de 20 años con un concepto muy claro, en el Teatro Colón, con orquesta y arreglos que suenan a esa majestuosidad del lugar. Estoy cansado de hablar de facetas, yo soy una persona que se expresa a través de la música.

Y que llegó a España de casualidad, porque se iba a ir a EE.UU. en un vuelo que se canceló porque era el 12 de septiembre de 2001.

No creo en las casualidades. Yo ya conocía Estados Unidos y no me sentía viviendo allí. Me iba a reunir con un productor que, al cancelarse el vuelo, me convocó más tarde en Madrid. Cuando llegué aquí, sí encontré un lugar en el que vivir.

Y lo hizo como inmigrante ilegal durante cuatro años.

Son las contradicciones de las fronteras, no van de acuerdo a las necesidades humanas. Siendo un artista hiperreconocido y teniendo una empresa que daba mucho trabajo, yo y mi mujer éramos dos inmigrantes ilegales.

¿Fue duro?

¡Muchísimo! No dejas de ser un ciudadano de segunda, cada vez que me iba de gira a América no sabía si iba poder volver a entrar. Vivía en la precariedad de no saber cuándo le tendría que decir a mi familia que se tenían que venir a Buenos Aires porque no podía entrar en el control de migraciones. Y siendo nieto de emigrantes, como todo el mundo en Argentina, habiendo acogido a tanta gente con hambre en las guerras, resulta un poco injusto vivir eso. No solo yo, miles de personas.

Dice que tener una familia fue lo que le hizo tener los pies siempre en la tierra.

Hasta en los momentos de mayor estrellato, yo volvía a mi casa y vivía la realidad de una familia, de compartir el trabajo de criar los niños. Eso te cuida de que no se te vaya la olla.

¿Cercanías y confidencias es su gira más íntima?

Es una gira de teatros muy especial, me permite contar estas experiencias que tienen que ver con las canciones, pero no por una cuestión ególatra de hablar de mí. Voy con violonchelo, viola y violín, rememorando los arreglos que hay en el concierto del teatro Colón.

Cuenta cosas como que su hija pequeña no sabía que usted compuso Color esperanza.

Ya era un artista conocido pero todavía no había sacado a relucir muchos títulos que había escrito para otros. Creo que fue una buena estrategia mantenerlo oculto [Ríe]. A mi hija menor, que tenía 3 años, le enseñaron la canción en el colegio y se sorprendió mucho. Me dijo: "¿Cómo vas a ser tú el que escribió esta canción si a mí me la enseñaron en el cole?". Le parecía algo marciano.

En Profundidad habla del diccionario de la vida...

Es muy cada tantos que tenemos ese diccionario a mano para ver el significado de las cosas que nos ocurren. Es parte del milagro de la vida. Si uno naciera con experiencia no sería necesario vivir.

¿En qué momento de su diccionario se encuentra?

Me siento en un gran momento, productivo y creativo. Después de tantos años de músico, la productividad se potencia mucho. Sé tomar decisiones de manera más sencilla, discernir lo que vale o no vale para mí. La etapa de perder energía en la siluetas del camino se quedó atrás.

¿Qué palabra define este diccionario?

La palabra es ilusión. El esfuerzo es muy importante, pero también la magia y el espíritu. Uno tiene que sentir que es invencible y actuar en ese sentido.

Invencible y frágil a la vez.

El artista es frágil y contradictorio. Uno nunca empieza una canción sabiendo que la va a terminar, es una contradicción en sí misma. La ilusión está en desafiar el papel en blanco y que la canción se transforme en realidad.

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