Las aguas de Caldas, en París

EXPOSICIÓN UNIVERSAL DE 1867 ▶ El caldense Manuel Rey y Perfume es el autor de una memoria sobre las aguas minero medicinales impresa en la Tipografía de José Rodríguez Ruibal, de Compostela, que se conserva en la Biblioteca de la Universidade, y fue enviada por la provincia de Pontevedra a la muestra celebrada en la capital de Francia.
Imagen de las instalaciones del Balneario Dávila. RAFA ESTÉVEZ
photo_camera Imagen de las instalaciones del Balneario Dávila. RAFA ESTÉVEZ

Manuel Rey y Perfume, nacido en Caldas en 1813, se encargó de la dirección interina de las aguas medicinales en esta localidad. Sucedió en el puesto a Manuel Jacobo Fernández Mariño, en 1846, cuando éste tuvo que dedicarse con exclusividad a su Cátedra de Medicina en Santiago.

En 15 de diciembre de 1866 firmó una memoria sobre las aguas minero-medicinales, remitida por la provincia a la Exposición Universal de París de 1867. Fue impresa ese mismo año en la tipografía de José Rodríguez Rubial, de Santiago. El ejemplar objeto de atención se conserva en la Biblioteca de la Universidad de Compostela.

Para el conocimiento de las termas, consideraba que no es suficiente con el conocimiento extrínseco e intrínseco del suelo del lugar donde nacen, no basta con saber las propiedades físicas y químicas de las aguas, las condiciones del establecimiento balneario, el modo de usarlas los enfermos y los resultados.

DESCRIPCIÓN. Hace una descripción física de Caldas, narra brevemente su historia, reseña las ocupaciones y costumbres de sus pobladores, describe las iglesias, sus puentes, la torre en que nació Alfonso VII, las fuentes, y las instalaciones de las dos casas de baños; habla de la industria, la agricultura y ganadería.

Se refiere al comercio, a la plaza de abastos, a la policía de las calles, al alumbrado, el arbolado público, y los vigilantes nocturnos. Expone el movimiento de población, la estadística criminal, la hidrografía, la meteorología, la orografía, la fauna y la flora.

Enumera las enfermedades propias del municipio: la pelagra, la tiña, la sarna, la viruela, el reumatismo y la fiebre tifoidea.

Los baños o bañadores generales son dos, uno para hombres y otro para mujeres, ambos son de granito. En uno pueden bañarse cómodamente a la vez 8 personas. El otro tiene capacidad para 20.

Hay otro departamento de baños comunes, el baño viejo, que lo forma un pilón dividido en tres partes para que puedan tomar el baño con independencia los afectados de enfermedades especiales.

BAÑADORES. Los bañadores particulares son cuatro, y están colocados en cuartos independientes con todo lo más necesario a la comodidad del bañista, son de granito revestidos de azulejos. Pueden tomar baños 154 personas en las 12 horas del día que está abierto al servicio público. Hay además una pequeña fuente construida a la entrada de la casa y cerrada por un enverjado, cuya agua se usa en bebida y para lavar los ojos.

El manantial que nace a la derecha del río es el que pertenece a la casa de Dávila. Es un grande y buen edificio formado de dos pisos; en el bajo están los departamentos balnearios generales y particulares. Los primeros son cuatro, dos mayores que los otros, son de granito y de forma casi cuadrada.

La capacidad de los mayores es de diez personas cada uno y la de los menores de cuatro.

Los particulares son seis, bastante cómodos para tomar a gusto el baño una sola persona, son también de granito pero cubiertos de azulejos.

Los cuartos que les corresponden son grandes y tiene lo más necesario a la comodidad del bañista.

Contiguo al establecimiento está el manantial, cubierto por una arqueta de granito. De ella parten tres caños. Uno surte la piscina pública próxima, que tiene forma irregularmente cuadrada.

Su fondo está casi siempre lleno de arenas, piedras e inmundicias, porque los vecinos lavan en ella toneles, ropa, utensilios de casa, etc., no obstante la prohibición impuesta.

El otro caño vierte el agua en un gran depósito interior al aire libre, para su enfriamiento previo, y poder así servir a la conveniente graduación de la temperatura balnearia; y el tercero lleva directamente el agua a los bañadores con todo su calor intrínseco.

RENOVACIÓN. La abundancia es tan grande que permite renovar cada hora, o cada media, todos los bañadores, pudiéndose dar baños sin interrupción desde la aurora a la puesta de sol.

Tanto las de Acuña como las de Dávila son incoloras y diáfanas. Es inodora la de la fuente exterior de Acuña; con ligero olor a huevos podridos la interior de esta casa y la de Dávila, aunque más perceptible en la primera, y de un sabor un poco desagradable.

Su peso específico es algo mayor que el agua destilada, y su temperatura bastante superior a la ordinaria, pero no igual en todas las fuentes; es constante en todas las estaciones y tiempos.

El aldeano, el soldado, el pobre desvalido y la clase media que forman las dos terceras partes de la concurrencia balnearia no suelen cambiar sus hábitos por unos más higiénicos y resulta que el mayor número de curaciones relativas recae en ellos.

Los enfermos de la clase pudiente y aristocrática cambian más radicalmente sus hábitos en el sentido expresado y los resultados no se corresponden con ello.

A las termas de Caldas concurren más mujeres que hombres y se tratan más enfermedades propias de mujeres que comunes a ambos.

Entre las comunes, las más numerosas se refieren a las del sistema nervioso, de la piel, del sistema muscular y fibroso, de las membranas mucosas y de las vísceras, predominando las primeramente citadas, las neurosis y dermatosis.

RESULTADOS. El resultado que con el tratamiento se obtiene es bastante satisfactorio, tanto en las enfermedades propias de las mujeres como en las comunes a ambos sexos.

Las aguas pueden prescribirse en bebida, en baños, inspiraciones vaporosas y pulverizadas. Una parte no escasa de los enfermos que concurren a estas termas se limitan a su uso como bebida, mezclada con la leche de burra en proporción de una parte de ésta y dos de agua. En cuanto a los baños, se ordena que sean breves (de 15 a 30 minutos).

Concluye D. Manuel que el Dávila y el Acuña están lejos de hallarse a la altura que demandan hoy los progresos de este ramo de la salud pública, no obstante pueden contarse entre los mejores de Galicia, siendo de esperar que recobren la celebridad y renombre que alcanzaron entre los romanos y en los tiempos medios.

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