El enigma de los gorros frigios

Cinco siglos antes de que Rigoberta Bandini entonase su himno a la libertad republicana, pintada por Delacroix con un gorro frigio, un artista lo esculpió en la iglesia de San Clemente, en Caldas
Mediorrelieve sin catalogar en la iglesia de San Clemente, en Caldas. RAFA FARIÑA
photo_camera Mediorrelieve sin catalogar en la iglesia de San Clemente, en Caldas. RAFA FARIÑA

Cinco siglos antes de que Rigoberta Bandini entonase su himno a la libertad republicana, pintada por Delacroix con un gorro frigio, un artista desconocido esculpió esa misma capucha sobre las cabezas de dos arqueros que disparan sus flechas contra San Sebastián.

Así nos los muestra un mediorrelieve sin catalogar, incrustado en un lateral de la iglesia rural de San Clemente, concello de Caldas de Reis.

A la hora de elegirlo como símbolo, tanto los revolucionarios franceses como los independentistas norteamericanos de los siglos XVIII y XIX confundieron el gorro de Frigia —parte de la antigua Turquía— con el llamado gorro píleo, que identificaba al esclavo liberado por su dueño, en la época romana.

Equivocación llamativa, porque su apariencia es diferente: mientras este último posee forma cónica, aquél se asemeja a una montera o a una barretina catalana.

En todo caso, ¿cómo es posible que el mismo atuendo que porta sobre su cabeza la Marianne republicana de Delacroix hubiese sido escogido por otro artista, tres siglos antes, para coronar las sienes pétreas de los verdugos de San Sebastián?.

El estudio del catedrático Fernando Gutiérrez Baños sobre un fresco existente en el convento salmantino de Santa Clara, que también muestra a los sayones de San Sebastián con esa pieza de tela sobre sus cabezas, nos aporta una pista. Según este docente de la Universidad de Valladolid, el famoso gorro frigio habría servido para identificar a los judíos en la iconografía medieval castellana.

Indicios

Pendientes de la datación definitiva del mediorrelieve caldense, los indicios existentes apuntan que tanto éste como el mural castellano se circunscriben a una misma época: el tiempo en que los hebreos fueron expulsados de Castilla y Aragón por los Reyes Católicos, en virtud del Edicto de Granada de 1492.

Si nos atenemos al martirologio, San Sebastián había sido un guardia pretoriano, lapidado por orden de Diocleciano en el siglo III D.C., tras sobrevivir a la conocida lluvia de flechas por divulgar el credo de Cristo.

El emperador romano que purgó a los seguidores de Jesús adoraba a los dioses del Panteón de Roma, por lo que difícilmente habría elegido como torturadores de San Sebastián a dos judíos, dada su condición monoteísta.

Pero el sambenito que persigue históricamente a los hebreos debió imponer su ley a la hora de representar a los verdugos de San Sebastián, al iniciarse la Edad Moderna.

Un presunto episodio de antisemitismo que tres expertos en arte medieval ya interesados en el mediorrelieve de Caldas de Reis nos podrán aclarar.

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