"Gardar as emocións non é bo"

Trece mujeres de Moraña quieren aprovechar los vínculos creados a raíz de haber participado en el programa Acciona o rural, de la Deputación, para poner en marcha un grupo de teatro

Las protagonistas de la "performance" son trece, de edades comprendidas entre 40 y 80 años. DP
photo_camera Las protagonistas de la "performance" son trece, de edades comprendidas entre 40 y 80 años. DP

Rogelia Gago, Luisa Treviño, Lucía Silva, Teresa Touceda, María Pérez, Pilar Brea, María Tizado, Belén Giménez, Amparo Solla, Katy Varela, Ángeles Fariña, Teresa Souto y Luisa Devesa viven en Moraña, pero que su domicilio sea un municipio con poco más de 4.000 vecinos no equivale a que se conociesen entre sí ni que se hubiesen establecido entre ellas los vínculos que caracterizaban la convivencia en los pueblos hace algunas décadas.

Complicidad

Ahora hablan con la complicidad derivada de haber compartido una experiencia colectiva en la que expresaron públicamente sus sentimientos a través del lenguaje corporal. Dejaron de ser unas desconocidas y quieren aprovechar el impulso para internarse por los caminos de la representación y poner en marcha un grupo de teatro, aunque sólo una de ellas cuente con experiencia, Rogelia Gago.

Todo comenzó cuando la Deputación eligió Moraña como uno de los escenarios del programa Acciona o rural, destinado a proyectar el valor de las mujeres más allá de las actividades diarias que realizan en este ámbito. En el pabellón municipal se presentaron trece, de edades comprendidas entre 40 y 80 años, dispuestas a realizar ejercicios corporales y de convivencia y profundización en ellas mismas.

No había nada preparado, las monitoras encargadas de conducir las sesiones dejaron que fluyese con naturalidad. "Casi todo en silencio, las palabras brotaban fruto de las emociones, y así hicimos una creación conjunta en la que hay algo de cada una de nosotras", comenta María Tizado.

"Unimos nuestros cuerpos al son de una música, dando a entender que las mujeres somos libres y no dependemos de los hombres para seguir nuestros caminos", afirma Katy Varela en una conversación celebrada en una cafetería de la localidad.

Pilar Brea tiene 73 años y expone que después de más de cuatro décadas residiendo en Barcelona acaba de retornar a su Moraña natal, donde todo cambió desde que tuvo que marchar, y esta experiencia se convirtió en el mejor puente para entablar relaciones con sus vecinas.

Unimos nuestros cuerpos al son de una música, dando a entender que las mujeres somos libres y no dependemos de los hombres para seguir nuestros caminos"

A su lado está Esperanza Fariña, una de las componentes del grupo de más edad, que acredita una notable vitalidad y también destreza en la elaboración de bolsos, una cualidad que conocían en su círculo más cercano y ahora se está proyectando más allá.

Durante cinco días olvidaron el entorno que las rodea, se dejaron llevar, enseñaron objetos que por algún motivo significan algo especial en sus vidas y explicaron, a corazón abierto, los motivos.

Mostrar objetos

María Tizado es pintora y mostró un pincel, evocando la figura de su padre, que también lo era. Pilar Brea enseñó a todas un osito de peluche, el único que tiene, que la acompaña siempre y llegó un día desde Nueva York. Katy Varela llevó un pendiente de su madre, fallecida recientemente en el hospital

Belén Giménez apunta que cualquier cosa puede parecer difícil cuando falta la confianza, pero una vez que se supera ese obstáculo, brota una manera diferente de relacionarse y se multiplica la seguridad en una misma. "É cando dicimos, eu tamén podo".

"Le damos mil vueltas en la cabeza a las cosas, y ellas supieron sacar nuestros sentimientos, creando una idea a muy bonita, la del enjambre vibratorio común, que nos define", señala María Tizado. "Gardar as emocións non é bo", agrega Belén Giménez.

Le damos mil vueltas en la cabeza a las cosas, y ellas supieron sacar nuestros sentimientos, creando una idea a muy bonita, la del enjambre vibratorio común, que nos define"

Sin percatarse de que la cámara de Anxos Fazáns grababa cuanto acontecía, pasaron los días y llegó el estreno. La proyección de la performance se celebró en Pontevedra. Quedaron satisfechas, aunque coinciden en resaltar que a las imágenes sobre la pantalla les falta el calor de la proximidad.

El que caracteriza el teatro. Así que aguardan que el Concello esté a la altura de las circunstancias y aproveche el caudal creativo que brotó en Moraña.

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