Serafín Castro Xanza, la imposible transición de la madera al plástico

O Cesteiro de Carracedo fue de feria en feria hasta las poblaciones fronterizas con Asturias

Serafín Castro Xanza nació hace 85 años. CEDIDA
photo_camera Serafín Castro Xanza nació hace 85 años. CEDIDA

La historia de los pueblos es también la de los oficios en los que se ocupan sus habitantes, que entroncan directamente con su modo de vida, y durante una época en la que la agricultura y la ganadería eran el sustento de la mayoría de ellos una de sus ocupaciones era la fabricación de cestos. Aunque hace ya muchas décadas que dejó de elaborarlos, a Serafín Castro Xanza se le sigue conociendo con el sobrenombre de O Cesteiro de Carracedo (Caldas de Reis).

Nació en una casa pobre y tuvo diez hermanos, de los que tres murieron siendo niños, algo bastante habitual en aquella época, y siete salieron adelante. Apenas tuvo tiempo para ir a la escuela en los tiempos del hambre y antes de ir con las ovejas al monte ya se fijaba en cómo trabajaba su padre, que también hacía cestos, al igual que su abuelo.

Iban de Arcos de Furcos (Cuntis) a Saiar (Caldas de Reis) en busca de la madera de roble, sauce, cerezo y acacia, que trabajaban antes de que se secase, porque resultaba más fácil de moldear, ya que de otro modo tenían que meterla en agua previamente.

Eran tiempos en los que la presencia de envases de plástico y de otros materiales era mínima y en los que abundaba el trabajo, porque los cestos eran necesarios para recoger las cosechas. Con 18 años, Serafín Castro viajaba hasta las poblaciones asturianas fronterizas con la provincia de Lugo, en Grandas de Salime, para atender la demanda.

Y como le sucedió a tantos jóvenes, la obligación de cumplir el servicio militar fue también la oportunidad de ampliar sus horizontes geográficos. De su estancia en Burgos le quedó el recuerdo de un frío intenso, y Zamora fue su siguiente escala como uniformado. Se casó con 25 años y también tuvo una experiencia laboral en el incipiente sector industrial, trabajando una temporada en Tafisa, pero no olvidó sus orígenes y tampoco tardó en retomar el oficio de sus antepasados.

Fue en la segunda etapa de su vida) cuando tuvo que asumir que la irrupción del plástico iba a poner fin a una actividad que se había prolongado a lo largo de tres generaciones. Los cestos, entonces, dejaron de tener un fin utilitario y los encargos que le hacían era de aquellos que los querían como objeto sentimental y decorativo. Como una postal de una época pasada. Y para ganarse la vida en la recta fina de su etapa laboral tuvo que trabajar de nuevo como jornalero.

Atrás quedaron las caminatas para vender en las pujantes ferias de Padrón, con su padre, o la de Moraña, a la que acudía acompañado de su esposa, cargando con las cestas sobre las espaldas. Hoy Serafín Castro ve cómo crece la maleza en las fincas, que se aprovechaban al máximo y fueron el sustento del vecindario.

Como le sucede a otras personas de su generación, se resiste a ver morir una forma de vida y riega el campo, aunque sabe que tendrá que tirar la hierba porque no tiene ganado para alimentarlo con ella ni tampoco vecinos a los que pudiera interesarles. "Eu pelexei sempre", recuerda en una entrevista publicada en el número seis de la revista Carracedo Fala. "Estoy feito un vello", agrega.

La población de la parroquia sigue en caída libre
Los datos publicados por el Instituto Galego de Estatística en el mes de febrero reflejan en cifras la despoblación del rural. Según el censo de 2017, la parroquia de Carracedo cuenta con 789 habitantes, 90 menos que una década antes, y la tendencia negativa se mantiene, porque en el ejercicio anterior se registraron seis bautizos y 21 entierros.

Carracedo se sitúa por detrás de Santa María y Santo Tomé, que cuentan con 4.556 habitantes, y también de la parroquia de Saiar, donde viven 837, y de San Clemente, que tiene 796.

Gorgullón es el lugar más habitado de la parroquia, con 226 vecinos, mientras que el que tiene menos es O Campo, donde viven 25 personas.

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