El tiempo de las becerradas en el Campo da Feira de Caldas de Reis

El aficionado local José García Oubiña se lució ante más de mil espectadores y la velada derivó en una pelea entre los aficionados
El graderío siempre resultaba insuficiente para acoger a los espectadores. CEDIDA
photo_camera El graderío siempre resultaba insuficiente para acoger a los espectadores. CEDIDA

Hoy en día el gusto por los toros en Galicia es muy reducido. Casi no hay afición. El entusiasmo por las reses bravas no tiene nada que ver con el existente en otros lugares de España. El último refugio que queda actualmente es Pontevedra, aunque no siempre fue así.

Si bien la fiesta taurina no ha llegado a calar, hubo unas cuantas localidades en las que se toreaba. Una fue Caldas de Reis, especialmente en la primera mitad del siglo pasado. Como en otros lugares, el motivo principal que llevaba a la mayoría del público a la plaza era el disfrute de la fiesta, el espectáculo, el colorido, la valentía del novillero, incluso su arte si lo había, más que el hecho de valorar una faena con arreglo a la reglamentación taurina, que solo estaba al alcance de unos pocos aficionados y entendidos.

En ocasiones era posible asistir a grandes becerradas, así eran anunciadas, cuyos animales, pertenecientes a diversas ganaderías, eran muertos a estoque por aficionados de localidades próximas y del mismo Caldas.

Los agentes de la Guardia Civil nunca faltaban a la cita. CEDIDA
Los agentes de la Guardia Civil nunca faltaban a la cita. CEDIDA

La capacidad de la plaza que se montaba era para 1.000 personas, pero si había un gran pedido de localidades se aumentaba el aforo para que cupieran hasta 1.500 espectadores.

En la becerrada benéfica celebrada el 27 de julio de 1913, en la improvisada plaza construida la Feria o Carballeira, estuvieron presentes las autoridades locales, el exministro Augusto González Besada, el Marqués de Riestra, representantes del clero, señoritas con la clásica mantilla, casi todo el pueblo y muchas otras personas de lugares más o menos distantes, y aldeas inmediatas a la villa, particularmente un nutrido grupo de los balnearios de Cuntis.

Hubo rejoneadores y caballeros, y se lidiaron tres bichos de Salamanca por aficionados de Vigo, Pontevedra y Caldas, ejecutándose en el segundo novillo el salto de la garrocha, y la suerte de "Don Tancredo", en la que un individuo subido sobre un pedestal se quedaba inmóvil y esperaba al animal en la mitad del coso. Uno de los novillos fue estoqueteado por un hijo del general gobernador militar de Pontevedra.

Se permitió la suerte de capa y banderillas a las personas que lo solicitaron de la organización. Uno de los que salió al ruedo con muchas hechuras y salero fue el escritor caldense Enrique Amado, que al tratar de poner unas banderillas se llevó un estupendo revolcón, dando unas cuantas vueltas por el suelo, víctima de la fiera astada, retirándose del ruedo y siendo muy regularmente abroncado, según contaron algunos aficionados maletiles que participaron en el festejo.

Según el protagonista, lo que aconteció fue que le cogió el becerro a traición y por la espalda cuando estaba distraído y hablando con alguien sin ocuparse del bicho, pues había bajado a la plaza para hacer alguna prevención a los lidiadores.

Unas semanas más tarde, el 31 de agosto de 1913, se anunció en la prensa una corrida extraordinaria de novillos a beneficio del Asilo de Ancianos. Serían toreadas cuatro magníficas reses de los montes de Barbanza por diestros aficionados de Vigo, Santiago, Cesures, Vilagarcía, Cambados, Pontevedra, Padrón y Caldas. En uno de los bichos, como era habitual, se autorizaba la suerte de capa y banderillas a las personas que lo solicitaran. Los precios fueron de 12 pesetas para palcos de 6 asientos, 1,50 para los tendidos de sombra, una para los de sol.

Después de la corrida hubo paseo y concierto en el Parque-Jardín y de noche función teatral en el Salón Acuña por una compañía de aficionados y gran baile en los salones de fiestas del Balneario-Hotel Dávila para los vecinos y forasteros que quisieron acudir.

Con motivo de las fiestas de San Roque hubo novillada el 15 de agosto de 1915, en la que se produjeron algunos incidentes entre diestros, en una plaza llena, con presencia de numerosas señoritas vistiendo el traje clásico de la función y personajes como el general, Juan Ampudia López.

En la lidia de la segunda res se permitió saltar al ruedo al caldense de 19 años José García Oubiña que en medio de la expectación empezó a lucirse con varios lances en manera que no gustó al director de la lidia, el afamado novillero pontevedrés Manuel Escudero. No se sabe si su disconfomidad era por las formas empleadas por el aficionado o porque podía eclipsar su labor.

Oubiña, sin hacerle caso, continuó con los lances de capa, por lo que fueron rápidamente a las manos y, en segundos, se lanzaron al redondel un buen número de espectadores, divididos en favor de uno y otro contendiente, los cuales se propinaron algunos coscorrones, hasta que la Guardia Civil que prestaba servicio en la plaza restableció el orden.

Servicios de tren y carruajes para asistir a la fiesta
Para ir a las corridas que se celebraban en Pontevedra se organizaban trenes populares que iban abarrotados por aficionados de Padrón, Vilagarcía, Caldas, Lalín y A Estrada, que eran los pueblos que más contingente aportaban. También se solía establecer, en tiempos más lejanos, un servicio de carruajes económico. Hubo unas cuantas en las que se toreaba y había afición. En ACoruña, Santiago, Ourense, Ferrol, Vigo, Noia, Vilagarcía, Betanzos, Viveiro y otras muchas poblaciones se pudo asistir durante años a la fiesta, ya fuera en plazas fijas o portátiles.

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