En 1998, el monte Racelo de A Lama se erigía en el punto de referencia para la política penitenciaria del Noroeste Peninsular. Con la histórica prisión de A Parda, situada en lo que entonces eran las afueras de Pontevedra, ya cerrada, la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias apostó por alejar la gran prisión provincial de los principales núcleos de población, construyendo la que, con el paso del tiempo, se ha convertido en una de las cárceles más conocidas de España, por varios motivos.
Por una parte, por la generación en la misma de los primeros módulos respeto en los que los internos participan en acciones formativas y laborales y conviven con el claro objetivo de alcanzar un estado psicológico favorable para cumplir los objetivos que marca la Constitución Española, la reinserción social. Por otra parte, por las constantes quejas por parte de los funcionarios de la prisión por la escasez de personal y el envejecimiento de la plantilla, así como la pobre formación para afrontar según qué situaciones ante internos que en ocasiones son muy peligrosos. Igor el Ruso, por ejemplo, autor de la muerte de varios guardias civiles, estuvo en A Lama hasta 2022. En la cárcel conviven presos de mafias criminales balcánicas, magrebíes o sudamericanas, muchas de ellas conocidas por sus actividades violentas en el exterior.
La prisión celebra este lunes su acto central del 25 aniversario, que contará con la presencia del secretario general de Instituciones Penitenciarias, Ángel Luis Ortiz.