Cisma en O Vao: los delfines deciden retar al patriarca

▶ La detención de un individuo por saltarse el confinamiento fue la chispa que prendió una llama difícil de apagar. Varios jóvenes del poblado organizaron una emboscada para vengarse de la Guardia Civil a golpe de hacha, bate y tronco de árbol, y terminaron en prisión tras atacar a la Policía Local contraviniendo órdenes del anciano

LA VIOLENCIA es denominador común de los enclaves en los que se venden sustancias estupefacientes, y O Vao no es una excepción. Los robos, la intimidación y la coacción son habituales en el entorno del poblado chabolista, un área en la que los traficantes tienen el descaro de ofrecer cocaína a solo 300 metros de la Guardia Civil en plena redada. Sin embargo, en los últimos años, los consejos de ancianos que dominan los núcleos de infraviviendas del concello de Poio habían trazado una línea de actuación que incluía un cierto respeto ante la presencia de las fuerzas de seguridad. Entonces apareció la covid-19, lo que provocó cambios incontrolables. La actividad de trapicheo, sustento básico de las 400 personas que habitan en el enclave, se ha reducido notablemente. Las restricciones a la movilidad han dificultado al máximo la llegada de consumidores, y también el aprovisionamiento de mercancía ilícita por parte de los clanes. Todo ello ha generado un ambiente de gran nerviosismo en el que algunos, sobre todo los más jóvenes, decidieron matar al mensajero. O al menos intentarlo. Así, y después de que miembros del Instituto Armado acudiesen a O Vao de Arriba para notificar la sanción por saltarse el confinamiento a uno de sus vecinos, la situación desembocó en una secuencia más propia de una película de acción que de la vida real en la que un grupo de jóvenes descontrolados, de forma instintiva, primero, y premeditada, después, agredieron brutalmente a guardias y a policías locales enfrentándose a la opinión del mismísimo patriarca.

La historia (real) que concluyó con diez individuos en prisión comenzó el lunes, cuando, sobre las 19.20 horas, agentes de la USECIC (Unidad de Seguridad Ciudadana) de la Comandancia pontevedresa observaron a varias personas saltándose las restricciones a la movilidad de forma flagrante. Dos de ellas carecían de identificación, por lo que fueron acompañadas a sus domicilios para que pudiesen facilitarla. El conflicto se inició cuando una de ellas, un varón, comenzó a insultar a los agentes, llegando a lanzar un puñetazo contra uno de ellos que no alcanzó su objetivo por la agilidad del funcionario. "Si no me soltáis no vais a salir vivos de aquí", amenazó, al tiempo que llamaba a sus compinches para que acudiesen en su ayuda. Los agentes consiguieron reducirle y, mientras la detenían, se vieron rodeados por una multitud armada con palos, bates de béisbol e incluso hachas. Una lluvia de objetos causó heridas en los guardias, que solo pudieron escapar esgrimiendo el arma reglamentaria. El patriarca, mientras, intentaba frenar a sus delfines, aunque con poco éxito.

El ‘jefe’ del poblado intentó frenar a sus vecinos para que depusiesen su actitud, poniéndose entre ellos y los guardias civiles

El detenido fue trasladado a la Comandancia, y mientras se hallaba en la sede policial, sus "amigos" ideaban un plan para vengarse en caliente, de forma inminente. Así, efectuaron una llamada al teléfono de emergencias 112 avisando de que se estaba produciendo un altercado en el mismo punto de O Vao de Arriba con la intención de emboscar a los guardias civiles que acudiesen y propinarles una brutal paliza.

Eran las 20.40 cuando llegaron al lugar dos agentes de la Policía Local de Poio, alertados por el 112 del citado aviso. No era el Instituto Armado, pero a los alterados individuos del núcleo de venta de drogas al menudeo más importante de Pontevedra poco les importaba el uniforme que llevasen. El plan era sencillo: tres vehículos, un Seat Córdoba, un Citroen Xsara y un Fiat Punto, esperaron a que los agentes se adentrasen en la carretera que conduce al poblado para cortarles el paso por detrás. Delante, una multitud les impedía avanzar. Con el coche patrulla casi detenido, el coche que venía por detrás embistió al de los agentes. En ese momento, un tronco de grandes dimensiones entra por la ventanilla del acompañante y golpea a los agentes, al tiempo que una lluvia de objetos destroza todas las lunas. Los policías, ya heridos, consiguieron zafarse acelerando su vehículo, después de ser golpeados durante unos 40 metros. El autor de la llamada era, curiosamente, el padre del joven que había sido detenido y que fue puesto en libertad poco tiempo después. También se supo que uno de los coches que prepararon la encerrona pertenecía a la madre del arrestado.

Xermán Varela estima "moi elevadas" las probabilidades de que los detenidos sean condenados a importantes penas de prisión

Tras los hechos, la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la Comandancia inició las investigaciones para identificar a los responsables del doble atentado contra los agentes. El Equipo de la Policía Judicial de Cangas, dependiente de la Compañía de Pontevedra y cuyos componentes están especializados en el seguimiento de las actividades ilícitas que se desarrollan en O Vao, dirigió las pesquisas, que concluyeron el viernes por la mañana con la detención de los diez supuestos autores de los hechos, a los que atribuyen los delitos de atentado a agente de la autoridad y desórdenes públicos, sin perjuicio de que a lo largo de la fase instructora que dirige Xermán Varela puedan añadirse algún otro.

El magistrado, que dictó el ingreso en prisión de forma incondicional de todos ellos, argumenta que "existen indicios sólidos" contra todos ellos, "fundamentalmente a gravación de parte dos feitos, pero tamén a declaración dos axentes a a constancia das consecuencias lesivas nas persoas e danos nos vehículos", a lo que añade que "a probabilidade de que se cheguen a ter por probados é alta". Ninguno de los arrestados tiene ocupación laboral lícita alguna, según el auto judicial.

Varela desgrana con todo lujo de detalles la supuesta participación de cada uno de los arrestados en los hechos al tiempo que cuantifica en un mínimo de seis años de prisión la posible pena para cada uno de ellos, dada la gravedad de los atentados, que incluyeron lesiones y que se realizaron con la ayuda de armas y objetos peligrosos y apoyados una pretendida impunidad que, pensaban, les otorgaría la muchedumbre.

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