Los 'ex-chicos el coro' mercedario de Poio reviven su historia este sábado

Volverán a cantar la 'salve sabatina' que les dio nombre y estrenarán un corto con sus anécdotas
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photo_camera Raposo, en la lápida de Rey Soto. DP

Reencontrarse con viejos amigos siempre es un placer, y si ese reencuentro sirve para poner en valor la historia de un lugar tan emblemático como el Monasterio de Poio, el gozo es doble. Eso, al menos, es lo que han constatado los exintegrantes del coro que en los años 60 y 70 había en el Monasterio y que estaba formado por los entonces alumnos de teología o filosofía de su seminario y que se reúnen en la Hospedería del mismo.

Aunque en la actualidad es muy conocida la dimensión de la biblioteca de este centro religioso y el valor cultural del conjunto arquitectónico, poco se sabe de la época, entre los 60 y 70 del siglo pasado, en la que el monasterio mercedario convivían estudiantes de unos 20 años que participaban en los cantos corales, no solo de las ceremonias eclesiásticas, sino en certámenes y fiestas, debido a la fama que alcanzaron.

Algunos de ellos, que en actualidad tienen más de 70 años, han recuperado las reuniones de exalumnos que se celebran en familia en el centro desde el 2019 y que solo se pararon en pandemia. Este sábado se celebrará este encuentro con varias novedades, entre ellas, el estreno de una pieza audiovisual en la que recrean un tramo de la historia del monasterio y de sus estudiantes que era muy poco conocido: el momento en que uno de esos cantores, Luís Jesús Raposo, robó un crucifijo de un ataúd.

No se trataba de un muerto cualquiera, sino de uno insigne: Antonio Rey Soto, religioso, escritor y divulgador que llegó a ser miembro numerario de la Real Academia Galega y amigo íntimo de Castelao (a quien casó con Virxinia Pereira), que antes de morir en Madrid en 1966 pidió ser enterrado en el monasterio.

"Yo no pensaba las cosas demasiado", reconoció esta semana con humor el protagonista de aquella anécdota. El joven Raposo pensó que el oropel que cubría el crucifijo desmerecía el ataúd de zinc en el que el ilustre mercedario había sido trasladado, ya embalsamado, para su entierro "así que me ofrecí para quedarme, después de cantar, y ayudar a echar la tierra en el sepulcro".

Así se inicia una sustracción un tanto extraña, que fue real, pero de la que los partícipes no van a contar más (pese a que ya habría prescrito como delito unas sesenta veces) para no hacer 'spoiler' en su estreno de este sábado.

Pedro de Lorenzo añade que "el guion lo hicimos entre todos, y nos la dirigió Carlos Quintía". A partir de las 22.00 horas del sábado se podrá ver en el salón de actos del citado centro la pieza audiovisual. La jornada no tendrá solo ese 'punto fuerte': a las 19.30 el grupo rememorará la salve sabatina, una pieza de canto gregoriano, y para la ocasión estará con ellos el profesor de música del Sánchez Cantón y responsable del Coro Ultreia Fernando Olbés. Será a las 19.30 horas, pero quienes quieran oír más música pueden hacerlo al terminar el pase audiovisual, en el mismo encuentro.

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