La inseguridad ciudadana es solo la punta del iceberg de un problema sin solución aparente

Ni la acción policial ni la piqueta pondrán remedio a una cuestión en la que la única receta válida sería una utópica reducción de la demanda
Imagen de un punto de consumo junto al poblado. JAVIER CERVERA-MERCADILLO
photo_camera Imagen de un punto de consumo junto al poblado. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

La única receta del envío de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para descabezar los clanes del poblado se ha demostrado del todo insuficiente. El problema del trapicheo de drogas en O Vao vuelve a afectar a la seguridad ciudadana de los vecinos en el entorno y sigue sin solucionarse. El trasiego de personas con drogodependencia por los viales de acceso a los dos núcleos de infraviviendas ya genera de por sí intranquilidad entre los residentes de A Caeira, que ya les consideran parte del paisaje.

Las constantes redadas de la Policía y la Guardia Civil no sirven para erradicar el suministro de drogas ni lo harán en el futuro

El desasosiego es mucho mayor cuando se los encuentran al acecho de cualquier ventana entreabierta para poder hacerse con unas monedas o con algún objeto de valor que intercambiar por una dosis, normalmente de heroína. Esas víctimas del narcotráfico ya lo han perdido todo después de quedarse sin ahorros y sin la confianza de sus amigos y familiares. Carecen incluso de autoestima, consecuencia directa del consumo de una droga que sigue siendo la reina en el supermercado del concello de Poio y que continúa llegando a Galicia en cantidades importantes de manos de grupos turcos y albaneses, los reyes de la distribución a nivel europeo. Y acuden, varias veces al día, para saciar su dependencia.

La Guardia Civil y la Policía Nacional mantienen su presión constante sobre el poblado. Los principales clanes de O Vao de Abaixo y los presuntos jefes de la distribución de O Vao de Arriba fueron desarticulados en los últimos meses, lo que no sirvió para cortar el suministro. La enésima redada, hace apenas unas semanas, tampoco lo logró. Y la siguiente no lo hará. Ni siquiera la urbanización de la zona, sugerida en varias ocasiones por expertos en la materia, sería una fórmula mágica. En A Coruña despareció Penamoa, caída tras la piqueta, y el caballo se vende en narcopisos. En Madrid, la Cañada Real o Las Barranquillas no son lo que eran, pero ahora se puede encontrar heroína en múltiples puntos de venta a lo largo de la capital.

La solución al trapicheo en O Vao solo puede hallarse frenando la demanda. Y la sociedad actual no navega en esa dirección. La cada vez mayor asunción como normal del consumo de hachís, fase inicial en el 99 por ciento de los adictos a drogas más dañinas, la banalización de las consecuencias, que se minimizan en distintos foros, y la ausencia de interés de las autoridades políticas por el asunto (excepto cuando se interviene un narcosubmarino, para hacerse la foto) son signos que no indican nada bueno. Las cifras de positivos por drogas al volante suponen "la punta del iceberg", en palabras de un experto en la materia, del escenario actual en relación con las sustancias estupefacientes en esta provincia. Las consecuencias las sufren, por ahora, las personas con drogodependencia y, indirectamente, los que viven cerca de los puntos de venta. Sin embargo, y mientras muchos duermen aparentemente tranquilos, la sociedad enferma.

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