Si atendemos a la edad, Ángela Tabarés, que nació en Vilagarcía en 1925, es la siguiente veterana, empatada con José Soidán, quien nació en Perdiz, (Covelo de Antas, A Lama), en el mismo año y Celestina Melgar, (llegada desde Torrecilla, Valladolid) también a poco más de doce meses de cumplir los cien. Un año menos tiene Ángeles Estévez, que vio la primera luz del sol en Cuba, aunque vivió casi todo el tiempo en España y cierran este grupo Jaime Méndez, de Lalín, quien nació en 1928 y Josefa Sampedro, de A Coruña, con esa misma edad.
Los y las mayores próximos al centenario componen un grupo de edad especial en este y en todos los centros para mayores, aunque ellos se perciben a sí mismos como cualquier otro. Rodeados de sus cuidadores oyen con atención las historias de sus compañeros, que, en algunos casos se saben también de memoria, porque es habitual tema de conversación entre ellos: el oficio, las anécdotas de la infancia, o algún hito vital destacado, como el que marcó a Celestina Melgar, quien recuerda haber visto como estallaba una bomba, de muy jovencita.
Es el caso de Jaime Méndez, de Lalín, "aunque criado en Sarria", que tan cerca de los cien describe con nitidez como fue su infancia. Nació y vivió sus primeros años aquí, pero su padre y su madre estaban en Cuba. Le crió su familia y cuando se fue a reencontrar con sus progenitores, "en un viaje de 20 días de barco", la reunificación familiar duró poco. "Mi madre no podía atender a un niño y trabajar, así que tuve que volver con otro tío". Jaime recuerda su trabajo en las minas, en el Bierzo y en el sector ferroviario, y también su etapa emigrado en Suiza.
Del pasado, doña Ángela, la vilagarciana, puede contar lo que sea, pero no es amiga de hacer juicios "porque vivimos los tiempos que nos tocó vivir: nada es ni mejor, ni peor, ahora que antes", sentencia "habrá cosas muy buenas y muy malas, y gente muy buena y otra, no tan buena".
Ella recuerda que su padre era farmacéutico "y nos obligó a estudiar a las hijas. Decía: las mujeres tienen que estudiar, y me hice el Bachillerato de siete años".
Cada uno es hijo de su tiempo. Nada es ni mejor ni peor que antes. Solo habrá cosas buenas y malas y gente buena o no tan buena"
Su experiencia despierta la locuacidad de una de las integrantes del grupo, Josefa, quien, aunque se muestra menos participativa, por momentos, recuerda, de repente, como se llevaba con las matemáticas, pues había regentado un establecimiento de materiales de la construcción, desde las cuentas hasta cargar algún pedido. Ella, que tuvo dos hijas, guarda en su memoria una etapa en la que se quedó al cargo de un bebé que no era suyo. Era la niña del farmacéutico de Boiro, que, por problemas de salud se tuvo que ir a Madrid a probar suerte, en una zona en donde la humedad no le afectase al asma. "A nena era un bebé e non se foi ata os sete anos", relata.
Soidán cuenta algo de su día a día para explicar a qué se dedicó: "muchas veces vienen a entregar materiales o a cualquier trabajo y dicen: pero si está aquí el señor Soidán". Fue taxista muchos años en Pontevedra y es raro el compañero de profesión que no le recuerda con cariño y le reconoce en el mismo instante en que le ve.
Es uno de los más activos del grupo. y también uno de los que habla con más humor de todo lo que le rodea. "Todos somos especiales y tenemos alguna cualidad", indica Ángela.