Una vecina de Ponte Caldelas de 46 años ha pedido, en su esquela, que en vez de dinero en flores, los allegados y familiares destinen el dinero a una cuenta de Cáritas para facilitar la accesibilidad de la iglesia del Sagrado Corazón, situada en el centro de la villa y cuyo único acceso consta, en actualidad, de unos 50 escalones.
La mujer, María Lucila Rodríguez Fortes, falleció este miércoles, tras pasar muchos años lidiando con una enfermedad que terminó por ser incurable, y en sus momentos finales pidió a sus allegados, de acuerdo con Cáritas, que en su esquela constase, en unas escuetas líneas, el deseo de renunciar a las flores para poder arreglar la entrada de la iglesia.
Manuel Lois, responsable de Cáritas de Ponte Caldelas explicó este miércoles, desde el tanatorio, y aún en medio de la conmoción por la reciente pérdida, el importante papel que ella tenía en el colectivo de colaboración parroquial caldelano. "Ela era unha gran persoa, coñecida por todos pola súa solidariedade, e que levaba moitos anos cooperando con todas as causas nas que podía, a través de Cáritas e mesmo da catequese", explica Lois, quien lleva ya más de una década en Ponte Caldelas, al frente del colectivo.
"Como Lucila sabía da súa enfermidade sempre conviviu con ela desde a fe, desde a crenza en Deus e desde a axuda aos máis desfavorecidos , así que nun momento determinado explicounos que ela non ía querer flores e que cos cartos se podía tentar arranxar o acceso a esta igrexa, que ten como única entrada unha escalinata. Ela quería, deste xeito, eliminar un obstáculo que impide que as persoas con cadeira de rodas e as persoas maiores con máis problemas para moverse poidan ir á igrexa, pois quizais son eles os que máis precisan deste lugar", apunta. Algunos de sus allegados ya se han puesto en contacto con Cáritas para cumplir con esta última voluntad, según explicó el responsable de Cáritas.
Se cumpla o no el requisito económico para arreglar la accesibilidad de la iglesia, Manuel Lois considera que el mensaje de su colaboradora ha cumplido ya sobradamente su objetivo "de pedir e querer, dun xeito sinxelo, axudar aos que o teñen máis difícil".
María Lucila era abogada y muy conocida en la villa, dado que sus padres regentan un conocido concesionario y ella misma dirigió una gestoría en el municipio, mientras pudo estar en activo. Casada y entregada madre de dos hijos, su fallecimiento, aún sin el gesto de buena voluntad que ha tenido como despedida, ha dejado en estado de conmoción a sus vecinos y amigos, que este miércoles destacaban su gran humanidad y empatía y la entereza con la que lidió durante años con sus problemas de salud.