La única pasajera que sobrevivió al accidente de Pedre que en la Nochebuena del año pasado costó la vida a siete pasajeros de un autobús no recuerda que el conductor estuviese llevando el transporte a una velocidad elevada y, de hecho, le agradece que le haya salvado la vida.
Rosario González prestó declaración en los juzgados de A Parda, como parte de la instrucción judicial del caso, en el que el único investigado por siete presuntos homicidios imprudentes es el conductor del bus. Aunque a su llegada, no era capaz de dirigirse a los medios por la fuerte emoción, a la salida, ratificó que había mantenido lo declarado hasta entonces, afirmando que el conductor sí estaba siendo prudente en el momento del siniestro.
La mujer, que padece aún las secuelas físicas del accidente, se ratificó en todo lo referente a la velocidad del autobús y las precauciones del chófer, del que dijo que se estaba manejando con prudencia ante el temporal que había esa noche: "El conductor decía que tenía que ir despacio, que no se veía; se bajaba, ayudaba a la gente, decía: señora, aún se va a caer porque no se ve nada", ante una situación climatológica que "cada vez iba a peor".
Con respecto a la velocidad, la mujer, si bien reconoce que no vio el cuentakilómetros, precisa que "(el conductor) no iba pegando volantazos, ni nada", y, de hecho considera que, de haber sido así, "la gente hubiese gritado" para quejarse. A su vez, sobre si adoptó el chófer las medidas de precaución necesarias en la conducción, la mujer considera que "sí".
En el transcurso de las declaraciones que dio a la salida de los juzgados, tras comparecer durante casi una hora, la única superviviente tuvo un recuerdo para su amiga, con la que había acudido por la mañana a Monterroso en el mismo transporte, con el mismo conductor, y para el resto de los pasajeros fallecidos en el siniestro. Del chófer dijo que le salvó la vida, puesto que "me sacó del agua" que empezó a entrar en el bus después de la caída desde el viaducto, primero despertándola y después ayudándola para que se pusiese a salvo.
Recordó también que el hombre no se quejó explícitamente del estado del bus en el recorrido de vuelta, pero sí en el de ida, en el que dijo que el transporte "perdía velocidad en la subida".
Rosario González habló también de las secuelas que ella padece desde el accidente. Consecuencias físicas, que le impiden levantar grandes pesos, y por ello tiene mayor dificultad en el auxilio y atención a su hija, que está en silla de ruedas; y psicológicas, que afectan también a su descendiente, por la que está preocupada, tras el trauma de este accidente.
La mujer, que dice que ha perdido su domicilio a raíz de este accidente, pide contar con ayuda a domicilio para las atenciones que requiere su hija y contra el "abandono de la sociedad", puesto que ha visto como se le denegaba esa ayuda e, incluso, una petición de rehabilitación para los problemas de la columna sobrevenidos tras el accidente.
Finalmente, Rosario indicó sobre el siniestro que "nos tocó a nosotros como les pudo tocar a ustedes o a cualquiera" y lo atribuye a las malas condiciones que había en especial en aquella jornada.