Pontevedra rompe su tendencia al alza y pierde cerca de 700 habitantes

La ciudad ha pasado, en solo seis meses, de 81.611 a 80.921 personas, según las últimas cifras poblacionales de referencia publicadas por el IGE ► Concellos como Barro, Cerdedo-Cotobade, A Lama, Ponte Caldelas o Vilaboa crecen 
FOTO URBANA DE POBLACION
photo_camera Varias generaciones de pontevedreses pasean por la ciudad. RAFA FARIÑA

Pontevedra ha sido durante los últimos años un polo de atracción para los movimientos migratorios internos de la provincia. Prueba de ello es que en diez años, de 2011 a 2021, la ciudad ha aumentado en casi 2.000 el número de residentes (ha pasado de 79.226 a 81.611).

Sin embargo, esa tendencia alcista se ha detenido en los primeros seis meses de 2021, esto es, de enero a julio, período en el que la Boa Vila perdió 690 ciudadanos, hasta los 80.921, según recogen las últimas cifras poblacionales de referencia publicadas ayer por el Instituto Galego de Estadística (IGE).

Curiosamente, frente a este descenso demográfico los municipios de la comarca pontevedresa ven aumentado ligeramente su número de habitantes excepto dos, que son Campo Lameiro y Poio.

Y este movimiento ciudadrural coincide en el tiempo con una situación pandémica que ha provocado que las personas valoren más el espacio y el entorno natural. Así, Barro pasa, de enero a julio de 2021, de 3.720 a 3.753, 33 personas más; Cerdedo-Cotobade de 6.071 a 6.233, 162 más; A Lama, de 2.483 a 2.522, lo que supone un aumento de 39 vecinos y vecinas; Ponte Caldelas pasó de 6.138 a 6.168, 30 personas más; y Vilaboa sumó cuatro habitantes al pasar de 6.031 a 6.035.

Por su parte, Campo Lameiro descendió la cifra en 19 personas, pues los cálculos del IGE constatan que salieron del municipio 19 personas, de un total de 1.801 a 1.782, y Poio perdió 148, de 17.643 a 17.495. 

De estos datos se deduce que la tendencia en los desplazamientos de los últimos años, que se traducía en un éxodo del rural a la ciudad, empieza a revertirse y comienzan a ganar más protagonismo los concellos del área de influencia de Pontevedra.

Estas cifras, que el IGE obtiene tras aplicarle a los censos de población al comienzo de cada período los saldos vegetativo y migratorio registrados, para obtener los datos finales, constatan también la salida de 589 vecinos y vecinas de la comarca pontevedresa, que pasa de 125.498 a 124.909.

O Morrazo también sufriría este descenso de población, concretamente 445 vecinos y vecinas habrían abandonado esta pequeña península. En este caso, solo Bueu ha salido beneficiado de los movimientos migratorios, pues de enero a julio de 2021 habría sumado 54 vecinos y vecinas (de 12.051 a 12.105).

Por su parte, Marín es el concello peor parado de la comarca, que pasa de 23.961 a 23.636, 325 menos; le sigue Moaña, con un descenso de 109, pues en enero de 2021 contaba con 19.446 habitantes y seis meses después con 19.337; y por último, Cangas, municipio costero que abandonan 65 personas, de 26.410 a 26.345.

Por el contrario, O Salnés está en auge y en ese período incrementó su población en 269 personas. El mayor crecimiento se dio en Vilagarcía, con 306 personas más (de 37.435 a 37.741), seguido de O Grove, con 169 más (de 10.838 a 11.007); Ribadumia, con un incremento de 68 personas (5.359 a 5.427) y Sanxenxo, con 22 vecinos y vecinas más (de 17.422 a 17.444).

En cambio, pierden Cambados, con 14 menos (13.587a 13.573); A Illa de Arousa, con 94 menos (4.988 a 4.894); Meaño, con 50 (de 5.325 a 5.275); Meis, con 85 menos (4.810 a 4.725) y Vilanova de Arousa, con 54 (pasa de 10.250 a 10.196).

La Galicia ‘vaciada’. Al igual que en la comarca de Pontevedra se aprecia un cada vez mayor interés por el entorno natural, esa tendencia se constata también en el interior de la provincia, pues en comarcas que en ciertos períodos sufrieron sangrías demográficas, el descenso de población ahora es más sutil.

Así, Caldas disminuyó su población en 87 habitantes, pues en enero de 2021 el IGE cifraba en 33.952 personas las residentes en la comarca, mientras que en julio del mismo año el número era de 33.865. Sin embargo, por municipios, la mitad pierden y la otra mitad ganan. Y, curiosamente, pierden los que tienen mayor población.

El primero es la capital comarcal, Caldas de Reis, que bajó en 82 personas, de 10.051 a 9.969; Cuntis también bajó 17, pues pasó de 4.552 a 4.535; y Valga, que cuenta con 66 personas menos (de 5.839 a 5.773). Incrementaron su cifra Catoira, en 17 (de 3.352 a 3.369); Moraña, en 30, que pasó de 4.257 a 4.287; Pontecesures, con 17 más (de 3.024 a 3.041); y Portas, que sumó ocho personas (2.869 a 2.877).

O Deza también sufre ese descenso y en seis meses perdió 55 habitantes aunque, contra lo que cabía esperar, los datos no son muy significativos.

Así, Agolada incrementó su población en 28 vecinos y vecinas (de 2.654 a 2.682); Dozón cuenta con 11 menos (de 1.200 a 1.189); Lalín, con 22 menos (de 21.083 a 21.061); Rodeiro sumó 9 (de 3.154 a 3.163); Silleda descendió su población en 44 vecinos y vecinas (de 9.070 a 9.026): y Vila de Cruces restó 16 (de 5.385 a 5.369).

Por último, Tabeirós-Terra de Montes perdió 139 personas, 99 de ellas en A Estrada, que pasó de 20.112 habitantes a 20.013; y 40 menos en Forcarei, que tenía 3.575 en enero de 2021 y bajó a 3.535 seis meses después.

Pilar Costoya y Lorena Lorenzo: "Gústanos pasar desapercibidas e Famelga é o sitio ideal"

Abundan los ejemplos de familias que han cambiado de aires en los últimos meses, como la de Pilar Costoya, de Melide, y Lorena Lorenzo, de Raxó. Ambas vivían de alquiler en Lourizán, Pontevedra, y afirman que el cambio al rural no ha podido ser más satisfactorio.

Llevan viviendo en Famelga, Cerdedo-Cotobade, desde los primeros meses del año pasado y tal fue su integración con el lugar que su boda, celebrada en abril, ya tuvo como escenario la emblemática carballeira de esta parroquia e incluso un vecino las llevó en coche hasta el enlace.

undefined"Nós foramos criadas en casas e cando pensamos en ter un bebé, soubemos que tiñamos que dar o paso a un lugar máis tranquilo. Aínda que estabamos tamén en unha casa de alugueiro en Os Praceres, ao comprar xa nos enfocamos ao rural, precisamente por iso, aínda que queriamos estar cerca dos nosos traballos", explica Lorena.

"Da cidade, non botamos de menos nada, porque traballamos e pasamos o día nela, tanto eu, como perruqueira, como Pilar, que é administrativa nunha clínica veterinaria. Ao contrario, o que queremos ao saír de traballar é ‘resetear,’ algo que paseando pola Peregrina, igual non consegues, porque tes que parar cada treito para charlar con algún coñecido. A nós gústanos pasar desapercibidas, e para iso, Famelga é ideal", indica. 

De como fue su ‘aterrizaje’ en el idílico paraje, Lorena solo puede decir cosas buenas. "A acollida foi brutal. Se viñamos con prexuízos sobre como podiamos ser aceptadas, por ser un matrimonio composto por persoas do mesmo sexo, iso non durou nada: a xente do rural acepta todo e ten un carácter afable, en contraste cos da costa, que son máis de armas tomar, e dígoo por experiencia, que eu mesma son desa zona", afirma.

Los costes aceptables y el carácter de pueblo ‘de postal’ de Famelga acabaron de empujar a estas jóvenes a asentarse en CerdedoCotobade. "Eu díxenlle a Pilar que miraramos nesa zona, porque sempre me gustou, e Famelga é impresionante. Atopamos unha casiña que nos encantou e encaixaba no que queriamos e en realidade o prezo que pagamos é o tempo: son 25 minutos ata Pontevedra, pero, como digo, queriamos ter un bebé e de cara a poder facelo, replantexamos tamén moitas cousas: eu deixei de ser docente de perruquería e as miñas xefas, de Betty Peluqueras, ata me adaptaron o horario para ir e volver con Pilar, así que aforramos un coche", concluye.

Jorge Cubela: "Toda a nosa xestión está encamiñada a gañar poboación"

En la selva de datos publicados por el IGE en la jornada de ayer destaca como punta de flecha la cifra marcada por Cerdedo-Cotobade, que según los cálculos estadísticos podría haber ganado 162 personas en el primer semestre del año pasado.

La cifra, que supone una variación en el semestre del 2,7%, ha sido obtenida, según fuentes del IGE, a partir de las cifras poblacionales de referencia y no arrojaría dudas.

El alcalde señala que es un fuerte contraste con el dato estadístico que se usa oficialmente, el del empadronamiento del INE, que fijaba la población para 1 de enero de 2021 en 5.719 vecinos, pero no desestima su validez.

En ambos casos, la tendencia es positiva. "A miña obsesión como alcalde é asentar poboación, que o noso concello sexa atractivo. A proximidade coas grandes cidades ten que valer para que se vexa un aliciente para vivir no medio rural. Toda a nosa xestión está encamiñada a iso e vexo que estamos na boa senda. As cifras din que é posible revertir o abandono do rural", aclara.

Cubela añade que "ben é certo que hai que traballar moito, que se poden facer moitas cousas, pero podemos ver en distintos núcleos que vén xente de fóra e que volven os que se foron para reconstruír a vivenda de seus avós e a vivir no noso termo municipal", algo que le permite albergar la esperanza de que esta tendencia marcada por el IGE se llegue a reflejar con más contundencia en el padrón municipal de habitantes.

El rural recupera el pulso. Cambiar el piso por una casa, o la casa por otra alejada de los grandes núcleos, es una tendencia de las que se consolidan desde la pandemia, aunque no siempre por la crisis sanitaria.

Las familias valoran la tranquilidad y disponer de espacio y servicios a la hora de elegir nuevos destinos como Ponte Caldelas, Lalín o Cerdedo-Cotobade.

"Te encuentras cosas que en la ciudad parecerían imposibles"

De cerca de Eduardo Pondal a la parroquia de Parada, en Ponte Caldelas. Ese ha sido el periplo de la familia de cinco miembros compuesta por Ricardo Blanco Cordero, Leticia de la Torre Villaverde y los tres pequeños: Manuel, Marina y Maira. Se trata de una de las familias que engrosan desde junio la lista de vecinos en el concello, dado que no se pudieron mudar hasta que su pequeño acabó el curso escolar.

"Cuando nació la pequeña, aunque siempre habíamos pensado en una casa, fue cuando nos decidimos, porque el piso se nos empezó a quedar pequeño. Buscábamos algo cerca para que el mayor pudiese seguir en su cole, pero al final descubrimos Parada, y nos gustó", explica Ricardo.

undefinedÉl trabaja en Santiago y ella puede teletrabajar en su actividad principal, así que las nuevas distancias no les suponen un gran impacto. "Para mí son 13 kilómetros más, pero lo compensa ver a los niños, que pueden disfrutar fuera de la casa".

Al final, aunque la pareja pensó en seguir con la escolarización en Pontevedra, los tres ‘peques’ están en el colegio y la Escola Infantil de Ponte Caldelas, algo que, según explica Ricardo, es una de las ventajas que se han encontrado con el cambio.

"La verdad es que al venir a un sitio pequeño te encuentras cosas que en una gran ciudad parecerían imposibles. Tuvimos que estar confinados por un contacto estrecho y nos trajeron a casa los deberes del niño. Pensaría que es normal que los traiga un trabajador del Concello, pero timbraron y era el alcalde. Es algo que te sorprende. Al ser familia numerosa, también contamos con apoyo y ayudas y en ese sentido estamos contentos porque vemos que hay apoyos", indica Ricardo.

En cuanto a la familia de ambos, todos de Pontevedra ciudad, reconocen que "al principio se sorprendieron. Antes teníamos la ayuda de la familia casi en la misma calle y ahora todo exige cierto esfuerzo más y más tiempo, pero en cuanto vieron la casa y lo bien que se adaptaron los niños, se quedaron encantados".

"Co tema do covid hai moito máis interese no rural"

Aunque la tendencia de los últimos años viene marcada por un éxodo del rural hacia la costa gallega, hay casos que optan por lo contrario y no se arrepienten de la decisión. Adrián Pazos Noya, natural de Ribadumia, hace cinco años que hizo las maletas y se mudó a Lalín por amor.

El primer gran cambio en su vida fue en su trabajo, ya que al abandonar la costa tuvo que dejar la empresa del sector de la metalurgia para la que trabajaba. Ahora se dedica a la cantería artística, una profesión que para él es mucho más "satisfactoria".

undefinedY los hábitos del día a día, la segunda. Y es que "antes acababas de traballar e ías á praia, por exemplo, e agora, ou é por necesidade ou porque non hai outra alternativa, adicas o tempo a outras cousas", cuenta Adrián.

Y es que este lalinense de adopción le ha sacado partido al rural. Ahora su tiempo libre lo dedica a plantar castiñeiros o a las colmenas. "E antes era algo impensable, a quen se lle conte!".

A pesar de que reconoce que echa de menos su barco, con el que antiguamente salía al mar "todos os días", asegura que está encantado con vivir en la capital dezana. Además, cree que la pandemia ayuda a poner en valor el interior.

"Co tema do covid hai moito máis interese no rural", dice. De hecho, considera que a día de hoy ya no es lo mismo vivir en el rural que hace años. "Estás igual de servido e tes máis comodidades. Chegar á casa e non ter que preocuparte onde aparcar…iso non hai cartos que o pague!"

"De no haber niños pasamos a siete de menos de cinco años"

Aunque no es ni mucho menos el punto más distante con la capital, Parada de Tenorio, en Cerdedo-Cotobade, es uno de los pueblos en donde se puede hablar de resurgir gracias a los nuevos flujos de población. Sonia Sueiro lleva desde hace más de un semestre en esta localidad e incluso se ha casado tras su llegada al pueblo.

"La pandemia no me animó tanto, aunque pasar el confinamiento en un piso fue malo, pero siempre pensé en venirme", explica esta vecina, que es hija de una pareja oriunda del municipio, pero que reside en Vigo.

undefinedSe crio en la ciudad olívica y se asentó en la del Lérez, pero, siendo madre de un niño pequeño, decidió que la crianza tenía que ser en el rural. "Reduje mi jornada, porque soy de las que creen que si quieres hijos tienes que dedicarles el tiempo que necesitan, y nos vinimos a esta casa, que es la que tenían mis padres y en la que pasaba los fines de semana de pequeña", explica. 

Entre las ventajas que se ha encontrado, está la menor carga impositiva. "Solo hay que ver lo que cuesta el impuesto del coche en Vigo, en Pontevedra, o aquí".

Otra ventaja, la escolarización: "Al peque lo recoge un autobús cerca de casa y lo trae a las cuatro de la tarde, tiene comedor escolar y está de maravilla, aunque no todo es sencillo y me cuesta conciliar, como a todos", aclara Sonia, que entre las desventajas encuentra "que el pueblo no tiene ni donde tomar un café, aunque la farmacia, el médico y el súper están a dos kilómetros".

A ella lo que más la anima es el ‘boom’ que está experimentando su pueblo. "De no haber niños pasamos a siete de entre cinco años y unos meses. Algunos son hijos de vecinos que se quedaron y otros de gente que vino de afuera. Todos nos llevamos bien y les organizamos fiestas y actividades a los peques", explica. Incluso han convencido al alcalde para que instale un parque infantil.

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