Y los vivos volvieron a los ataúdes

As Neves celebra su peculiar romería con un cielo nublado, para alivio de los ofrecidos a Santa Marta
Romería de Santa Marta de As Neves. SALVADOR SAS (Efe)
photo_camera Romería de Santa Marta de As Neves. SALVADOR SAS (Efe)

Repican las campanas y una multitud aguarda junto a una pequeña capilla de la que comienza a desfilar en procesión una hilera de ataúdes a hombros de sacrificados porteadores acompañados de grupos que cantan plegarias y del redoble de tambores de una banda de música.

La escena remite a una desgracia multitudinaria, pero en realidad se trata de la romería de Santa Marta de Ribarteme, en el municipio pontevedrés de As Neves, en la que nada es lo que parece.

Los féretros no van vacíos, los ocupan personas vivitas y coleando que, de esta forma tan peculiar, expresan su devoción por la hermana de Lázaro, protectora de los desahuciados, en la creencia de que intercedió por ellos para que pudieran superar una grave enfermedad.

El sonido de las campanas, acompasadas con las bombas de palenque y un cántico repetitivo, "Virgen de Santa Marta, reina de la gloria, todo el que se te ofrece sale con victoria", y "Virgen de Santa Marta, estrella del norte, te traemos a los que vieron la muerte", dan mayor solemnidad a la comitiva.

Algunos de sus integrantes visten una especie de mortaja hecha de tul y portan un bastón y una vela, otros procesionan de rodillas, como es habitual ver en los santuarios de Fátima o de Lourdes.

Pero, sin duda, los grandes protagonistas son los "muertos-vivos", tal y como se conoce a los penitentes dentro de los ataúdes que se abren paso entre la multitud expectante que destila, a partes iguales, fe religiosa y morbo.

Este año han sido siete los "ofrecidos" a Santa Marta, aunque son seis los que han ido dentro de los ataúdes, todos ellos adultos.

En todo caso, la mayoría de edad no es un requisito indispensable. La única excepción es que los niños por los que se pide ayuda a la santa no desfilan amortajados en cajas, sino que éstas, de su característico color blanco, van vacías.

Este año el tiempo nublado ha sido un buen aliado para los "ofrecidos", ya que el sol que habitualmente suele hacer a estas alturas del año es un tormento para quien ha de permanecer inmóvil durante casi una hora dentro de una caja mortuoria.

Alimenta la leyenda de esta tradición ancestral, de la que hay referencias escritas que datan de 1700, que el diario inglés The Guardian la catalogara hace años como una de las fiestas más raras del mundo.

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