Entrevista

"Para mí, por encima de todo, está el amor por el dibujo"

George Lucas compró uno de sus originales después de pujar por él en una de las subastas en las que se pueden adquirir sus trabajos. Ana Miralles, una de las autoras españolas de mayor prestigio y proyección internacional, ha sido la homenajeada en la primera edición de BDra Gráfica
La dibujante e ilustradora Ana Miralles junto a las obras de su exposición en el Museo. DAVID FREIRE
photo_camera La dibujante e ilustradora Ana Miralles junto a las obras de su exposición en el Museo. DAVID FREIRE

Trece tomos y tres especiales conforman una de las obras fundamentales de Ana Miralles (Madrid, 1969), Djinn, que realizó entre 2001 y 2016 con el guionista belga Jean Dufaux. Es un ejemplo del trabajo monumental de una autora que acaba de ser homenajeada en la primera edición del Festival de Cómic de Pontevedra BDra Gráfica. Formada en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, se dio a conocer en la Feria del Cómic de Barcelona en 1982. Debutó en 1991 con el álbum El brillo de una mirada. Ganadora del Gran Premio del Salón de Barcelona y de varios Haxtur, en la actualidad es una de las autoras españolas de mayor prestigio y proyección internacional. 

El festival de Pontevedra le ha entregado un premio en reconocimiento a toda su trayectoria. ¿Cómo lo ha recibido?
Ha sido una sorpresa total. ¿Puedes creer que el muy felón de Kiko [da Silva] no me había dicho nada? Fue bastante emotivo. No pude más que dar las gracias porque es un honor que en un festival como este, que espero que dure muchos años, te señalen de esta forma. 

¿Se siente un poco pionera?
Es cierto que cuando empecé no había muchas mujeres en esto. Y yo siempre he sido muy reivindicativa en ese sentido, en el de reconocer a mis compañeras y en intentar potenciar el trabajo de las mujeres, pero mi compromiso íntimo es con el dibujo. Lo pongo por encima del hecho de ser mujer. Para mí, por encima de todo, está el amor por el dibujo.

La jornada inaugural de BDra Gráfica estuvo protagonizada por tres mujeres: Laura Pérez, Alicia Jaraba y usted. ¿Percibe que algo está cambiando en este sentido?
Muchísimo. Cuando yo tenía 20 años y empezaba en esto había un discurso único. La visión era la del patriarcado, por decirlo de una forma que todo el mundo entienda. Pero es que era así: tanto daba que se tratara de historietas de acción, westerns o ciencia ficción, apenas había mujeres protagonistas. Estaban de adorno. Eran chicas guapas que estaban allí como refugio del héroe. Esto ha cambiado radicalmente. De hecho, diría que el péndulo se ha ido al otro lado: ahora todo son protagonistas femeninas mires donde mires. Hasta los cómics de superhéroes. Es lógico. Las cosas tenían que cambiar. Cuando yo, que siempre he sido bastante gamberra, empezaba, me gustaba El Víbora. Aquel mundo tan marginal era lo mío. Pero tenía un aspecto de chica modosita y frágil, tímida sobre todo, que se contradecía con ese mundo interior. En un festival hablé con [Josep Maria] Berenguer, que entonces era el director de la revista, y le manifesté mi deseo de trabajar para él. Se me quedó mirando y me contestó: "Tú eres demasiado fina para nosotros". ¡Pero si yo era medio punki! ¡Si mi dios era [Miguel] Gallardo y su Makoki con [Juanito] Mediavilla! Me chiflaba, pero era algo que tampoco podías ir diciendo por ahí. Siempre me he movido entre dos mundos. Me atraían esas historias pero también sentía un profundo amor por los clásicos norteamericanos como El príncipe valiente, de Harold Foster.

"Las mujeres han entrado en tromba en el mundo del cómic. En pocos años ha sido una avalancha. Y hay una cantidad de talento increíble entre las jóvenes"

¿El reconocimiento social del cómic también ha ido cambiando a lo largo de los años? ¿O no tanto?
Ha cambiado mucho. Lo que habría que entender también es que el cómic es una industria que depende de los lectores para sobrevivir. No es un medio que esté subvencionado. Los editores no cuentan con ayudas, qué sé yo, a la traducción por ejemplo, que contribuyan a mover el mercado y a que haya más variedad. Pero sí es cierto que la introducción de las mujeres en el medio ha abierto el abanico a que haya más lectores. De entrada, cuando yo empecé, meterte en una tienda de cómics, si no estabas introducida en el mundillo, te daba un poco de corte. Era como un club privado de gente enteradilla. Pero se han ido abriendo las ventanas poco a poco y ha empezado a pasar aire fresco. Entre otras cosas se han incorporado historias que interesan a lectores que nunca abrirían un cómic clásico. La entrada de las mujeres en este sentido ha sido muy positiva. Y han entrado en tromba. En pocos años ha sido una avalancha. Hay una cantidad de talento increíble entre las jóvenes.

¿Qué consejo les daría a las que empiezan?
Ayer mismo [por el viernes], después de la charla, se me acercaron varias alumnas de la escuela de Kiko [da Silva]. Yo lo que les digo que esto es un proceso de aprendizaje continuo y que hay que ser muy humilde. Dibujar es algo que se aprende a largo de toda la vida. Tienes que entender el mundo para apropiártelo. Y tienes que sentir un profundo amor por todo lo que dibujas. Te pasas el día haciendo fotos mentales de lo que te rodea, dibujando sin dibujar. Es un ejercicio que tienes que hacer durante toda la vida.

¿Su obra ha cambiado mucho a lo largo del tiempo?
Uf, muchísimo. Según vas ganando seguridad, te deja de preocupar qué pensarán de ti, te deja de preocupar la imagen que das a través de lo que haces... Cuando yo era más joven, lo que más me preocupaba era tener un estilo propio. Para mí se convirtió en algo primordial. Fui dando bandazos. Hasta que me dejé llevar y empecé a dibujar simplemente por placer. Ahí es donde encontré mi estilo. Me olvidé de modas, de presiones, de influencias... En el momento en el que consigues distanciarte de eso y empiezas a navegar tú sola es donde te reconoces. 

A partir de su obra Djinn ha hecho un hermoso homenaje al mundo del cómic en el cartel de BDra Gráfica, en donde ha puesto a su protagonista, Jade, a leer a Miguelanxo Prado.
He escogido Trazo de tiza, que me encanta. Y también Calvin y Hobbes. Y ¡Puta guerra!, de [Jacques] Tardi, porque me parecía muy pertinente en estos momentos. Tres obras muy diferentes que pensé que podían interesarle a Jade, a la que he llenado de tatuajes de camelias.