Andrés Suárez: "Lloré al ver el mar de Pantín un año después"

El cantautor ferrolano sabe lo que es el éxito, pero también buscarse la vida en el Metro. El domingo llega a Noia, con doble sesión, al haberse volatilizado las entradas.
Andrés Suárez. EP
photo_camera Andrés Suárez. EP

ANDRÉS SUÁREZ no había pasado nunca más de una semana sin ver el mar. La pandemia lo obligó a pasar un año sin atender a ese ritual. El pasado viernes volvió a la playa de Pantín, la patria de su infancia, de la que han salido muchas de las canciones de sus ocho discos e ideas para sus dos libros. Ahora está presentando el segundo, ‘A través de los ojos’.

Empezó usted cantando en el Metro de Madrid y acabó llenando estadios a base de tenacidad.
No tengo otra cosa que el trabajo. Siempre hay alguien mejor que tú, más estudiado. El mejor músico no es el que llena los estadios, está en el garaje de una casa. Creo en el trabajo, creo en la disciplina, en la formación, trato de escribir canciones que creo que merecían ser escritas; me levanto y toco el piano y la guitarra para escribir mejor música y leo libros para escribir mejores canciones. Tengo muchas energías.

A pesar de tener ya 38 años.
Tengo 37. Ah, no! Cumplí 38 el viernes. Tuve la suerte de poder celebrarlo, después de un año sin ver a mi familia. No fue nada preparado, en la víspera estaba firmando libros en Vigo y me fui a casa, los de la editorial decían que estaba loco, pero necesitaba volver a casa.

¿A qué llama usted su casa? ¿A Pantín? ¿A Ferrol?
A Pantín, a Pantín. Nací en el muelle de Ferrol, pero la playa de Pantín es mi realidad. Mis padres están en Pantín. Mi madre es una enfermera de la sanidad pública recién jubilada. Es una de las que se dejaron la vida para salvarnos, una más. Les aplaudimos y ahora algunos se han olvidado. Ellos llevan más de un año jugándose la vida. No es una batalla política. Mi madre es enfermera, acaba de jubilarse; mi hermana cuida gente mayor; mi mejor amiga es neumóloga... Deberíamos tener un agradecimiento eterno a todos los sanitarios. Mi madre ha estado envuelta en bolsas de basura haciendo guardias de 24 horas... Ahora todo el mundo es epidemiólogo, todo el mundo opina sobre el coronavirus. Cuando Aute hablaba en Libertad 8 todos nos callábamos porque hablaba el maestro.

Acaba de decirme que su madre se jubiló recientemente. Usted estaba en Madrid, con miedo a que se contagiase. ¿La llamó para pedirle que se jubilase antes?
No se me ocurrió porque es vocacional. Dice que su labor es salvar vidas. No vamos a personalizar. El mérito es de todos los sanitarios. Estaban en la Tercera Guerra Mundial con féretros en los pasillos de los hospitales, adelgazando 12 kilos como mi amiga neumóloga, tomando ansiolíticos, sufriendo divorcios. Les debemos reconocer su dignidad y tenerles un respeto.

Vamos a dejar la angustia. Volvamos a Pantín. El pasado viernes llega a su casa, abraza a sus padres y qué hace después.
Me senté frente al mar. Estuve una hora llorando. Me crie en esa playa y llevaba un año sin verla. El mar es un espejo. Fue una vuelta muy emotiva. Todos tenemos los nervios a flor de piel. Esto va a sonar muy cursi, pero necesitamos mucho amor, mucha música y mucha palabra para evadirnos de la realidad.

"No creo en las etiquetas. Ponerle barreras a la música es imposible"

¿En qué pensó?
En que tengo mucha suerte de que mi padres vivan, en que somos supervivientes de una pandemia, en que podríamos haber muerto cualquiera de nosotros por habernos contagiado en un supermercado o en el Metro, en que soy muy afortunado.

¿Recordó los caballos salvajes que corrían por esa playa cuando usted era un chaval?
Sigue habiéndolos. Pantín es una aldea bravú. En Pantín uno está en contacto con el verde y azul de modo directo. Yo me crie en ese verde y ese azul con una bicicleta, una tabla de surf y una guitarra.

Con 14 años ya había formado su primera banda en Ferrol.
Nos llamábamos Los Invitados. No sé si éramos buenos, pero sí que nos lo pasábamos muy bien.

¿Por qué ese nombre?
Como siempre nos invitaban otros grupos a tocar con ellos decidimos llamarnos Los Invitados. Hacíamos versiones de Extremoduro, Barricada, Los Porretas... Después me debo a los casetes que ponía mi padre en el coche. Esa música fue importante. Sonaban Milladoiro, Carlos Núñez, Jose Afonso, Franco Battiato. Procuro escuchar de todo.

En sus inicios le recomendaron que no se definiese como cantautor.
Venimos del país de los cantautores. Víctor Manuel o Ismael Serrrano son dioses en Hispanoamérica. Son referentes de la palabra. Robe Iniesta o Iván Ferreiro son cantautores. Escriben sus canciones y las cantan. Le riñen por la tristeza de su música. Encuentran un valor en que sus discos tengan luz. No creo en las etiquetas. Ponerle barreras a la música es imposible.

Usted salta las barreras. Hay electrónica en su último disco.
Me daría vergüenza hacer dos discos iguales. Escucho otras músicas. Voy evolucionando. Cada dos o tres años saco un disco. El próximo será distinto.

"Esto va a sonar cursi, pero necesitamos mucho amor"

El álbum se llama Andrés Suárez. Es habitual en el mundo de la música poner el nombre del artista al primer disco, no al octavo.
Los productores escucharon las letras y me dijeron que me había mojado demasiado. Habla de un chaval que murió por sobredosis en Ferrol, de Nina, de la historia de mis padres. Por eso puse mi nombre y mi cara en la portada.

¿Da vértigo presentarse de cara ante miles de personas?
Da vértigo, pero es mi vida, lo que he conocido.

¿Por qué fue tan sincero con los años que lleva de carrera?
Era el momento.

La familia de su padre era marinera; la de su madre, aficionada a cantar.
Recuerdo a mi abuelo cantando tangos y boleros a los rosales. Mi madre cantaba canciones mexicanas, gallegas o de Mocedades. Cantaba muy bien ‘Yolanda’, de Pablo Milanés.

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