Sin Babitz, ¿qué es Los Ángeles?

La semana pasada fallecía a los 78 años la cronista del Hollywood secreto y amiga de las estrellas
Eve Babitz. LLOYD ZIFF
photo_camera Eve Babitz. LLOYD ZIFF

Un día de 1963, en la californiana Pasadena, una joven de 20 años llamada Eve Babitz se desnudó en el museo de arte de la ciudad. Se sentó en una silla frente a un anciano trajeado y comenzó a jugar al ajedrez, en concreto con las negras. Perdió las tres partidas que entablaron y el caballero ni se inmutó con la situación. 

Él era Marcel Duchamp, padre del surrealismo y el arte conceptual, y acudía al museo por una retrospectiva de su obra. El comisario de la colección era amante de la joven, a la que retó a realizar tal encuentro, inmortalizado para siempre en fotos. 

Así fue Eve Babitz hasta finales del pasado siglo, una personalidad irreverente que supo escoger las amistades correctas en cada tiempo e inmortalizarse. La semana pasada fallecía a los 78 años por complicaciones de la degeneración nerviosa provocada por la enfermedad de Huntington. 

Nació en un hogar en que las estrellas ya se paseaban antes de su alumbramiento. Chaplin, Greta Garbo o Picasso eran habituales acompañantes de los padres de Babitz, una artista y un músico de la 20th Century Fox. Su padrino fue el renombrado compositor Igor Stravinsky

Desapareció del ojo público tras quemarse gran parte del cuerpo por un fuego provocado con un cigarrillo y una falda inflamable

Comenzó a trabajar como diseñadora de carátulas de discos y pronto se hizo habitual escritora en Vogue, Esquire o Cosmopolitan con una irónica visión de la vida y bucólica sobre Los Ángeles. 

Escribía protegida por Joan Didion, que le consiguió su primer trabajo en Rolling Stone, salía de fiesta con Andy Warhol y Yoko Ono y se amaba con Jim Morrison, Annie Leibovitz, Harrison Ford o Steve Martin

Esta proximidad de groupie a las estrellas en su entorno natural le permitió ser testigo de los encuentros y anécdotas más extraños y que bañan toda su obra, en especial en El otro Hollywood

Desapareció del ojo público en 1997 por culpa de un accidente. Mientras conducía su escarabajo, un cigarrillo de sabor a cereza se le cayó encendido sobre la falda. Esta comenzó a arder y, por ello, sufrió quemaduras de tercer grado en gran parte del cuerpo. 

Dicen que escribió sobre las mujeres y Los Ángeles como nadie más hizo y todo comenzó en sus diarios con 14 años diciendo: "Nunca criaría a mis hijos en Hollywood". Babitz, al final, lo sabía todo y demasiado bien.

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