ENTREVISTA. ALICIA SUÁREZ

"Coger un lápiz te ayuda a pensar"

Su libro Nicolás cocina sin fuego acaba de ser recomendado por el IBBY para los jóvenes con discapacidad. Además, Alicia Suárez ha debutado hace poco como escritora con Un ollo para ler
A ilustradora Alicia Suárez (Pontevedra, 1974). RAFA FARIÑA
photo_camera La ilustradora Alicia Suárez (Pontevedra, 1974). RAFA FARIÑA

¿Cuándo y cómo comenzó usted a dibujar?
La verdad es que yo no soy de esas ilustradoras que cuentan eso de que ya de pequeñas no paraban de dibujar. No es mi caso. Dibujaba cuando era pequeña como dibuja cualquier niña. Sin más. Aunque sí que es verdad que en mi casa siempre gustó el mundo del arte. De hecho, somos dos hermanas y las dos estudiamos Belas Artes. Mi hermana formó parte de la primera generación que se formó en la facultad de Pontevedra y yo, de la tercera. De hecho, estudié esa carrera porque me parecía atractiva y diferente, pero también por seguir los pasos de mi hermana. Así me enganché a este mundo. Lo que fui siempre es muy imaginativa. Desde niña. Siempre estaba creando personajes e historias  en mi cabeza.

¿Entonces el paso por Belas Artes fue determinante? 
Para mí, que no tenía una vocación clarísima, sí. Me abrió las puertas a este mundo. La carrera fue importante y también los compañeros que allí conocí, que fueron los que me llevaron al mundo de la ilustración. Por ejemplo, Óscar Villán o Federico Fernández Alonso, que después recibirían el Premio Nacional de Ilustración. Además, la facultad me llevó también al mundo del teatro, que fue también muy importante para mí. Porque yo, cuando me meto en Belas Artes, entro también en el aula de teatro del campus de Pontevedra. Las dos cosas, la escena y las artes plásticas, fueron parejas. En ese grupo de teatro conocí a la gente que después monta la editorial Kalandraka. Allí estaba por ejemplo Tareixa Alonso, con la que después hice O galo Quirico. El teatro para mí fue muy importante. De hecho, empecé al mismo tiempo a ilustrar para Kalandraka y a contar esos mismos cuentos para niños. Era cuentacuentos. Y seguí siéndolo durante mucho tiempo.

¿Qué importancia ha tenido en su trayectoria la vinculación con Kalandraka?
Muchísima. Fíjate, yo creo que el cuarto cuento que publicaron en a editorial ya estaba ilustrado por mí. Me involucré con ellos muy pronto. Todos aquellos compañeros de la facultad que te mencioné antes volvimos a coincidir ahí. Yo qué sé... Fue un momento especial en el que coincidieron muchas cosas. Pero lo más bonito de Kalandraka es que allí no se ha perdido la ilusión. Desde el primero que crearon al último, trabajan cada libro como si fuese único. Es una pasada. Siempre les digo que todo lo que tocan lo convierten en magia. Es una fábrica de sueños increíble. 

"En Kalandraka siguen trabajando cada libro como si fuese único. Siempre les digo que todo lo que tocan lo convierten en magia. Es una fábrica de sueños increíble"

Con ellos trabaja en la colección Makakiños, dirigida especialmente a niños y niñas con trastornos del espectro autista (TEA). ¿Fue complejo realizar estas obras?
Realmente fue la Baión Asociación Tratamiento Autismo (BATA) la que se puso en contacto con Kalandraka porque no encontraban material. Ellos mismos estaban haciendo sus cuentos con el sistema de pictogramas, pero de una forma muy artesanal. Fuimos al Colegio Mecos a visitar a los niños y a ver cómo era su trabajo y, a partir de ahí, empezamos a trabajar. Primero fueron adaptaciones de cuentos clásicos, como La ratita presumida, y después ya nos lanzamos con material propio. Así nació Makakiños día a día, donde se trataba de que los libros ayudasen a los niños a hacer la compra, a ir a la biblioteca... 

O a cocinar.
Eso es, o a cocinar. Y esta fue la serie de obras protagonizadas por el personaje de Nicolás.

Precisamente este título, Nicolás cocina sin fuego, ha sido elegido por el organismo International Board on Books for Young People (IBBY) para formar parte de la selección de Libros destacados para jóvenes con discapacidad 2023, que impulsa cada dos años la Biblioteca Pública de Toronto. ¿Es importante estar ahí? 
Uf, yo creo que sí. Esto lleva a Nicolás a meterse en cocinas de todo el mundo. Porque esta lista se mueve a nivel internacional. Es un lujo. Yo no me considero una virtuosa del dibujo y esto es algo que, al principio, me preocupaba bastante como ilustradora. Porque ves a gente con una facilidad pasmosa para dibujar. Pero la ilustración es algo más. Te tiene que contar cosas. En esta serie de libros había que dejar de lado cualquier tipo de metáfora. Aquí lo que tuve claro desde el principio es que el protagonista tenía que ser muy expresivo.

¿Para usted, que es profesora, qué debe coger antes un crío un libro o un lápiz?
Las dos cosas al mismo tiempo. Hay que darle un libro y un lápiz. Porque coger un lápiz te ayuda a pensar. Antes era más habitual usarlo para todo, cogiendo apuntes y esas cosas. Las nuevas generaciones ya no hacen eso y sería importante que volviesen al lápiz. Yo recomendaría a un crío leer con un lápiz en la mano.

¿Le gustaría ilustrar algún cuento o alguna historia en concreto?
Cualquier clásico. Me encantan. Siempre los elegiría. Empecé así y sigo pensando que trabajar con ellos es una maravilla. Yo qué sé, revisar de nuevo El soldadito de plomo, Caperucita roja... Trabajar un clásico es muy bonito.

También lo es publicar una historia propia. Usted acaba de debutar con Un ollo para ler (Galaxia, 2022).
Como siempre he escrito, nunca he abandonado la idea de publicar también mis textos. Porque, como te decía, siempre me ha gustado inventar historias. A finales de año salió este título, el primero. Me ha hecho mucha ilusión. Y sigo trabajando en más.