Rosa María Calaf: "Estamos en un momento en el que se invierte mucho en desinformar"

► "El periodismo es el nervio sensible de la sociedad", dice Rosa María Calaf. Pionera y referente periodístico para varias generaciones, corresponsal histórica de Televisión Española, este sábado cierra el VI Encuentro 'As mulleres que opinan son perigosas'. "Somos peligrosísimas, al parecer".
Rosa María Calaf en el congreso 'As mulleres que opinan son perigosas'. GONZALO GARCÍA
photo_camera Rosa María Calaf en el congreso 'As mulleres que opinan son perigosas'. GONZALO GARCÍA

SER PERIODISTA no es fácil, reconoce Rosa María Calaf (Barcelona, 1945). "No lo ha sido nunca. Pero no hay que desanimarse, hay que pelear". La histórica corresponsal de Televisión Española (TVE) cierra este sábado (19.30 horas) el VI Encuentro As mulleres que opinan son perigosas.

¿Son peligrosas las mujeres que opinan?
Peligrosísimas, al parecer. Es tremendo que estemos en pleno siglo XXI y tengamos todavía que arrastrar este lastre. Es increíble que haya que seguir explicando que, si somos más de la mitad de la sociedad, tenemos que incorporar nuestra opinión y que no puede ser que se construya un mundo sin contar con nosotras. Pero lo que pasa es que hay muchos a los que no les interesa que la cosa cambie porque prefieren opinar solo ellos.

¿No hay demasiada opinión en los medios de comunicación?
Eso por supuesto. Yo me refiero siempre a opinar como persona y como ciudadana. Pero en los medios en este momento hay mucha opinión y, más importante aún, está muy poco diferenciada, muy mezclada con la información. Y los ciudadanos tienen derecho a recibir una información veraz, contrastada, rigurosa, independiente y plural. Luego, con esa información, ya crearán su opinión y tomarán sus decisiones. Pero lo que no se puede es aceptar como un hecho algo pervertido y sesgado. Eso es gravísimo. Y está pasando. Por tanto, hay un exceso de opinión y, sobre todo, hay algo dañino en esta sociedad que estamos construyendo no en base a una opinión pública sana y rigurosa sino en base a una emoción pública. Eso es tremendamente peligroso porque las emociones nos pueden llevar a equivocarnos muy fácilmente. 

El periodismo tiene que seguir peleando por visibilizar lo que se quiere invisible y contar lo que se prefiere silenciar

¿La emoción y el espectáculo se han apoderado de los espacios reservados para la informacion?
Exactamente. Siempre se ha hecho buen y mal periodismo, está claro. Y siempre ha habido voluntad de interferir por parte de determinados sectores. Pero el periodismo tiene que seguir peleando por visibilizar lo que se quiere invisible y contar lo que se prefiere silenciar. Hoy tenemos una tecnología que, pudiendo ser una aliada magnífica, si no se usa bien, se convierte en un cómplice perfecto de la mentira, del engaño, de la tergiversación y del discurso del odio. Estamos en un momento en el que se invierte mucho en desinformar y eso es extremadamente grave.

¿El papel de las nuevas tecnologías es una de las cuestiones que más debería preocupar en el oficio?
Sin duda, porque ahora mismo es el vehículo transmisor de la mayor parte de la información. Es decir, ahora mismo la ciudadanía, salvo personas de una cierta edad, se informa a través de las redes sociales. A mí no me importa el soporte. Hay que aprovechar al máximo la tecnología, pero siempre para ponerla al servicio del contenido y no al revés. Se tiende a simplificar, banalizar y a jugar con las emociones en lugar de aprovechar las oportunidades que nos brinda. No estamos ante una época de cambio, sino ante un cambio de época, que es mucho más importante, y ahí es donde enfrentamos una gran responsabilidad. ¿A qué sociedad aspiramos? ¿A una de consumidores de plataformas y aplicaciones? ¿O a una de ciudadanos, derechos y libertades? 

Se tiende a usar la tecnología para simplificar, banalizar y jugar con las emociones en lugar de para aprovechar las oportunidades que nos brinda

¿Es muy diferente la profesión que enfrentan las nuevas periodistas a la que enfrentó usted?
El periodismo nunca ha sido fácil y cada época ha tenido sus dificultades. Lo que es tremendo es que lo que ha contado la periodista que ha abierto este encuentro [Alba Moledo, de Diario de Pontevedra], de 29 años, me pasaba a mí hace 50 y pico años. ¿Cómo puede ser que no hayamos evolucionado? Yo cuando empecé era la única reportera en Barcelona. Ahora hay muchas más mujeres que hombres, pero no están presentes en las secciones de opinión ni en las jerarquías. Y el imaginario colectivo todavía se permite valorarte diciéndote que has salido muy guapa o que vaya pinta tienes hoy. Eso nunca se le dice a un hombre. O cubriendo conflictos o en situaciones extremas, ese ‘qué haces tú aquí con los hijos en casa’. Jamás se le reprocha eso a un hombre. El nuestro es todavía un imaginario impregnado hasta el fondo de esos patrones patriarcales. 

Según la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (Fape), el 45% de la plantilla de los medios de comunicación lo conforman mujeres, mientras sólo el 3% llega a un puesto directivo.
Ahí está el famoso techo de cristal. ¿Cómo es posible que tengamos que estar todavía defendiendo nuestro espacio, demostrando nuestra capacidad, exigiendo las mismas opciones y libertades? No podemos seguir hablando de ciudadanos de primera y ciudadanas de segunda. No es justo. Algo tan evidente como esto no se puede disfrazar de lucha ideológica. El feminismo nunca ha sido contra nadie, siempre ha sido a favor de todos. 

El imaginario colectivo todavía se permite valorarte diciéndote que has salido muy guapa o que vaya pinta tienes hoy. Eso nunca se le dice a un hombre

¿Ve el Telediario? 
Lo veo, aunque no siempre porque me muevo mucho. Y ya tampoco se hace eso de sentarse a ver el Telediario, ¿no? Sí que reconozco que en esta etapa reciente, con Carlos Franganillo, se han hecho cosas muy interesantes. Hay que resaltarlo porque me encuentro mucha gente que dice que ya no ve la televisión. Yo les pido que hagan una prueba: que vean los informativos de las principales cadenas durante una semana y comparen. Que lo que hace TVE no es perfecto, sin ninguna duda. Nada lo es. Pero que es infinitamente mejor de lo que hace el resto es incontestable. De cualquier manera, más allá del Telediario, lo preocupante es la presencia cada vez más importante de una información descafeinada, banalizada, superficial y efímera. Todo son acontecimientos puntuales, impactos, no se habla de procesos, ni de consecuencias. El periodismo ha de proporcionar conocimiento sobre los temas y no se hace. No hay tiempo. Ya no lo había en mi última etapa, que fue la mejor de TVE, con Fran Llorente al frente de los Servicios Informativos. Te las veías y te las deseabas para incluír pistas sobre el contexto de lo que contabas.  

¿Qué fue lo que más le costó a lo largo de su carrera? ¿De qué se siente más orgullosa?
Lo que más me costó fue defender mi espacio haciendo valer mi trabajo. Y que ese trabajo se valorase exactamente igual al de cualquier otro compañero hombre. Y de lo que más orgullosa me siento es de coberturas, como la del terremoto de Armenia, que tuvieron un impacto real y concreto sobre la vida de las personas. Saber que tu trabajo ha ayudado a salvar una vida, por ejemplo, supone una profunda alegría. Como lo supone que me paren mujeres por la calle para decirme que verme en una corresponsalía les dio valor para enfrentar cualquier circunstancia difícil.

¿Qué consejo le daría a una periodista que comienza?
Yo le diría que el periodismo es absolutamente necesario. Es el nervio sensible de la sociedad. Lo tienen que ver no como un trabajo sino realmente como una responsabilidad social. Vale mucho la pena estudiar periodismo. No es una profesión fácil, no lo ha sido nunca, pero no hay que desanimarse, hay que pelear.

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