"He tenido más de 220 actuaciones al año en un mismo día bailé en Francia y EE UU"

Antes de leer y escribir, Julio Bocca ya sabía volar. Aprendió a mover los pies al lado de su madre con apenas 4 años y alcanzó el éxito junto al gran Baryshnikvlo al obtener la mayoría de edad. Considerado un niño prodigio y uno de los mejores bailarines de ballet del mundo, el argentino llega el día 11 a A Coruña para transmitir su pasión a los alumnos
Julio Bocca.LEO BARIZZO
photo_camera Julio Bocca.LEO BARIZZO

LLEGÓ A TOCAR la cima del éxito con sus pies y ahora Julio Bocca (Buenos Aires, 1967) traslada su amor por la danza a alumnos de medio mundo. Tras nueve cirugías, varias lesiones y un ritmo frenético con más de 200 actuaciones anuales al lado de los más grandes, decidió bajarse de los escenarios en 2007. Ahora transmite a las nuevas generaciones la pasión que su madre y su abuelo le inculcaron por el arte cuando era solo un niño y lucha para que no se pierdan los valores "como el respeto por lo que se hace y perseguir siempre la calidad y la excelencia en cada paso".

Inició sus primeros pasos con solo 4 años junto a su madre y a los 7 entró en la Escuela Nacional de Danza. ¿Le transmitió su progenitora esa pasión o fue algo innato?

Fue algo natural, tuve la suerte de estar rodeado de una familia que amaba el arte. Mi abuelo venía de Italia y sentía gran amor por la cultura, mi abuela fue acompañante de una cantante en la Scala de Milán... En mi casa había un gran respeto por el arte. A mi madre mi abuelo le inculcó todo esto, ella fue profesora de piano, pintura, violín, danza... Yo viví esta pasión y elegí el baile. Era algo que necesitaba. Antes de aprender a escribir o leer, con 4 o 5 años, ya asistía a las clases que impartía mi mamá en la parte de atrás de nuestra casa. Hasta que con 7 años le dije que quería estudiar danza y me anotó en la Escuela Nacional. Muchas veces llegaba a las 11 de la noche a mi casa y era un niño muy feliz.

Alcanzó el éxito muy joven. ¿Cómo aprendió a digerirlo?

Gracias a mi familia. Con solo 14 años logré mi primer contrato artístico y me fui a vivir a Venezuela. Tuve que dejar la secundaria, irme a otro país, vivir solo, trabajar... De golpe tuve que hacer una vida de adulto si quería dedicarme a esto. Pero yo sabía que levantaba el teléfono y que mi madre siempre estaba al otro lado, ella siempre me apoyó y me contuvo.

¿Imaginó que llegaría a ser uno de los mejores bailarines del mundo?

Jamás, yo quería bailar y nada más. Todos los éxitos llegaron después. Mi disciplina crecía a medida que me ponía metas. Con solo 18 años fui a un concurso de Osaka y en la segunda parte me echaron y ahí pensé: ‘He ido a la otra parte del mundo y no les gusto, no sirvo’. Pero entonces me convocaron para el Concurso Internacional de Moscú y decidí ir sin expectativas, pero gané el oro, en ese momento mi mundo había cambiado. A raíz de eso me contrataron como primer bailarín para el American Ballet con Baryshnikov y ya fui ascendiendo.

Llegó a tener más de 220 funciones al año. ¿Cómo es posible seguir este ritmo?

Llegó un momento en que lo único que quería era estar encima de un escenario. He hecho funciones en un mismo día por la mañana en Francia y por la tarde en Estados Unidos. Y en medio hacía trabajos publicitarios. Lo vivía con ganas, no era un compromiso, por eso alcancé 220 funciones anuales.

¿En qué momento decide parar?

Fue algo paulatino. Tuve suerte de bailar con grandes figuras y veía como les costaba salir de los escenarios y a veces no era placentero. Admiraba lo que hacían pero no entendía como podían llegar a donde estaban y mantenerse. Yo quise retirarme en lo mejor y saber que la gente va a querer ver más y no va a poder. Con 30 años empecé a sentir que ya me costaban algunas cosas y me puse la meta de parar a los 40. Así lo hice. En esta etapa me fui despidiendo de mis personajes: de Romeo y Julieta, del Quijote... Los personajes que fueron creciendo conmigo desde los 18 a los 40 años y les fui dando un cierre a cada uno. Estaba feliz de llegar a mi nivel más alto y mi última noche dije adiós frente a 300.000 personas, fue un día feliz porque sabía que había obtenido el respeto y cariño de la gente.

¿Echa de menos estar encima de los escenarios?

A veces veo un espectáculo de una obra que yo hice y me da un escalofrío, pero la verdad es que no. Estoy orgulloso de todo lo conseguido y ahora vaya a donde vaya me acogen con los brazos abiertos. Ese respeto es lo mejor que tengo.

Se retiró en 2007, pero sigue difundiendo la pasión por la danza por todo el mundo. ¿Qué les transmitirá en el ‘Café con Julio Bocca’ en A Coruña a sus alumnos?

Siempre trato de transmitir lo que he aprendido y también mis experiencias de compartir escenario con grandes de este ámbito como Mijail Baryshnikvlo, Carla Fracci y otros muchos grandes maestros. Trato de transmitir que sigan con esa pasión y amor por la danza porque si lo están haciendo es porque lo eligieron y al mismo tiempo quiero inculcarles lo importante de que tengan su propia personalidad. En esta época donde todo es tan rápido a veces se copia mucho y se pierde esa esencia. Quiero que vean que la danza es algo natural, no es algo complicado como muchos piensan. Hacer un paso es como estar caminando, o un giro es algo que sale de forma innata. Pretendo que la danza sea más amigable para las nuevas generaciones, incentivarlos para que no bajen nunca los brazos. A lo largo de los años han cambiado muchas cosas y yo mismo estoy aprendiendo cada día.

Ha dicho en varias ocasiones que le gustaría que la danza se imparta como materia en las escuelas.

Sería buenísimo. Creo que la danza, como la música o el teatro, tendrían que ser un conocimiento. Al bailar los niños conocen su cuerpo, sus límites, su audición, olfato. Bailar tiene que ser una enseñanza, no un hobby. El arte es una lección de vida, no un entretenimiento. Esperemos que en algún momento se reconozca que la cultura es parte de la educación.

¿Qué es lo mejor y lo peor que le ha dado la danza? La danza me lo ha dado todo.

Ha sido como los brazos de mi madre abrazándome y protegiéndome, bailar es mi vida. Si tengo que decir algo malo, las nueve cirugías y alguna secuela que me ha quedado en un pie y mano.

¿Cómo le gustaría que le recuerden el día de mañana?

Como alguien que luchó para que la danza sea popular, por mantener la excelencia y la calidad, por conseguir el respeto por este ámbito... Alguien que intentó transmitir todos estos valores.

A lo largo de los años mucha gente ha hablado sobre su vida. ¿No es el momento de que hable Julio Bocca de sus vivencias?

Estoy trabajando en un documental, de momento no puedo avanzar más (risas).

Regresa a A Coruña 15 años después de su última visita. Argentina es un país con estrechos vínculos a Galicia. ¿Tiene familia gallega?

Pues no lo sé, mi padre nunca me reconoció y hace años me hice una prueba de ADN y salió que tenía raíces españolas, así que quien sabe si soy medio gallego (risas).

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