Mario Coiro, el artesano que nació de una marca

Cuando tenía doce años, un artesano de Lugo le regaló un trozo de piel de potro. Con un bolígrafo, un sacabocados, un martillo y unas tijeras confeccionó dos carteras. Era el principio de una gran amistad con el cuero, que dura hoy día y que le ha llevado incluso a renunciar a su nombre. Y es que Mario Rodríguez Oca es, para vecinos y desconocidos, sinónimo de una marca: Mario Coiro.

Veinte años después, sus piezas se venden en más de ochenta tiendas multimarca de toda la Península. Fabrica... de todo. Desde pulseras y pendientes hasta tapizados en cuero para dos hoteles, uno en Barcelona y otro en Canarias. Su manera de hacer artesanía ha cambiado, y mucho.

El sacabocados ha dejado paso a sofisticadas máquinas que ayudan con el 'trabajo sucio' y la demanda es tal que el tiempo libre de Mario es más anhelo que otra cosa. La buena acogida que han tenido sus diseños ha despertado la envidia (sana) de la familia. En casa de los Oca, la tradición se transmite de generación en generación. Pero, en contra de lo habitual, es el hijo el que ha enseñado el oficio a su progenitora.

Carmen Oca, la madre de la moda
Lleva en esto de la artesanía casi toda la vida. Porque para Carmen Oca, arte es todo lo que se hace con las manos. De joven se ganaba la vida como costurera hasta que se casó con un artesano. “Fui mujer de artesano durante más de veinte años”, dice entre risas.

Cuando le regalaron el trozo de piel a su hijo y vio lo que se podía sacar de él, Carmen sintió un cosquilleo. Mario siguió cultivando su nueva pasión, y su madre “aprovechaba que salía de marcha por las noches para curiosear en sus máquinas y poco a poco me fue enseñando cómo trabajar la piel”.

Aún así, ella prefiere lo tradicional. Sigue cosiendo a mano sus piezas, que van desde los cinturones, los monederos y los bolsos hasta un interminable catálogo de bisutería. Carmen se fija en la moda y ojea las revistas, por supuesto, pero sólo por la necesidad de “adaptarme a lo bonito”. Prefiere dejar el mundo del diseño a su hijo. “Yo nunca he hecho un boceto, siempre trabajo de cabeza”. Y de cada idea salen series muy pequeñas, de unas veinte o treinta piezas que enseguida le quitan de las manos.

Mientras habla despacha a sus clientes en una feria de artesanía. Preguntan precios, pero el dinero ya ha dejado de ser un obstáculo a la hora de vender el trabajo hecho a mano. “La mentalidad ha cambiado, y la gente ahora sabe valorar los productos artesanales”, reconoce Mario, que ha vivido el antes y el después.

Mario Coiro, la marca que bautizó a su creador
Este joven es 'esclavo' de la moda que su madre rechaza, casi por obligación. Una colección de bolsos diseñada por el estradense ha desfilado en la pasarela Cibeles hace seis años y desde entonces no ha parado. De su trabajo le gusta la capacidad de inventar, “diseñar la pieza desde el principio, pensarla, crear cada patrón por primera vez”. A Carmen, excepto coser, le gusta todo. “La monotonía me mata”, sentencia con una carcajada.

De la cabeza de Mario brota una idea cada cinco minutos. “Otra gente se mete en la cama y lee una novela”, dice. Él prefiere el bloc de dibujo para hacer bocetos. Mario comparte con su madre las fuentes de inspiración de sus diseños. Se fija “en lo que se lleva en la calle, en la naturaleza, en la arquitectura, en todo”.

Aunque la demanda no deja de crecer, la artesanía también ha notado los efectos de la crisis. Los bolsos y las piezas más pequeñas de bisutería abarrotan los pedidos. Por cuatro euros cualquiera puede lucir una pulsera de 'Mario Coiro', que el joven ha tardado unos quince o veinte minutos en confeccionar. Por 300 euros, el bolso más caro que a día de hoy forma parte de su catálogo y que ocupa dos días de trabajo. Su madre quiere matizar, por si aún queda alguien que crea que los Oca venden caras sus piezas: “detrás tienen un tiempo muy grande de crianza que nunca se tiene en cuenta”.

¿El mejor material? Mario no lo duda. La piel vacuna “siempre vegetal, que es tejido ecológico”, recalca hasta en dos ocasiones. “Es un material noble y es de las más usadas, junto a la piel de potro”. Entre sus diseños hay viejos modelos adaptados a los nuevos tiempos. “Se cambian los brillos por abalorios en mate, las hebillas por otras más modernas, pero los diseños no han cambiado tanto”, asegura.

Mario y Carmen son dos ejemplos que sustentan la idea de que lo hecho a mano no ha pasado de moda. “No hay decadencia, sólo necesidad de mirar siempre hacia adelante, de actualizarse”, reconocen ambos. Sus piezas están a punto de traspasar fronteras: estudian una oferta de Reino Unido para comercializar allí. Pronto, los ingleses vestirán complementos de 'Mario Coiro', la marca que ha bautizado al artesano.