David Saavedra: "El problema no es el nazismo, es el radicalismo"

Pone una condición para conceder la entrevista: nada de preguntas concretas sobre Pontevedra. David Saavedra quiere mantener a su familia al margen del interés que ha despertado el libro que acaba de publicar. En él relata cómo se convirtió en un nazi.
David Saavedra. PENGUIN RANDOM HOUSE
photo_camera David Saavedra. PENGUIN RANDOM HOUSE

EL PERIODISTA Jordi Évole eligió el potente testimonio de David Saavedra (Pontevedra, 1981) para cerrar, el pasado mayo, la temporada de su programa de entrevistas en La Sexta. Estaba a punto de salir a la calle su libro, ‘Memorias de un exnazi’ (Ediciones B, 2021), en el que cuenta cómo ha militado durante 20 años en el nazismo español, del grupo gallego Resistencia Aria al partido político Alianza Nacional. Militar profesional desde 2006, ha elegido una cita de Mario Camus para encabezar su obra: "En medio del odio descubrí que había, dentro de mí, un amor invencible".

Ha contado su vida en este libro.

Sí, el punto de partida es mi vida, mi propia experiencia, pero he intentado llegar un poco más allá. Si lo he conseguido o no, ya me lo tendrán que decir los lectores.

¿Por qué decidió escribirlo?

Esto, al menos en mi caso, no fue levantarse un día y decir voy a escribir un libro. Hace cuatro o cinco años, me encontraba en un proceso bastante complicado: estaba atravesando una fase de pérdida de la que había sido mi identidad desde que era un crío. Tuve que construirme una nueva desde cero. Decir algo así para ti no significa nada, como para cualquiera que no haya tenido que pasar por lo que me ha tocado a mí, pero te puedo asegurar que fue una auténtica pesadilla. En esa situación de derrumbe, alguien me propuso escribir un diario, para ayudarme a entender lo que me estaba pasando con algo de distancia. Empecé a escribir y a escribir... y cuando me di cuenta llevaba 50 páginas. Entre aceptar, sin más, que había tirado toda mi vida a la basura y ver que igual podía sacar algo bueno de eso que estaba escribiendo, que podría ayudar a alguien, opté por lo segundo.

Su interés por el nazismo empieza viendo un documental en el que aparece Hitler y preguntándole a su padre quién es ese hombre.

No te puedo decir eso de "todo empezó tal día a tal hora..." porque no fue así. La radicalización es un proceso que puede ser más largo o más corto. En mi caso empezó con 14 años, una edad que, visto lo que me encontré después, es bastante tardía. Normalmente el interés empieza a los 11 o 12 años. Y cada vez antes.

¿Tan pronto?

Y no solo con esto, con la pornografía, por ejemplo, pasa lo mismo. En mi caso, efectivamente lo que despertó mi curiosidad fue un documental que estaba viendo mi padre en el que aparecía una imagen cautivadora de un señor con bigote . Yo no tenía ni idea de quién era. En el colegio no habíamos hablado nada de estos temas, que es un dato muy importante. No es que exista una conspiración para no tratar el asunto ni nada parecido, pero los propios profesores te dicen que es una cuestión de temario y de tiempo. A medida que avanza el curso, el tiempo para hablar de según que cosas se reduce cada vez más. Cuando toca hablar del nazismo se pasa de puntillas, si se pasa. En mi caso ni siquiera se pasó. Así que le pregunté a mi padre quién era ese señor y con absoluto desdén me contestó que un loco. Yo miraba aquellas imágenes de decenas de miles de personas enfervorizadas y pensaba "pues yo también quiero ser un loco de esos". Tampoco habría que darle más importancia, pero la imagen se me quedó en la cabeza y, como siempre he sido muy curioso, decidí investigar. Un familiar tenía un ciber y empecé a pasar horas delante del ordenador. De lo primero que me salió, páginas de corte nazi o pseudonazi. Esa fue la primera información que recibí y no tenía nada con que contrastarla. Supongo que ahí se plantó la primera semilla. En base a eso, según mi experiencia, inicias una especie de vinculación emocional. Te identificas con eso. Para mí el bando de los alemanes era el de los buenos de la película. Puede parecer todo algo muy inocente o muy simple, pero así es como funciona la mente de un chiquillo de 14 años. Me gustaba la estética, los uniformes, el idioma, los tanques... Y esa idea de se mantuvo inalterable ya siempre. A los 20, a los 25, a los 30 años... Ellos eran los buenos: toda la información que recibía la sesgaba para que encajase en esa visión y toda la que contradecía esa idea la desechaba. Es es el famoso sesgo de confirmación. Sin él es imposible explicar cómo se radicaliza una persona.

La lectura de un reportaje sobre Resistencia Aria fue lo que consiguió afianzar sus ideas.

El poder de la palabra escrita es muy salvaje. Ahí están ahora mismo los bulos, las noticias falsas, etc. Aquel era un reportaje de La Voz de Galicia y, como ya he comentado en otras ocasiones, sería gracioso, si algún día me llaman, poder comentar con ellos todo aquello. Seguramente el responsable ni siquiera sigue en el periódico, pero lo que es seguro es que no se hace idea del poder que tuvo aquel día en mí. Porque yo no acababa de dar el paso, tenía dudas sobre involucrarme del todo o no, estaba justo en esa línea que, una vez que cruzas, ya no hay marcha atrás. No acababa de convencerme de que todo era mentira. Hasta que vi publicado ese reportaje. Un reportaje extenso, de cuatro o seis páginas, a todo color, que decía auténticas barbaridades. En el grupo éramos seis o siete, en toda Galicia, el mayor de 25 o 26 años y el más joven, yo, con 17 o 18, y allí ponía que éramos 200 cabezas rapadas superpeligrosos, que traficábamos con armas y teníamos contactos con el Ku Kux Klan norteamericano. Uno de los mayores del grupo, el que más hablaba conmigo, me dijo: "si mientan sobre nosotros, que no somos nadie, imagínate sobre cosas importantes como el holocausto". A partir de ahí, adiós. Adiós a la realidad, al sentido común y a todo.

Ingresa en el Ejército y se convierte en militar. ¿Es un tópico pensar que en ese ámbito hay mucha extrema derecha?

Yo te puedo hablar solo de mi propia experiencia. Me he tirado 20 años siendo un cuñado, hablando de cosas de las que no tenía ni idea, así que me vas a permitir que intente no repetir esos errores y me limite a hablar de lo que conozco. Porque yo no he hecho ningún estudio de las Fuerzas Armadas. Efectivamente llevo 16 años en el Ejército y voy para 17. He estado en un montonazo de cuarteles y he conocido a un montonazo de gente. Mi experiencia, centrándonos en el tema del nazismo, es que es una institución extremadamente hostil. Yo sufrí acoso laboral durante seis años por esta cuestión ideológica. Aguanté porque tenía la cabeza muy fuerte, pero si al sexto año no me llegan a conceder un traslado me habría ido del Ejército con una baja psicológica. No voy a negar, porque sería estúpido y falaz, que en el Ejército hay racistas y franquistas. Pero es que en la sociedad hay racistas y franquistas. Es imposible que no se filtren personas con estas características. Otra cosa sería afirmar que la institución promueve este tipo de ideas. Eso sí que es completamente falso. El que te diga algo así, miente y miente descaradamente además.

He utilizado una expresión, la de extrema derecha, que a usted no le gusta que se vincule con el nazismo.

No me gusta nada. Es que, bajo mi punto de vista, desde hace décadas se lleva analizando todo esto como una cuestión política y yo creo que es mental. El proceso de radicalización, quiero decir, es más mental que político. Cuando tú hablas de extrema derecha les estás legitimando de alguna manera políticamente. Quiero decir que aquí no estamos hablando de una derecha que se ha salido un poco de madre, es algo que va más allá. A alguien de ese mundo le dices que es de extrema derecha y se te quedará mirando en plan ‘qué dices’. Y verdaderamente no tienen nada que ver. Esto nos lleva a algo por lo que seguro que me vas a preguntar: el tema de Vox. Claro.

¿Simpatiza Vox con el nazismo? ¿A usted qué le parece?

Siempre me lo preguntan: ¿Vox es un partido nazi? Pues no, no lo es. Llevan muchas cosas en su programa ante las que cualquiera de ellos echaría bilis por la boca. Por ejemplo: la defensa de la monarquía, la defensa del estado de Israel... Son completamente incompatibles con las ideas nazis.

Se ha publicado algún artículo que intenta desacreditarlo vinculándolo a la extrema izquierda, señalando que se ha tatuado a Lenin... ¿Qué le parece?

Me parece maravilloso porque me permite explicar por que me tatué a Lenin. Cada vez que me lo sacan, lo explico. Lo he hecho en mi canal de Youtube y lo he enseñado sin ningún problema. Yo ya estaba radicalizado cuando cayó en mis manos el primer libro sobre extrema derecha. Era ‘Nuestras ideas’, de Ramón Bau, una de las máximas referencias en el mundillo nazi español. En él se aplican esas ideas al feminismo, a la sociedad, a la familia, etc. La estructura radical ya había ocupado mi cabeza. En ella ya entraba solo cierto tipo de discurso con cierto tipo de estructura. Un fanático no es capaz de separar su yo político de todo lo demás. Queda reducido a eso. Una persona, digamos normal, tiene su yo personal, su yo de ocio, su yo en cuanto a la cultura, al deporte, su yo espiritual... y su yo político. Es solo una parte más. No le va la vida en ello. A un radical sí. Si a un radical, sea un yihadista o un nazi, le quitas la religión o la política, desaparece. En ese proceso de reconexión de la realidad que empecé a vivir, me encontré con el nacionalbolchevismo. El discurso antibolchevique es uno de los pilares importantes del nazismo, incluso actualmente. Cuando yo conseguí romper el sesgo de confirmación y empecé a leer a Karl Marx, descubrí que no tenía nada que ver con lo que llevaba toda la vida escuchando y leyendo sobre él. Ahí se produce la primera ruptura en mi cabeza. Llego entonces al nacionalbolchevismo, que acepta las tesis marxistas, pero que mantiene el antisemitismo, el racismo, etc. Es como una fusión entre el marxismo y el nazismo. Y Lenin es uno de sus máximos referentes. Durante un tiempo, sí, me identifiqué con el nacionalbolchevismo. Afortunadamente, el proceso de desradicalización en mi caso ya había empezado y estaba funcionando como un castillo de naipes, había empezado a quitar cartas y eso, más pronto que tarde, se iba al suelo. Seguí leyendo y tratando de descubrir quién era yo. Así que no, que yo me tatuase a Lenin no quiere decir que yo ahora sea marxista. Formó parte del proceso que inicié en su día.

"Al principio me costó horrores interactuar, no ya con quien no pensase como yo, sino con quien tuviese inquietudes más allá de lo político e ideológico"

Lo ha repetido en muchas en sus entrevistas: siente que ha pisado el freno, pero todavía le arrastra la inercia.

Claro. Volvemos a que todo esto es una cuestión mental y emocional. En el plano personal, por ejemplo, piensa que me he tirado 20 años hablando e interactuando con personas que pensaban exactamente como yo. Al principio, me costaba horrores hablar con gente, no ya que no pensase como yo, sino que tuviese otras inquietudes más allá de lo político o ideológico. Y lo pasas muy mal porque sientes que no conectas con nadie. Te sientes súper solo y quieres volver atrás. De hecho, tuve muchos intentos de desandar el camino, casi por supervivencia.

¿Qué le diría a un chico de 14 años que acaba de ver un documental por televisión en el que se ha fijado en Hitler?

Le daría un libro nazi y lo comentaría con él. Soy un firme defensor de que esos libros hay que leerlos en los colegios.

¿Sigue pensando en visitar Auschwitz?

Sí, claro. Iba a hacerlo este año, pero el covid me ha trastocado los planes. Lo voy a dejar para el año que viene. Precisamente todo lo que ha pasado con la pandemia me ha enseñado muchísimo. Mucha gente me dice que en realidad los nazis no son un problema, que no tienen la capacidad de constituir una fuerza parlamentaria. En Grecia también era así hasta que Amanecer Dorado dio la campanada. Pero el problema no es el nazismo, es el radicalismo. Y yo casi prefiero hablar de negacionismo. Esa es la palabra que hay que utilizar. Un nazi es un negacionista del holocausto y de mil cosas más. Y es que esa misma mentalidad la he visto en la pandemia. Una persona que compra el discurso de que no vivimos una pandemia sino una ‘plandemia’ y que hay un plan superior para someter a la población mundial es exactamente lo mismo. Pero lo mismo. Si eres capaz de negar algo que tienes delante de tus narices, qué no podrás negar de algo que pasó el siglo pasado. De hecho, todos los nazis son negacionistas de la pandemia.

La famosa cita de  Eisenhower en la liberación de Auschwitz: "Grábenlo todo. En algún momento algún bastardo se levantará y dirá que esto nunca sucedió".

Eso es.

Comentarios