Vadim Yukhnevich: "En la antigua URSS todavía se mima la música"

Recorrió 3.500 kilómetros tocando en las calles de media Europa hasta llegar a Lugo, que conoce ya mejor que su Bielorrusia natal

Vadim Yukhnevich (Minsk, 1978). A.V.
photo_camera Vadim Yukhnevich (Minsk, 1978). A.V.

¿CÓMO ACABA un músico bielorruso en Galicia, en el otro rincón de Europa?
Llegué aquí en 2001. Antes recorrí toda España como músico callejero y, antes de eso, Europa. Nací y me crié en Minsk pero de muy joven me marché a Berlín. Después paseé por París, Barcelona, de allí a Valencia, Sevilla... Y de nuevo al norte, a Oviedo, para acabar en Lugo, donde vivo ahora.

¿Por qué Lugo?
Al llegar a Galicia, otros músicos y yo llevábamos una vida itinerante tocando por todas las ciudades. Alquilábamos habitaciones, hostales... Hasta que decidimos que Lugo sería idónea para convertirla en base de operaciones porque queda también cerca de Asturias, de donde veníamos. Llegué en 2002 y aquí me quedé. Me gusta mucho la ciudad y me tratan genial.

¿Cree que Galicia tiene melodía?
Tiene muchísima musicalidad, y me encanta el paisaje, la gente... Considero que este es mi lugar. Llevo media vida aquí, la conozco mejor que mi propio país.

¿Alguna nota negativa?
Me costó adaptarme al clima de Lugo porque es demasiado cambiante. El de Biolorrusia es continental y tiene cuatro estaciones muy marcadas, pero sabes lo que te espera en cada momento.

¿Y para describir su Bielorrusia natal, qué música utilizaría?
Una melodía con un punto grande de melancolía, pero no a nivel nostálgico. Es música de hace siglos que a mí me dice muchas cosas.

Usted toca el acordeón. Parece un instrumento alegre.
Empezó siendo sencillo, por eso se llama acordeón, porque pulsando un botón das un acorde, pero se fue desarrollando y con su complicación y mayores matices se convirtió en un instrumento que puede traer mucha melancolía, tristeza... Puede gemir o puede rugir.

¿Cuándo empezó a tocarlo?
En mi casa había un acordeón que nadie tocaba y a los siete años me apunté a clases. Mi madre y mi abuelo ya cantaban, así que había cierta tradición musical.

¿Qué tienen los países de la antigua Unión Soviética que dan tan buenos músicos?
Un sistema educativo que pone la música al alcance de todos. En las escuelas de música no tienes necesidad de comprarte un instrumento, sino que te lo dejan. Siempre se dio mucha importancia a la música, pero es algo que ya pasaba antes de la Unión Soviética y sigue pasando ahora. El aspecto negativo es que hay un punto de exigencia demasiado elevado, como si la música fuera marcar tiempos en una prueba deportiva.

¿Cree que en España se debería fomentar más la educación musical?
Allí tampoco se le daba mucha importancia en el colegio, más o menos como aquí. La diferencia es que allí muchísimos niños, más que aquí, van a escuelas de música que son accesibles para todos. Aunque a los profesores se les paga una miseria...

Entonces no tendrá pensado regresar a su país...
No, de momento solo de vacaciones.

¿Hay una dictadura en Bielorrusia? Algunos dicen que es la última de Europa...
Claramente, es una dictadura encubierta. Es terrible. Se trata de un presidente que lleva en el poder desde 1994, Aleksandr Lukashenko, que parte desde un punto de vista pseudosoviético. Yo no es que esté contra de una ideología u otra, estoy en contra de la ausencia de libertades. Y en Bielorrusia todo funciona a través de miedo. Pero bueno, con todo lo malo hay algunas cosas que siguen funcionando. Entre otras cosas, como te decía, la educación musical.

¿Llegó a dar clases en su país?
Sí, cuando era estudiante de conservatorio. Ahora doy clases en Lugo, en el colegio Fingoi; en Sarria, en el Conservatorio Cantiga, y ahora también en el Conservatorio Histórico de Santiago.

¿Es un profe exigente?
No en exceso. Un profesor debe tener sobre todo paciencia y deseos de que el alumno le tenga amor al instrumento y prospere.

¿Qué le gusta más, tocar o enseñar música?
Más tocar, pero enseñar es como una necesidad, entre otras cosas porque es un sustento económico.

La calle es el mejor escenario para perder el miedo escénico. Además en Galicia la gente anima más que en otros lugares

¿Un músico que ha tocado en la calle aporta cosas distintas a los alumnos que otro más académico?
Sí. Creo que les puedo aportar un plus en improvisación y, sobre todo, ayudar a perder el miedo escénico. Tocar en la calle es bastante complicado porque no toda la gente está interesada en lo que haces. En cambio en un recinto cerrado sabes que quién está allí va a escucharte. Después de la calle cualquier escenario es fácil.

¿Y en las calles de Galicia cómo es el público?
En Galicia gusta mucho la música. En otros lugares acabas el concierto y, aunque guste, piensan: 'ya has hecho tu trabajo'. Aquí la gente quiere más y más. En otros sitios el público es más frío.

¿Qué música disfruta más haciendo?
La ligada a la interperetación, como poner música al teatro. Trabajé con Sarabela Teatro o Ilmaquinario, con la que ganamos un premio con la obra Resaca. Me gusta tocar en escena y componer para teatro y danza.

¿Y cuál escucha en su día a día?
Últimamente poca. No me gusta escuchar grabaciones, me parecen recuerdos. Prefiero esperar y escuchar música en directo.

¿Ni siquiera las de su grupo, Banda Crebinsky?
(Ríe). Me quedo con el directo. Es genial ver cómo la gente disfruta tanto como tú con lo que haces. En Banda Crebinsky somos músicos muy distintos y aprendemos mucho unos de otros.

¿Hay cantera musical en Galicia?
Mucha, sobre todo en viento metal.

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