Najat El Hachmi: "El velo es un símbolo de control que ha pasado a ser banalizado"

Había estado en la Festa dos Libros del año pasado y esta semana, la ganadora del Premio Nadal de 2021, la escritora volvió a Pontevedra para participar en la Semana Galega de Filosofía
La escritora Najat El Hachmi en el Parador de Turismo de Pontevedra. DAVID FREIRE
photo_camera La escritora Najat El Hachmi en el Parador de Turismo de Pontevedra. DAVID FREIRE

"Es brutal lo que está pasando con los refugiados", dice Najat El Hachmi (Nador, Marruecos, 1979) preguntada al respecto de las diferencias de trato que están recibiendo los ucranianos frente a los sirios o los afganos que llegan a Europa. Igual de contundente se muestra hablando del feminismo relativista y del uso del velo que de geopolítica. Ganadora del Premio Nadal del año pasado (por El lunes nos querrán), la escritora, licenciada en filología árabe por la Universidad de Barcelona, ya había obtenido el Premio Ramon Llull de novela en 2008 (por L’últim patriarca) y el Premio Sant Joan de narrativa en 2015 (por La hija extranjera). Este jueves su conferencia cerró la cuarta jornada de la Semana Galega de Filosofía.

Quizás habría que empezar definiendo los dos conceptos sobre los que girará su intervención: el femenismo inclusivo y el relativista.
Lo que yo quería era aclarar cómo se encaja el feminismo de las mujeres de origen musulman dentro del feminismo. Nosotras nunca imaginamos que, en algún momento, surgiría la necesidad, dentro del discurso público, de distinguir entre feministas según su identidad. Cuando nosotras señalamos el origen de nuestra discriminación no podemos obviar la cuestión religiosa. En cambio, en algunos sectores feministas o de izquierdas hemos visto como se defiende la religión por encima de los derechos de las mujeres. O simplemente se relativiza la discriminación, el sufrimiento y la opresión de las mujeres musualmanas. Para que el feminismo sea realmente inclusivo lo que tiene que hacer es sumar la lucha de las feministas contra el islam no la lucha de las llamadas feministas islámicas, que lo que hacen es blanquear el patriarcado islámico. 

Cuando dicen, por ejemplo, que sea la mujer la que decida si se pone el velo o no.
El velo es el elemento más visible, más polémico y más conocido, pero es solo la punta del iceberg de todo un sistema de normas que oprimen a la mujer musulmana. Cuando niegas la base discriminatoria del velo, lo que haces es entrar en un terreno relativista. Algo que, en el contexto musulmán, se le impone específicamente a la mujer y es un símbolo de control sobre su cuerpo y su sexualidad, pasa a ser banalizado. Se le quita hierro. O se instrumentaliza por parte de esos sectores de la izquierda que han ido a buscar a la mujer musulmana con velo para demostrar que son inclusivos y que no son racistas. Por otro lado está el avance de la extrema derecha, que ha condicionado el debate. Caemos en su trampa llevándole la contraria. Buscamos el discurso opuesto, pero lo opuesto a la extrema derecha no es estar a favor del islam ni promover su discriminación de la mujer, sino promover la igualdad real entre hombres y mujeres. 

En algunos sectores feministas o de izquierdas hemos visto como se defiende la religión por encima de los derechos de las mujeres.

¿La extrema derecha ha ensuciado el debate?
Lo ha ensuciado y lo ha polarizado. Al mismo tiempo, hay un auge de otra extrema derecha dentro de la comunidad musulmana que es el del fundamentalismo islamista, que está tratando de captar jóvenes dentro de las nuevas generaciones de musulmanes europeos presentándose como islam, sin más, cuando no es para nada la religión que hemos heredado de nuestros padres. Es un proyecto muy político. Sin embargo, no hay una preocupación pública sobre este asunto. De nuevo se aprecia un sesgo racista. Se considera que el tema del islam es algo que pertenece a otras culturas y otros países, cuando esta problemática pertenece a nuestra sociedad. Porque tenemos a muchas niñas en los colegios presionadas para llevar el velo, que no pueden aprender a nadar, que están excluidas de un montón de actividades. Y tenemos a muchas chicas jóvenes viviendo con sufrimiento el tener que decidir entre su libertad individual y su vinculación con la familia, su origen y su cultura. 

¿Podría haber incluso una mirada condescendiente por parte de los occidentales a cuestiones que se consideran exóticas? ¿O no es el caso?
Es evidente que hay una visión muy superficial de lo que es el otro. De hecho, solo hay que ver que nos quedamos en elementos externos, superfluos, y no indagamos en lo que hay detrás. 

Ponte tú el velo. ¿Por qué lo tienen que llevar ellas? Póntelo tú desde pequeñita y a ver qué consecuencias tiene en tu bienestar y en la relación contigo misma y con tu cuerpo y tu sexualidad.

Esto de ‘qué bonito es ver a niñas con velo integradas en las escuelas’.
Pues póntelo tú. ¿Por qué lo tienen que llevar ellas? Póntelo tú desde pequeñita y a ver qué consecuencias tiene en tu bienestar y en la relación contigo misma y con tu cuerpo y tu sexualidad. Ahí es donde el feminismo se vuelve relativista y ese relativismo es tremendamente cómplice con la discriminación que sufrimos. Tiene además, como digo, un marcado carácter racista. Lo que yo defiendo para mi hija, que es la niña que más quiero en el mundo, lo voy a defender para todas las niñas. Sin excepciones. Porque todas tienen derecho a tener una vida en la que nadie les diga que son menos, o tienen que hacer esto o lo otro, por el mero hecho de haber nacido mujer. El feminismo relativista lo que está diciendo es "para mi niña, lo mejor, pero para las hijas de los musulmanes, permitamos otras cosas". 

"Me confieso confundida y algo aturdida en relación con uno de los debates que más espacio está ocupando en los últimos tiempos", empezaba hace poco uno de sus artículos de El País. Hablaba de la cuestión trans.
A mí me genera preocupación la protección y el amparo de los menores. Sobre esto he escrito. No hay que dejarlos solos. Porque percibo que, en esta sociedad occidental, los adultos tenemos cierta tendencia a abdicar de nuestras funciones. Sobre todo en lo que tiene que ver con ser garantes de la salud, de la integridad y de los derechos de los menores.

Si a Kamala Harris no le duelen igual los niños palestinos que los niños afroamericanos tiroteados en las calles, no nos sirve de nada que haya una mujer de color en ese cargo.

Esta Semana Galega de Filosofía comenzó analizando el conflicto entre Rusia y Ucrania, una cuestión a la que usted se ha referido para llamar la atención sobre la especial vulnerabilidad de mujeres en estas circunstancias.
‘La guerra no tiene rostro de mujer’ es un libro de Svetlana Alexiévich que recoge los testimonios de las mujeres que participaron en la Segunda Guerra Mundial. Su visión y el relato que construyen no tiene absolutamente nada que ver con el relato oficial. Las mujeres en todas las guerras tenemos todas las de perder porque se nos utiliza. A mí lo que me parece tremendo es que después de todo lo que hemos pasado en esta pandemia intentando preservar la vida, haciendo un esfuerzo tan titánico, ahora de repente esté ocurriendo esto.

También se ha referido a la diferencia de trato que están recibiendo en Europa los refugiados ucranianos con respecto a los sirios, por ejemplo.
Es tremendo. El nivel del racismo geopolítico es brutal. Los mismos países que ponían la zancadilla a los sirios cuando intentaban cruzar su frontera son ahora los más acogedores del mundo. Y otro doble rasero: hacemos unos discursos muy contundentes contra Putin, pero con otros regímenes totalitarios somos absolutamente tolerantes. Arabia Saudí, por poner un ejemplo que está en los medios estos días. Claro, como tienen dinero, todo vale. Ahí es donde falla el sistema de valores occidental. Por cosas como esta yo no puedo ir a Marruecos a defender la cultura occidental. Se traicionan los valores por intereses económicos. ¿Qué diferencia hay entre Putin y Mohamed VI? Pero uno es nuestro enemigo y el otro nuestro hermano. Eso es racismo geopolítico y desmonta cualquier tipo de celebración de cualquier victoria política de la izquierda e incluso del acceso al poder de las mujeres. Porque si a Kamala Harris no le duelen igual los niños palestinos que los niños afroamericanos tiroteados en las calles, no nos sirve de nada que haya una mujer de color en ese cargo. Porque lo que importa es lo que hace. Y se puede ser mujer y hacer políticas machistas y ser de color y hacer políticas racistas. 

JORNADA DE CLAUSURA
La Semana Galega de Filosofía, que organiza el Aula Castelao en Pontevedra, termina este viernes con las tres últimas conferencias del ciclo. La profesora portuguesa Raquel Cardeira hablará Do adeus ao trabalho à falta de trabalhadores a las 10.30 horas. Le seguirá la arquitecta Tiffany López Ganet, a las 17.00, con una ponencia titulada desdeanticontrapostCOLONIAL. La Semana acabará con la lectura de conclusiones por parte del Aula Castelao y la lección de clausura a cargo de la filósofa y escritora Victoria Sendón, a las 20.00 horas. Todas las charlas son en el Pazo da Cultura. Entrada libre.

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