De 1998 a 2018, del éxtasis a la confirmación

Este domingo el joven plantel galo replicó aquello que 20 años atrás había funcionado bajo la dirección de Aimé Jacquet

El técnico Aime Jacquet junto a los jugadores Marcel Desailly y Youri Djorkaeff, celebrando la final del Mundial en 1998. EFE
photo_camera El técnico Aime Jacquet junto a los jugadores Marcel Desailly y Youri Djorkaeff, celebrando la final del Mundial en 1998. EFE

Según explicó Laurent Blanc en declaraciones a FIFA.com, aquel equipo basó su éxito en tres palabras: trabajo, alegría y victoria.

Didier Deschamps eligió en la antesala de la final otro tridente. "Debemos jugar con serenidad, confianza y concentración", subrayó.

La tarea del técnico de Bayona fue especialmente metódica desde la dolorosa derrota encajada en la final de la Eurocopa de 2016.

En dos años modificó 14 de las 23 piezas del equipo para presentarse en el Mundial de Rusia con una plantilla ilusionante, por talento y media de edad.

"Se trata de un equipo joven, por eso mucha gente decía que era demasiado temprano", analizó Alain Boghossian. "Pero todos sabíamos que en Francia no valía con ser tercero o cuarto. Es más, ¿quién se acuerda del subcampeón? Para mí, como exjugador, exentrenador y aficionado de Francia, lo único aceptable es ganar", apuntó.

Con ese requerimiento, Didier Deschamps "creó un equipo a su propia imagen", explicó Blaise Matuidi, titular en la final ante los Vatreni. "Ha tratado de recrear su glorioso pasado como jugador y ha funcionado. No es casualidad", agregó.

Él es uno de los jugadores que mejor ejemplifica la fuerza y potencia física de esta escuadra francesa, capaz de batirse cuerpo a cuerpo con Argentina, Uruguay y Bélgica, con un derroche que trasladó a los seguidores hasta 1998.

"Nuestra preparación física fue prácticamente perfecta. Crecimos a lo largo del certamen y llegamos al último partido en un estado de forma óptimo. Creo que en el duelo final, ante Brasil (3-0), físicamente fuimos superiores", convino Laurent Blanc.

El alborozo resonó en aquel vestuario tras el definitivo duelo en Saint-Denis. En el del estadio de Luzhniki explotó tras la sexta victoria en siete partidos (empataron ante Dinamarca, en el tercer compromiso de la fase de grupos).

Hasta ese momento la dicha fue comedida, pero tras la victoria ante el conjunto croata la satisfacción derivó en euforia. Francia volvió a gritar al mundo que es campeona. 

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