Cuando cualquier pontevedrés, o visitante, pase este jueves por la avenida de Montero Ríos a las cinco de la tarde no se encontrará con una escena que ha repetido de ininterrumpidamente en los últimos 33 años: la salida de la San Silvestre.
La pandemia del coronavirus ha convertido la presente edición en la más rara, porque en los tiempos de crisis lo esencial es reinventarse para poder resistir. Pero nada será igual porque esta tarde la ciudad de la Boa Vila no se llenará de colorido gracias a un evento que en esta última década se transformó en un verdadero fenómeno de masas.
Hace justo un año, más de siete mil atletas participaron en una carrera que cumple su edición número 27, pero que nació hace 43 años para festejar el cincuentenario de la Sociedad Gimnástica.
Candela Suárez ganó la pasada edición de 2019 con tan solo 12 años de edad
Unos cuantos años antes de que un grupo de amigos, emulando a la carrera que se celebraba en São Paulo para despedir el año, pusieran en marcha en Madrid la San Silvestre vallecana, los por aquel entonces gestores de la Gimnástica de los años 70 organizaron la primera edición, en 1977, bajo el nombre de Gran Pedestre de Fin de Año. La convocatoria tuvo un rotundo éxito a pesar de las dificultades para llevarla a cabo, porque hubo una época en la que correr no era una moda.
El concepto de deporte-salud no estaba arrai
gado en la sociedad y en la prueba se reunían mayoritariamente atletas federados; eso sí, eran lo mejorcito de Galicia. Estanislao Durán ganó las dos primeras ediciones y el fondista pontevedrés del momento, Rogelio Barragáns, se alzó, por fin, con el triunfo en 1979, después de tocar dos veces el podio.
Aquellos tres primeros años dieron paso a un lustro en el que la prueba no se disputó. Fue en 1985 cuando se recuperó, pero fue un espejismo porque en los dos años siguientes tampoco se llevó a cabo.
La San Silvestre regresó en 1988 de manera definitiva, ya bautizada de la manera en la que se hizo popular. Desde ese entonces siempre ha sido el último evento del año del deporte pontevedrés.
La prueba fue ganando en popularidad y nombres ilustres del atletismo gallego, e incluso portugués, inscribieron el suyo en el palmarés de la carrera de la capital de las Rías Baixas.
Manuel García Gendra, Julia Vaquero, Carlos de la Torre... fueron algunos de los atletas importantes que ganaron en Montero Ríos hasta la llegada del siglo XXI.
Era una cita importante, pero no tan popular como en la última década.
La popularización del running hizo que la prueba aumentase considerablemente su participación. Fue en 1995 cuando se superó la legendaria cifra del millar de atletas, muy lejos de los siete mil que tomaron parte hace un año.
Con el transcurrir del tiempo también aumentó la participación. La barrera de los 2.000 se superó a mediados de la década, por aquel entonces la San Silvestre ya había consolidado su condición festiva, aunque hubiera clasificación final lo esencial era participar y daba igual cómo. Los disfraces pasaron de ser una anécdota a convertirse en una tradición. Cualquier elemento llamativo sirve para despedir corriendo el año.
Ese ambiente festivo, una ciudad que se presta para la práctica del atletismo y la popularización del running hizo que en 2014, y sin que nada lo anunciara, se pasara de 2.900 atletas a más de 5.000. Todo un acontecimiento que parecía irrepetible, pero nada más lejos de la realidad.
Desde aquella edición extraordinaria todos los años se batió el récord de participación hasta que hace 366 días se colocó el cartel de los 7.000 atletas, una cantidad parecía absolutamente imposible cuando en 1977 tomaron parte en la prueba de 652 corredores.
7.000 atletas que reivindican la condición de pontevedresismo y que convierten a la San Silvestre de la Boa Vila en la más reconocida y especial de todas las que se celebran en Galicia.
En un año tan raro como el actual, la San Silvestre perdura, también su espíritu, aquel con el que comenzó en 1977 y que fue consolidando con el paso de los años.
