Annus Horribilis

El descenso del Pontevedra se veía venir desde lejos y las razones del mismo también habrá que buscarlas en la lejanía, igual que los responsables.

El resumen de la campaña en números es desolador, de récord en casi todos los departamentos. Hubo dos presidentes, tres entrenadores en el primero equipo, tres entrenadores en el filial, 34 jugadores debutantes en el primero conjunto. Fueron despedidos varios empleados, el director general y el financiero, el deportivo se fue y volvió. Total, el equipo semiprofesional sumó 39 puntos en 37 encuentros, a un punto por jornada, garantía de descenso en cualquier categoría.

La crisis económica fue el telón de fondo propiciatorio que alimentó errores, generó presiones y obligó a desatender la actividad principal de un club de fútbol, los partidos. No se puede decir que el descenso a Tercera División sea consecuencia exclusiva de la mala gestión de una temporada, sino de un periodo más largo, en el que se pagó una ambición excesiva, la vida por encima de las posibilidades de un ente que quemaba más energía de la que producía.

Durante años, Nino Mirón tiró del carro, apoyado en su patrimonio personal. Pero cuando la crisis emergió, el expresidente quedó sin margen de reacción. La temporada 2008-09 fue el primer aviso, un primer ejercicio claramente deficitario. El curso 2009-10 fue la particular apuesta a una carta de la entidad para resurgir. Al no ascender, el PCF se vio con el agua al cuello definitivamente, con una situación económica acuciante que llevó a tomar decisiones precipitadas y erróneas en la parcela deportiva.

En ese apartado, la confección del plantel fue desacertada, fundamentalmente por el destrozo defensivo: se marcharon los cuatro titulares del curso anterior y los que llegaron no demostraron estar al nivel de sus antecesores.

Aun así, el bloque tenía calidad de sobra como para no temer por el descenso. Pero se sumergió rápido en una doble dinámica negativa: perder y no cobrar.

Se destituyó un primer entrenador, Ángel Viadero, pero enseguida se comprobó que él no era el problema. Poco después, hartos de promesas incumplidas, los futbolistas amenazaron con ir a la huelga de vuelta de las vacaciones de Navidad. Llevaban cuatro o cinco meses sin cobrar, desde septiembre con deudas.

Representantes de los tres grupos políticos capitalinos, con el presidente de la Diputación y el alcalde al frente, consiguieron involucrar a una serie de empresarios para que acudieran al rescate de la entidad, con la condición de que Mirón se hiciera a un lado. Desbloquearon la situación económica y aceptaron una revolución deportiva: ocho fichajes en invierno.

Los nuevos dirigentes priorizaron la situación económica sobre la deportiva y se deshicieron de Igor, el mejor jugador y máximo goleador del primer equipo. La falta de experiencia y la división de opiniones en la comisión de mando no ayudaron al equipo, que además quedó sin gol y estuvo tres meses sin hacer una diana en jugada elaborada, desde el 2 de enero hasta el 11 de abril. Entonces, sumergido de lleno en la zona de descenso, no supo reaccionar y nunca estuvo a la altura de las circunstancias.

El último cambio de entrenador, motivado por la dimisión de un Fernando Castro Santos harto con las constantes injerencias de elementos externos en el desempeño de su trabajo, no se solucionó. Manolo Tomé no logró hacerse con la tecla adecuada en ningún momento y el Pontevedra nunca dio sensación de poder superar el problema en el que estaba inmerso.

Los futbolistas tampoco dieron un paso al frente, muchos de ellos desquiciados y sin fe en su trabajo, estuvieron muy por debajo de su rendimento. A algunos ni siquiera se les permitió debutar y aquellos que deberían marcar diferencias estuvieron más tiempo dañados que operativos (Rubén Reyes y Fran Amado). El plantel tenía carencias, no era para luchar por el ascenso, pero tampoco para bajar.

Más en Deporte Local Pontevedra
Comentarios