CAFÉ CON... PABLO DAPENA

Pablo Dapena: coco de ganador

Ahora, cada vez que veo a un campeón como Pablo Dapena me descubro ante él. Un tío que cuando está de vacaciones, como esta semana, se mete al menos una hora y media de entrenamientos

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photo_camera Rodrigo Cota y Pablo Dapena se retan. RAFA FARIÑA

PABLO DAPENA, pontevedrés de pura cepa, es uno de esos alienígenas que dedica su vida al triatlón, la disciplina deportiva más exigente cuantas existen. Hasta no hace mucho, cuando yo ya era un muchacho atlético y hermoso, creía que el triatlón era cosa de perdedores. Quien no era el mejor nadando, ni andando en bici ni corriendo pero no era demasiado malo en cada una de las modalidades, se volvía triatleta. La cosa, creía yo, tenía u lógica. Pero un día, así pensando, vi un día nadar a Phelps y llegué a la conclusión de que si luego tuviera que coger una bici para hacer tropecientos kilómetros y dejarla para echarse a correr, igual no llegaba ni entre los cien primeros, entre otras cosas porque igual le pasa como a mí, que ni Evaristo Portela logró enseñarme a andar en bicicleta.

Así que ahora, cada vez que veo a un campeón como Pablo Dapena me descubro ante él. Un tío que cuando está de vacaciones, como esta semana, se mete al menos una hora y media de entrenos y a partir del próximo lunes, que acaba sus vacaciones, un mínimo de siete horas diarias. Dice que tiene poca técnica para correr, así que lo reto a una carrera. Si lo de él es poca técnica, imagínese lo mío. Obviamente, me gana sin mayor esfuerzo, lo que menoscaba mi orgullo y mi autoestima.

dapena2Dapena empezó a nadar un día. Tenía asma y le dijeron que la natación le vendría bien. Vio que hacía buenas marcas. Se fue de Erasmus a Hungría y a la vuelta recuperó la natación, pero pensó que la piscina no recompensaba lo suficiente. Se dio cuenta de que para correr tenía cierta facilidad y de que la bicicleta era cuestión de echar horas y kilómetros, así que se decidió por el triatlón. Y ahí anda. No le va mal. En lo que va de año, fue campeón de España de larga distancia, plata también en larga distancia, cuarto en el Nacional de triatlón sprint, oro en el triatlón de Vitoria, y oro en el Campeonato por clubes. Ya no tiramos de su trayecto anterior a 2017 porque no hay periódico en el mundo para cubrirlo.

Le pregunto si está preparando unos Juegos Olímpicos. Lo tiene difícil, me dice: los dos mejores del mundo son españoles. El quinto también es Español y antes que él hay otros cuantos. A los Juegos Olímpicos sólo van tres por cada bandera. Un sistema injusto, digo yo. O sea, que el mejor triatleta boliviano, o finlandés, que puede hacer tiempos que quedan media hora más lentos que los de Dapena, puede ir a unos Juegos Olímpicos, pero Dapena no. Pues irá tarde o temprano. Se lo digo yo, que lo veo venir. Tiene 29 años, lo que para el triatlón no es nada y tiene coco de ganador. Algún día, le digo, vencerá a Javi Gómez Noya, de la misma manera que Gómez Noya venció un día a sus ídolos. Todo llega, sea por la edad, porque se tiene un buen día, porque al rival lo matan a codazos en el agua y sobre todo, porque tiene el coco listo para derrotar a cualquiera. Yo lo veo ahí, ahí, a punto. Lo veo cuando en un momento, me dice: "Entrenas solo y dependes de ti". Ahí fue cuando pensé: "Este tío va a ser el mejor del mundo un día", porque no lo dijo como una oración litúrgica, ni como una frase de autoayuda. Le salió así, naturalmente, mientras comía una aceituna. O sea que lo veremos.

Pablo Dapena empieza a explotar como si nada. Igual le parece muy normal todo lo que ha logrado este año. O le parece poco. En cualquiera de los dos casos, los que no la hayan hecho todavía, quédense con su nombre y sigan su carrera, que este tío está al borde de hundir a sus rivales sin sacarse las gafas de sol, y creo que hasta sin levantarse de la mesa, mientras come cuatro aceitunas.

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