Fue como esas típicas horas postcomidas navideñas, en las que con el marisco, la carne, el pescado y el turrón en el estómago, uno se siente demasiado pesado como para hacer algo que no sea tumbarse en el sofá. Pesado, impreciso, espeso y torpón también estuvo el Pontevedra ayer en su regreso en plena traca final de las vacaciones de Navidad a la competición, que comenzó con el pie izquierdo al caer contra un Ínter de Madrid más acertado en las áreas.
Pese a esa falta de chispa que Pouso también mentó al término del encuentro, no fueron inferiores los méritos de los granates a los del equipo de la capital de España. El bloque pontevedrés estuvo obtuso con la pelota, pero aún así, fue capaz de acumular suficientes ocasiones como para incluso haber sentenciado el choque en la primera mitad. Le falló, una vez más, el acierto de cara al arco. Que fue justo lo que le sobró al Ínter, frenado por Edu en sus dos primeras acometidas, pero capaz de cornear de muerte a su rival a partir de entonces.
Antes del ecuador del primer acto, el conjunto pontevedrés había marrado hasta seis ocasiones meridianamente claras. Porque aunque el Ínter amenazaba tras cada pérdida granate, los locales generaban suficiente volumen ofensivo cabalgando a través de Bustos. Primero, una combinación entre el asturiano y Romay acabó con una ejecución de González que no fue ni centro ni chut. Felipe la rechazó fácil.
Luego llegó el festival de remates de Adighibe. Primero mandó una volea franca cerca del córner. Posteriormente, conectó con acierto un cabezazo que se colababa pegado a la cepa del poste hasta que el meta madrileño apareció para sacarlo con suspense. Por último, tras frotar la lámpara entre Bustos y Romay, el nigeriano llegó claramente al primer palo, pero con todo a favor, remató fuera.
Entonces, en plena ofensiva granate, el Ínter recordó que también tenía pólvora. Y que ayer no estaba mojada. Un envío a la espalda de un Víctor Vázquez que se resbaló. Rufo cazó el envío y se lo cedió a Mancebo. Edu, por segunda ocasión, le ganó la partida con un pie prodigioso.
Pero el equipo de Marcos Jiménez había avisado. Y aprovechando el desacierto de los locales, comenzó a decantar el choque. En un nuevo fallo de concentración y contundencia, el Ínter colgó el balón al área desde la izquierda y Rufo, demasiado liberado por un Erraji que ni se anticipó ni marcó su espalda, cabeceó a gol a placer.
Al Pontevedra le afectó el 0-1. Pero aún así, dispuso de una clarísima opción para mandar el partido equilibrado al descanso. En una nueva acción por la banda, Bustos acabó cazando un balón suelto ante Felipe, que achicó felinamente y le negó el gol cerrándole ángulos de remate. El rechace al paradón lo cazó Nacho, que golpeó con toda su alma de nuevo contra el meta, que reaccionó bien para ocupar de nuevo portería.
Así, con el bajón de haber fallado una nueva oportunidad clamorosa, pero viéndose capaz de arañar a su rival, el PCF se fue al descanso para aclarar ideas. Pero nunca se sabrá si realmente lo hizo o no. Porque a los seis minutos de la reanudación, el Ínter le asestó la estocada que pareció final. Herrero se anticipó a Bustos en el centro del campo y la pelota le cayó a un futbolista interista, que con el Pontevedra saliendo, vio el cielo abierto y filtró la pelota a Rufo. El atacante, en posición legal, campó a sus anchas como si estuviese en los Campos Elíseos y tuvo tiempo para pensar cómo definir ante Edu. Lo hizo con un gol que supuso el 0-2.
Luego llegó el quiero y no puedo granate, con un Ínter que dejó atrás su alegría y se resguardó buscando una contra para matar el choque. No lo hizo y dio vida al Pontevedra, que acertó por medio de Romay en un balón suelto. Pero no era el día. El 1-2 solo generó falsas esperanzas. Otra vez será.
