El corazón de una época

Solo dos años, del 91 al 93, en la Sociedad Deportiva Teucro le valieron a Salva Serra para convertirse en el ídolo eterno de una etapa que "solo se vive una vez en la vida y yo tuve la suerte de vivirla"
Salva Serra lanza a la portería del Atlético de Madrid en la primavera de 1992. RAFA (ADP)
photo_camera Salva Serra lanza a la portería del Atlético de Madrid en la primavera de 1992. RAFA (ADP)

Todo equipo que quiere marcar una época necesita un corazón, desde donde se generan los sentimientos, desde donde se transmiten valores y pasión. El principio de la última década del siglo pasado fue la época dorada de la Sociedad Deportiva Teucro. Más de un lustro (uniendo los últimos años de los ochenta) en los que el Pabellón Municipal se quedaba pequeño después del ascenso del 89.

Como si se tratara de una pequeña aldea gala, los Astérix vestidos de azul trataban de superar lo que se consideran agravios, persecuciones... Tras dos permanencias consecutivas (90 y 91) llegó el momento de codearse con los mejores, de ver que la cima estaba más cerca de lo que parecía y que casi cualquier sueño se podría hacer realidad. Uno de los equipos que fue capaz de canalizar todos esos sentimientos fue el de la campaña 91-92.

Reportaje Salva Serra - SD Teucro

Aquel conjunto mantenía la base de años anteriores (Geni, Mikulic, Germán, Quique, Juan o Gabi) y contaba con los refuerzos (imagen pequeña) de Füzesi, Pasqui, Julio Bautista y Salva Serra, que a la postre se convirtió en el líder espiritual de aquel conjunto, el jugador del que la afición esperaba un gesto para encenderse.

"Fueron dos años maravillosos. Éramos poca gente de fuera e hicimos una gran temporada", explica con emoción aquel pivote que recaló en el Teucro procedente del Michelín de Valladolid y que pronto se enamoró de una "afición que era una auténtica pasada, una delicia. Yo creo que no había afición como esa", asevera con la misma efusividad que expresaba en la pista.

"Era una afición que metía presión. En el Teucro fallabas un balón y ya fallabas todo el partido y aunque esa presión se nota, también es bonito. Ahora lo recuerdo como algo muy positivo". Aquella época lo tiene tan fresco que "ahora cuando veo algún partido pienso: hostia cuando yo jugaba en el Teucro y me acuerdo de la gente".

REFUERZO. Fueron dos años (del 91 al 93) que le marcaron para siempre. "Muchas veces pienso en la afición, en lo que exigía, en la presión del día a día porque ahí no valía fallar y aunque ganases si jugabas mal la gente no estaba contenta... pero ahora me doy cuenta de que esa presión me ha servido. Cuando la gente me pregunta cómo llevo la presión del trabajo o cómo soy capaz de sostenerla, yo siempre digo: pues será por los años del Teucro. Fueron dos años de presión muy fuerte y cuando sales a la vida real te das cuenta de que todo es más fácil".

Serra se siente un privilegiado por haber vivido aquella época en la que "en el pabellón no cabía un alfiler. Era una olla a presión. Cuando ganabas era una fiesta... eso solo se vive una vez en la vida y yo tuve la suerte de vivirlo", recuerda con la añoranza de una etapa pasada que fue mejor. "Me acuerdo de mucha gente que venía a todos los partidos y que ahora debe de ser muy mayor. Podría decirte donde se sentaba cada uno de ellos".

Su relato es una lección de una ciencia exacta. "Cuando yo jugaba estaba la peña de los entendidos eran los que sabían, los que habían jugado, los que criticaban con buena fe y ellos estaban siempre al salir del vestuario a mano izquierda, uno era el padre de Quique. Luego detrás del vestuario había siempre una mujer que se llamaba Maruja. Magdaleno siempre estaba chinchando y luego estaba Suso Observador del que me acuerdo, porque es de las personas que te marcan. Me acuerdo de Rajoy que venía a los partidos y siempre se sentaba en el segundo anfiteatro, arriba, a la izquierda".

Un relato que rememora una época preciosa y que emociona porque el pivote sigue añorando una etapa en la que "se ganó, se perdió, pero la relación con todos los compañeros era magnífica. El otro día me alegré mucho de que Quique se vaya al Anaitasuna (noticia adelantada por este periódico) y yo me alegro que la gente a la que le tengo cariño continúe cosechando éxitos". No solo es una añoranza a una etapa pasada sino también a la personalidad de sus protagonistas. "Yo siento que los jugadores de ahora son más galácticos".

EMOCIÓN. En su narración no falta el recuerdo a aficionados, periodistas y compañeros, especialmente con el que compartía el puesto de pivote, Gabi Ben Modo. "A día de hoy no hay ningún pivote como él. Actualmente el negro volvería locas a las defensas. Me doy cuenta de que mi etapa en el Teucro fue especial por la relación que tengo con mis ex compañeros. Justamente con Ben Modo llevaba 13 o 14 años sin hablar y hace unos meses coincidimos en un asunto y fue como si llevásemos toda la vida juntos y eso es lo bonito. Y con Pasqui es igual, yo hablo con él y mi relación con él es la misma que cuando vivíamos juntos en San Salvador de Poio".

Un caso especial es el que le ocurre con el pontevedrés Coté Domínguez con el que coincidió en el Michelín de Valladolid, pero no en el Teucro. "Tengo muchas anécdotas con él porque salíamos por la noche y teníamos mucha vida social. A mí la ropa me la lavaba la madre de Coté (cogía cada semana una bolsa y la subía a su casa de A Caeira) y, a su vez, comía todos los días en casa de la madre de un amigo mío. El dinero que ganaba era todo para vida social".

De los cerca de 75 partidos que disputó con el Teucro recuerda el que significó la clasificación para la fase por el título en diciembre de 1991. "Jugábamos contra el Teka y teníamos que ganar. La banda de la Brilat fue al pabellón y yo tuve a los militares detrás de la portería tocando, eso es muy bonito. Lo cuentas años después y te gusta. Ese tipo de cosas solo se viven en Pontevedra".

El recuerdo de aquella época no solo es del club y de lo que se vivía en el Pabellón Municipal sino también de la ciudad. "En Pontevedra tengo muy grandes amigos y es una ciudad que quiero mucho y con la que estoy en contacto".

Cada uno de los días que vistió la camiseta azul los recuerda con cariño por eso le dolió marcharse porque "yo estaba feliz", sentencia, pero todo lo bueno termina y cuando el verano del 93 daba la bienvenida Fran Teixira, con el que mantenía una relación tensa, decidió decirle adiós, pero siempre quedó en el ambiente su carácter, sus gestos, sus palabras y su particular manera de celebrar los goles con Gabi Ben Modo. "Los festejábamos chocándonos el pecho en el medio del campo. Era una tradición", que ponía a la gente en pie.

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