El 'obrero' del fútbol

Carlos Pouso trabajó durante 30 años en un taller del sector naval, aunque su gran pasión siempre ha sido el fútbol. Controla el mercado y muchos le definen como un tipo que se hace querer pese a su 'mala leche'
Carlos Pouso, este domingo en Pasarón. JAVIER CERVERA-MERCADILLO
photo_camera Carlos Pouso, este domingo en Pasarón. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

GALICIA LE AGUARDABA. El primer apellido de Carlos Pouso Lejonagoitia (Leioa, Vizcaya, 1960) no esconde la ascendencia gallega de un hombre de fútbol que por fin se ha quitado la espina de entrenar en la región de las raíces de su padre. Aunque no sea al Celta o al Dépor, como él mismo apuntó este lunes, llega a un proyecto que le ilusiona, sin duda a la altura de los que construyó en Logroño o Miranda, dos plazas donde ha dejado grato recuerdo dentro de una Segunda División B en la que ya es un clásico. Pero el camino para convertirse en uno de los hombres con más nombre de la categoría no fue de rosas.

Pese a nacer en una localidad del área metropolitana de Bilbao, Pouso vivió en Portugalete durante buena parte de su vida. Allí se hizo futbolista, aunque siempre tuvo claro que lo suyo fue más entender los porqués del balompié que jugar por intuición. Los que le conocen lo definen como un mediocentro con con calidad, pero algo lento. Eso le impidió progresar más allá de categorías regionales.

Futbolista modesto
Pouso no brilló como estudiante y prontó se dedicó al sector naval, que compaginó con el fútbol. Era un mediocentro de calidad, pero algo lento. Eso le privó de progresar

Estudiante de rendimiento inconstante, Pronto se dio cuenta Carlos Pouso de que tampoco iba a vivir de lo que hiciese con las botas puestas y compaginó su trayectoria en el césped con su trabajo en un taller naval, un sector de gran arraigo en la zona. Precisamente esa vinculación con el mar le ha hecho tener siempre especial preponderancia por la costa. No en vano, dar largos paseos por la playa es una de las grandes aficiones del técnico, que tiene su vivienda fijada en Sopelana, una pequeña localidad vizcaína que destaca por sus arenales.

Pouso se considera a sí mismo uno de tantos "obreros" de la industria vasca. Este mismo lunes, durante la presentación bromeaba con Lupe Murillo recalcando su ideario de izquierdas en contraposición con el de la presidenta. "Me pongo al otro lado, que tú eres de derechas y yo de izquierdas, aunque no del PSOE ni de Podemos", comentó con el humor bonachón que le caracteriza.

Más allá de la anécdota política, Carlos trabajaba en el taller desde las 7.00 hasta las 15.00 horas "partiéndose el espinazo" y luego dedicaba el resto del tiempo al fútbol. Tras su etapa como jugador, se pasó al mundo de los banquillos. Nunca ha ocultado que el fútbol es su gran pasión. Es un loco del balompié y tiene en el radar a prácticamente todos los jugadores de Segunda B y la mayoría de los grupos de Tercera.

Sin embargo, esa pasión por el balompié nunca le hizo perder el norte, ya que pese a que contó con ofertas de otros lugares, no se decantó a dejar su Euskadi natal hasta que el taller en el que trabajaba cerró. De hecho, en el año 2008 cuando el Eibar le reclutó para su proyecto en Segunda División, solicitó una excedencia para dedicarse, por primera vez, exclusivamente al balón.

Su llegada al conjunto eibarrés se forjó después de su gran trayectoria en el fútbol regional de su tierra. Comenzó a hacerse un nombre como entrenador en el Arenas de Getxo, coincidiendo con el cambio de siglo. De ahí pasó al Sestao River, adonde llegó en el año 2003. Cogió al cuadro sestaotarra en Tercera División y logró el ascenso a Segunda División B, donde aguantó una campaña.

Amistades
Su vinculación sentimental con el Athletic, club que le privó de jugar la final de Copa con el Mirandés, le hace mantener una gran relación con Ernesto Valverde o Medilibar

RÉCORD. Sin embargo, la confianza que el presidente José Carlos Garaizar tenía depositada en él le hizo mantenerse en el puesto durante la temporada del descenso y continuar como responsable del banquillo del River, al que devolvió tan solo un año después a la tercera categoría del fútbol nacional. Otra vez como primero y rompiendo récords, con 90 puntos. Era el año 2006 y todavía aguantó dos más en Las Llanas. En todo ese tiempo, forjó a jugadores como Gaizka Toquero y Koikili, que posteriormente hicieron carrera en Primera División con el Athletic de Bilbao, del que Pouso es hincha, como no podía ser de otra forma por sus orígenes.

Tras acabar su histórico periplo en Sestao le llegó la citada oportunidad en Segunda con el Eibar. Fue la única vez que un club de superior categoría a la que entrenaba apostó decididamente por él. La experiencia en Ipurua no fue positiva y a los 28 partidos fue destituido por única vez en su carrera. Corría el año 2008 y poco después, su taller cerró. Por primera vez, el técnico se sentía libre para probar en los banquillos lejos de Euskadi y Guijuelo fue su primera parada. En la localidad salmantina dirigió durante media temporada. Un tiempo más que suficiente para ganarse el cariño de un club que no ha dejado de llamarle para que volviese.

Pero en el verano de 2010 recibió su gran proyecto: el Mirandés. En su primera temporada ganó el Premio Ramón Cobo, otorgado por el Comité de Entrenadores a los técnicos destacados de las principales categorías del fútbol nacional. Sin embargo, su gran momento llegó una temporada después, cuando Pouso se convirtió en uno de los técnicos más mediáticos de España. Su progresión con el Mirandés hasta las semis de la Copa del Rey le hizo ser un habitual de las cadenas nacionales, enganchadas además a su carácter espontáneo con el que fabrica titulares como churros. "Soy una persona normal, no vivo levitando a cuatro dedos del suelo", exponía ayer en rueda de prensa como muestra tanto de su facilidad para crear frases con gancho y, a la vez, mostrarse llano.

SU GRAN MOMENTO. En un mágico 2012, en el que tan solo su Athletic le privó de llegar a la final de Copa, logró el ascenso a Segunda. Así, pudo disfrutar por fin de un año completo en la categoría de plata. Tras salvar al bloque rojillo, ambas partes dieron por finalizada la relación y Pouso recibió el potente proyecto del Logroñés, al que se fue con Raúl García, su exfutbolista en el Mirandés, ya como nuevo asistente.

En Las Gaunas el objetivo era ascender, pero no lo logró como entrenador ni como director deportivo. Su excelente relación con el dueño del club, Félix Revuelta (presidente de la empresa Naturhouse) hizo que pese a los malos resultados en la campaña 2016-2017, pasase del banquillo a los despachos.

Pero a Pouso le picaba el gusanillo del banquillo y cuando le llegó la oferta del Racing de Santander, en febrero de 2018, no pudo decir no. Era un "caramelito", como él mismo admitió. Así, dejó la dirección deportiva del Logroñés (algo que no sentó demasiado bien entre la afición) para sustituir al exgranate Viadero. Pero en Cantabria no pudo reconducir la situación y acabó firmando la peor clasificación histórica del Racing (quinto en Segunda B). Fue sin duda en Santander donde peor recuerdo ha dejado un tipo que se hace querer pese a su mala leche.

Así, en verano del 2018 entró en las listas del paro, de las que ha salido hace escasos días. En todo este tiempo ha tenido tiempo para descansar viajar a Cádiz y las Rías Baixas, sus dos destinos favoritos, junto a su mujer, que se queda en el País Vasco, al igual que su única hija. También para compartir momentos con Ernesto Valverde o José Luis Mendilibar, con los que mantiene una gran relación por su vinculación con el Athletic, club del que ha ejercido como comentarista en Radio Marca últimamente. Hasta la llegada del Pontevedra, club que apostó por él más que otros que también se interesaron en sus servicios. Con la entidad granate vuelve a los banquillos tras un período de inactividad que ya le empezaba a pesar. Porque pese a recorrerse gradas y gradas viendo fútbol, lo suyo es el césped.

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