El Pontevedra se despide del presidente del consenso

Mauricio Rodríguez. rafa fariña
photo_camera Mauricio Rodríguez. rafa fariña

PONTEVEDRA. Mauricio Rodríguez Boullosa puso fin el pasado miércoles a dos años y medio de presidencia del Pontevedra con su dimisión. El dirigente, elegido como sucesor de Nino Mirón de forma consensuada por las fuerzas políticas de la ciudad, acabó viviendo su mandato en la controversia casi permanente, hasta su salida del cargo. Por el momento continuará como miembro del consejo de administración.

En su etapa como mandamás, iniciada la Noche de Reyes de 2011, Mauricio capitaneó el proceso de ley concursal que sirvió para reducir la deuda de la institución de una forma importante, con la colaboración inestimable de la inmensa mayoría de los acreedores. Ése era el principal cometido que se le encomendó a su llegada: la búsqueda de la viabilidad de la sociedad y el orden en las cuentas, que se habían desfasado durante las últimas temporadas de Nino Mirón al frente de la nave.

Sin embargo, el gobierno del dirigente tuvo más sombras que luces, particularmente por su fuerte carácter y su facilidad para implicarse en conflictos con otros clubes, con jugadores, con antiguos empleados y, sobre todo, con la afición. Su dialéctica con un sector de la grada acabó convirtiendo el ‘Mauricio vete ya’ en el himno del Fondo Norte en los partidos disputados en Pasarón. La mala relación con su antecesor en el cargo y la distancia con algunos de sus compañeros del consejo de administración, como su vicepresidente, José Manuel Fernández, actual máximo representante del Pontevedra, fue una constante.

En su primera media temporada, Mauricio se deshizo de todos los directores de área que había heredado. Acabó en los tribunales contra Fran Crujeiras y despidió a Artur Tamazian, al que la entidad indemnizó con 40.000 euros.

Descenso

El cuadro lerezano remodeló su plantilla para abaratar costes y en medio del caos deportivo acabó bajando a Tercera División. Los juzgados fueron un lugar común para él durante su mandato. No tuvo problema de acudir a ellos para defender al PCF de los futbolistas responsables de aquel descenso, ya que deseaba que entrenasen hasta el último día de la temporada a cambio de su última mensualidad.

Mauricio, que había llegado después de que una serie de empresas aportasen importantes cantidades económicas para intentar salvar al club de la desaparición y pagar a la plantilla, se mostró siempre leal para con ellas e intentó realizar una administración económica equilibrada, aunque también en ese apartado cometió errores. Los derechos del Pontevedra por el traspaso de Fran Rico al Granada le permitieron salvar el ejercicio 2011-12. Bajo su dirección, el club siempre tuvo problemas para ser puntual en los pagos a trabajadores y jugadores.

La creación de la APAG, plataforma de accionistas disconforme con su gestión, fue otra de las consecuencias de su mandato.

Fue muy criticado por la contratación de Milo Abelleira con el triple cargo de entrenador, director deportivo y director de la base.

Fueron sonadas sus dialécticas con los presidentes de otros clubes, como el Dorneda y el Órdenes, de los que denunció comportamientos abusivos con los precios de las entradas. En su segunda temporada, en pleno apogeo de su disputa con un sector de las peñas y con Nino Mirón censurando su actividad desde la sombra, acabó viéndose obligado a dimitir en un tensa junta de accionistas en la que sufrió fuertes presiones y comprobó cómo la aprobación de las cuentas estuvo a punto de irse abajo por la abstención de uno de los representantes del máximo accionista. Su dimisión no fue aceptada por el consejo de administración.

Moderación

Mauricio siguió su labor, anunciando que su marcha se produciría a la mayor brevedad posible. La llegada de Lupe Murillo como asesora al consejo, tras su dimisión no aceptada, moderó su discurso. Se apartó de la escena pública y solo hizo apariciones en una nueva junta de accionista mucho más tranquila, en los juzgados para seguir el proceso de ley concursal y en alguna rueda de prensa. En una de ellas intentó defender al Pontevedra, pero acabó alimentando la polémica con el Villalonga, después de la famosa suspensión a dos días vista del duelo en Pasarón ante los celestes por la inundación del terreno de juego.

Fue precisamente en Vilalonga donde vivió su último episodio desagradable: denunció a un grupo de aficionados granates por amenazas a la salida del partido en el que el equipo quedó eliminado de la carrera por el ascenso.

Al final acabó dejando la presidencia con una deuda notablemente reducida, con un club aparentemente viable, pero en Tercera y después de la peor clasificación de su historia.

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