El Pontevedra se mete en zona de descenso después de perder contra el Vecindario (1-2)

Abortada la crisis económica y encauzada la situación en el apartado institucional, al Pontevedra sólo le falta encontrar soluciones con la portería contraria y con la propia. El Vecindario puso al descubierto a un equipo empobrecido por las bajas de Sergio Castaño e Igor, desacertado en defensa, ineficaz en ataque y peleado con el destino. El resultado cambia el rumbo del viento y la situación de los afectados.

Los grancanarios sumaron su tercer triunfo consecutivo y escapan de la zona de descenso en la que se sumerge un Pontevedra con serios problemas estructurales. El partido es un resumen de todos los males granates, la redundancia en los problemas que lo han conducido al borde del precipicio. Ibán Espadas lanzó un penalti a la cruceta que lo coloca como tercer hombre en errar un lanzamiento desde los once metros en lo que va de temporada, el sistema defensivo hizo aguas, comprometido con sus concesiones de siempre al final de cada parte, y el juego alternó algunos momentos de brillantez con otros de inoperancia e impaciencia.

El hecho es que al minuto 9 el Pontevedra ya perdía, en un despeje de Adrián Cruz que la defensa pontevedresa desatendió y Ruymán completó libre de marca en el segundo palo. La acción, a la salida de un saque de esquina, puso de manifiesto el inexplicable terror adquirido ayer por los granates a balón parado.

La reacción no tardó en llegar y la causa encierra uno de los misterios del fútbol: ¿De quién es la culpa del cambio? ¿Renuncia uno a atacar o es que el otro empuja mucho? El cuadro de Santos, sancionado y sentado en la grada detrás del banquillo regentado ayer por Juan Iglesias, se fue arriba decidido, abrió el campo e intentó combinar para empatar. Sin embargo, abusó en labores combinativas y eso puso contra las cuerdas a un equipo con la zaga demasiado lejos del centro del campo.

UN FAVOR DEL PORTERO RIVAL

Después de todo, sin embargo, apareció en escena Santi Hidalgo para dar vida a su rival. El portero canario acudió al rescate del enemigo con sus manos de mantequilla y su temor a los grandes espacios. El miedo escénico lo delató en el primer penalti del envite. Incapaz de atajar el cuero tras un intento de remate de Santi Amaro, se vio obligado a derribar al propio medio centro extremeño para evitar el empate. El centrocampista marcó la pena máxima y metió a su equipo dentro del objetivo. Y después llegó la expulsión de Rubén Coméndez, rigurosa como pocas, por dos agarrones sobre Adrián Cruz. Desde entonces, el Vecindario se encerró y el Pontevedra creció en su asedio, pero sin las ideas demasiado claras y con fallos en las entregas.

En uno de esos errores incorporó a la escena su regalo de Reyes serodio a un cuadro visitante necesitado de compasión. Aitor dudó en un balón retrasado en defensa y Yeray Ortega le robó la cartera y finalizó con maestría en el mano a mano con Orlando Quintana. Al descanso Santos movió el banquillo, dio entrada a Padín y Claudio y sacrificó a un central para incrustar a Santi Amaro en la zaga.

El ataque granate fue fluido siempre que pasaba por las botas del catoirense y encontraba en la izquierda al zurdo porriñés, pero el constante bombardeo del que se benefició Ibán Espadas no encontró la red del rival. El jugador vasco tuvo cuatro claras ocasiones, pero la portería se le negó tanto que a once minutos del final tuvo la maldita puntería de mandar un penalti a la cruceta. Para acabar con su desgracia, el punta finalizó lesionado y el Pontevedra se fue derrotado, caído a las plazas de descenso y batido una vez más por un rival directo en su lucha por la permanencia.

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