Entrevista al presidente del Club Cisne: "Estamos en esta pelea para honrar a los que lucharon por el equipo"

Mientras el fotógrafo comienza a capturar imágenes, el presidente del Cisne pronuncia dos frases que para muchos pueden no tener importancia, pero para los que le conocen bien les vale para exhibir su personalidad. Con los primeros ‘chispazos’ el dirigente se quita relevancia asegurando que lo importante es el club y no él y cuando el fotógrafo ya terminó su trabajo hace público un deseo: «Me gustaría salir con los chavales». Dicho y hecho. Esas dos expresiones resumen perfectamente su trayectoria: el Cisne y la cantera.

Después de toda una vida vinculada al Cisne como jugador y dirigente da la sensación de que le hace mucha ilusión ser el presidente de las ‘bodas de oro’, ¿es correcto?

Evidentemente, sí. Uno lo lleva en la sangre. Comencé a jugar con once años con Fis (Rafael Sánchez) en el colegio San José y después en el Cisne, por lo que he vivido este club desde pequeño. Además, al haber tenido experiencias fuera (perteneció al Academia Octavio), puedo comparar y creo que estamos en una entidad especial. Cuando la creó Manuel Corrochano para la juventud de la ciudad era importantísima y hemos intentado mantener todo lo que nos enseñaron, y en eso seguimos.

¿Ese amor que profesa por el Cisne fue lo que le llevó a coger las riendas del club cuando estaba en una situación tan complicada como la que tenía en el año 1993?

Yo era un poco la cabeza visible de un grupo de personas que quería evitar que el club desapareciera. Me acuerdo de que en ese verano hubo varias reuniones en diferentes domicilios de gente vinculada al club para detener una posible fusión con el Teucro, que significaría la desaparición del Cisne. La asamblea rechazó esa posibilidad, y con buen criterio, entiendo yo, la directiva que respaldaba esa idea optó por marcharse y los que habíamos hablado de esa problemática dimos el paso hacia delante.

Daba la sensación de que la suya era una situación interina, y ya lleva más de 20 años como presidente.

Por supuesto que mi idea no era estar tanto tiempo. Me gusta mucho estar en contacto con el juego, por eso la gente me ha visto en los banquillos, porque a lo mejor soy un entrenador frustrado. En ese momento me tocó, di ese paso y Edín (Covelo), que era el técnico de los juveniles, también lo dio, porque cogió el equipo sénior y lo hizo espectacularmente bien. Reconstruimos la cantera, el club volvió a los orígenes de trabajar con chavales de la ciudad, conseguimos buenos resultados y ya no me planteé entrenar, aunque he estado vinculado, sobre todo, con los equipos en los que jugaron mis hijos. Con eso he cubierto el ‘mono’.

¿Si no hubiera tenido que dar el paso de ser presidente hubiera acabado siendo el entrenador del primer equipo del Cisne?

Cuando dejé de jugar, que fue en el Octavio, y vine para aquí entré de segundo entrenador con Edín, pero no me dio tiempo ni para empezar con los alevines, que sería lo normal para empezar desde abajo. Los papeles se repartieron, y creo que de manera exitosa, porque él ha sido un excelente técnico para nosotros. La situación no la cambiaría. En el momento que él coge las riendas del primer equipo, yo ya tenía una parcela que demandaba mucha atención porque teníamos un presupuesto de cuatro millones de pesetas (24.000 euros) y debíamos tres (18.000) y eso hacía que tuviese que estar muy pendiente del aspecto económico y social. Poco a poco fuimos haciendo equipos, porque la cantera no estaba en un buen momento. El equipo infantil que había sido campeón gallego se marchó en bloque al Teucro por una serie de circunstancias de los entrenadores que no supieron estar a la altura de lo que debe significar la colaboración entre los clubes. Se nos fue una generación que dejó al conjunto en seis jugadores. Lo hemos pasado mal para recuperar lo que significaba el Cisne dentro del balonmano.

Cuando llegó a la presidencia el Cisne atravesaba un momento complicado. 20 años después la situación es muy diferente.

El presente no era muy halagüeño. Es cierto que manteníamos un equipo en Segunda Nacional que estuvo a punto de clasificarse para la fase de ascenso en una liga muy igualada, pero faltaba lo de abajo. Habíamos perdido nuestras señas de identidad porque en cierto modo habíamos muerto de éxito. Se prestaba demasiada atención a la categoría sénior. Nuestro propósito era volver a ser un club que cuidara bien la cantera y creo que en estos 20 años lo hemos conseguido. Estamos muy bien consolidados, aún pasando apuros económicos cumplimos con nuestros presupuestos, no arrastramos un déficit importante y seguimos teniendo mucha gente de la casa en el primer equipo. Estamos justo donde debemos estar. Siempre se puede mejorar, pero hay que ser prudentes para no hipotecar la entidad. Hemos visto muchas experiencias alrededor de que un club llegue a la División de Honor y desaparezca a los dos años. Intento mirarme en el espejo de Camiña (Manolo) en Cangas, que en un pueblo pequeño mantiene un equipo en la élite sin perder el interés por las categorías inferiores.

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