Hay derrotas que no son derrotas

Víctor Rodríguez levantándose por encima de las torres vallesanas. javier cervera-mercadillo
photo_camera Víctor Rodríguez levantándose por encima de las torres vallesanas. javier cervera-mercadillo

Quien haya presenciado el Teucro - Granollers de Copa del Rey no lo olvidará nunca. Es posible que no quiera ver nunca más otra cosa que no sea balonmano. El Teucro dignificó ayer el deporte y la profesión, realizó una exhibición de trabajo, esfuerzo y talento y desafió a un monstruo. Estuvo a punto de sobrevivir a sus embestidas. Pero al final cayó en la batalla con tal dignidad que se ganó el respeto de su rival y el calor de su gente, que nunca más lo dejará caminar solo. Perder no es perder. Eso no fue una derrota. Al final: 22-23.

El encuentro de Copa se decidió por pequeños detalles: por algún acierto del Granollers, por unos colegiados que no quisieron complicarse la vida y echaron mano de esa justicia, tan de moda en el mundo y más en el país de la pandereta, que castiga al humilde y premia al poderoso. Ajeno a ello, el cuadro azul llegó a la última acción del duelo vivo, pero sin margen para el error en una situación final que requería precisión suiza. El Granollers atacaba en superioridad a falta de 15 segundos para el final y con un gol de ventaja. Lanzó a portería por lanzar para evitar el pasivo. Bar detuvo, sacó el contraataque, pero Carlos García y Borja Pedreira fueron incapaces de encontrar un lanzamiento en los últimos segundos y el Granollers pudo entonces sonreír, con las piernas temblorosas por el miedo, con el susto en el cuerpo.

El equipo vallesano no era uno cualquiera. Pero al Teucro eso le importó poco. Se armó hasta los dientes y se metió en el encuentro desde el comienzo, amparado en una defensa con constantes cambios (3-2-1, mixta o 6-0) que dejaba escaso lugar para la imaginación de los catalanes. En ataque Borja Pedreira se echaba al equipo a la espalda y concedía las primeras ventajas a su escuadra, mientras el Granollers intentaba encontrar a sus brazos ejecutores.

Tarde o temprano lo acabaría haciendo. Y lo hizo. Los lanzamientos de Salinas y las penetraciones de Álvaro Ruiz acabaron poniendo orden y lógica en el choque. Se pasó de un 4-2 a un 7-10 a poco para el descanso. El Teucro estaba a punto de sucumbir al desaliento.

Pero entonces apareció Bar, alguna situación de superioridad numérica y situaciones en ataque con Moreira y García Pichel que daban cuerda a los azules antes del descanso. El resultado estaba para una foto. La afición sentía gratificado el desembolso de su entrada. A cada segundo parecía que había más gente sobre las gradas y más de uno se habría planteado irse a casa con una sonrisa por el primer tiempo de su escuadra.

Pero hubo más después del vestuario. De forma insospechada, el Teucro volvió a meterse en el duelo. Empató a 14 a los seis minutos de haberse iniciado el segundo acto y empezó a hacer creer a su gente. Borja Pedreira reaparecía y se encontraba con la colaboración de sus laterales y Moreira para mantener con vida al siete de Barrios, que en defensa parecía actuar con ocho piezas, ante la multiplicación de la presencia de los muchachos de azul.

Pichel

El choque se apretaba y el marcador comenzaba a moverse como un acordeón... hasta que entró en pista García Pichel. Mientras el Granollers dividía el protagonismo ofensivo entre sus piezas, el Teucro se lo entregaba todo a su central. Chapela no estaba, Porto y Víctor Rodríguez no hallaban el momento ni el lugar y García Pichel decidía dar valor a su fichaje con lanzamientos espectaculares que Shulz ni olió.

El Teucro neutralizó un 14-17. Igualó a 17 y volvió a igualar a 20, con Pichel gobernando sobre la cancha. Y así se llegó a los dos últimos minutos del duelo, con un Granollers agotando todos sus recursos y sus tiempos muertos. Con un minuto y medio por disputar y un gol de ventaja de los vallesanos, los colegiados decidieron prescindir de los servicios de Porto y obligaron al Teucro al no va más: remontar en inferioridad numérica, con posesión de esférico para el adversario.

La afición, que había enarbolado la bandera de la épica y saltado a la cancha para contrarrestar el poderío técnico y físico del Granollers, no pudo hacer nada ante la resolución de la superioridad por el extremo del cuadro catalán, que cobró ventaja de dos tantos.

García Pichel, ¿quién si no?, respondió rápido en una acción llena de arrojo, valentía y al límite de la falta de ataque, para colocar el marcador que sería final.

El Granollers, atenazado por los nervios a pesar de su superioridad numérica, y ante la presión teucrista en su cancha, solo se vio salvado por la campana de un tiempo muerto. El pasivo estaba al caer. Los vallesanos atacaron por atacar, arrojaron el balón en vez de lanzarlo, cuando quedaban seis segundos. Pero el Teucro no tuvo tiempo para hilvanar un contraataque con opciones gol. El resultado fue lo de menos. La ovación pasará a la historia. Hay derrotas que no son derrotas.

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