Los gritos del clásico

COMO el Barça ya no luce en su camiseta la publicidad de Unicef que tanto perturbaba a Mourinho, ni Undiano Mallenco se echa a granel el fijador capilar como su colega Muñiz Fernández, convendrán conmigo que el arbitraje del clásico ha sido tan neutral como lo son estas crónicas lunáticas, que a fin de cuentas salen los lunes. Y sin embargo tres días después aún se siguen escuchando los ecos mediáticos del Barça-Madrid, mesetarios y periféricos a un tiempo. Eso nos pasa por haber acreditado a 700 periodistas, que todos juntos en la misma zona del estadio tienen más peligro que una quedada entre Boixos y Ultrasur... o que un recibí en manos de Bárcenas.

A los clásicos antes se le llamaba derbis, aunque como nos hemos puestos tan cursis con el manejo del idioma ahora derbis solo son los partidos que juegan equipos de la misma ciudad; un Madrid-Atletico, Betis-Sevilla, Español-Barça, y por supuesto un Pontevedra-Celta, porque solo el puente de Rande nos separa a los de la capital del extrarradio. Los choques entre granates y celestes han sido por tanto los derbis gallegos por excelencia, sobre todo desde el 14 de abril de 1963, y desde entonces celebramos esa fecha por partida doble.

Resulta que ese día, penúltima jornada de Liga en el grupo norte de Segunda, el Celta visitaba Pontevedra sin opciones de ascenso, mientras que nosotros nos jugábamos por primera vez nuestro ingreso en la aristocracia futbolera. Pasarón atestado y cordialidad aparente en el palco, donde el presidente vigués, condescendiente en las formas, le dio la enhorabuena por adelantado a su colega pontevedrés, Miguel Domínguez, dando a entender que el punto que nos hacía falta lo teníamos asegurado con un empate que poco menos se daba como apalabrado. Al final resultó sin embargo que sus jugadores salieron a morder desde el saque de centro por una prima doble de la directiva viguesa que quería evitar a toda costa el ascenso de su rival provincial. Y casi lo consiguen. Menos mal que Ceresuela vino en nuestro rescate con el famoso gol del ajo cerca del final y aquello fue el acabose.

Y es que nuestras relaciones de vecindad siempre han sido ancestralmente algo complicadas, así que como no podía ser de otra manera acabé casándome con una viguesa, y criada además en el barrio de Balaídos, que no me negarán que tiene su morbazo.

Ya saben lo que Jabois dice al respecto, que las mozas de Vigo tienen el culo firme de tanto bajar y subir cuestas, mientras que en Pontevedra somos más de llanear y solo producimos pijas con cara de estreñidas como roscas salen de una panificadora.

Hace unos días mi mujer me soltó que la tengo secuestrada en Pontevedra, y no lo entiendo, porque salvo que le aburra ir todos los domingo a Pasarón o que no soporte que en Pontevedra no haya cines ni Corte Inglés, ni puerto ni aeropuerto, ni cuestas para arriba y para abajo, el resto es como si estuvieramos en Vigo. Yo creo que en realidad lo que pasa es que aún no me ha perdonado una de nuestras primeras salidas nocturnas en la capital.

Habíamos ido a un karaoke de la calle Echegaray con otras parejas, y aunque yo soy de natural retraído, con la euforia de los JB me dio por pedir un tema de Serrat. Tras mi actuación (por la que no creo que reclame la SGAE derechos de autor) salí del escenario todo cheo y más caliente que el palo de un churrero. Me senté en el hueco de los sillones que había dejado libre al lado de mi chica. Entonces, en pleno subidón, me acordé de aquello que decía Jabois de las viguesas y de las cuestas, y con disimulo me lancé al ataque. Primero la cintura...y luego ya de forma inmediata y sin miramientos a la zona pectoral, aprovechando el anonimato de la penumbra. Y ese fue mi error. En la oscuridad no me di cuenta de que al ir a pedir unas consumiciones mientras yo cantaba las chicas se habían cambiado de sitio y resulta que en vez de meter mano a María empecé a sobárselas a la mujer de mi mejor amigo, que por lo menos lo fue hasta esa noche. Me percaté de mi error demasiado tarde, cuando ya me había taladrado los tímpanos con un grito seco y agudo. Que pensé para mí que así es como se deben cantar los goles en un clásico.

¿Se creen ya lo del Lugo?

POR PRIMERA VEZ en la historia el C D Lugo está en puestos de ascenso directo a Primera División, y eso que tiene dos puntos menos, los que él mismo se restó en la segunda parte de Huelva. Ya sé que soy pesado, pero avisé que lo del equipo de Setién va en serio.

Cómo cambian los tiempos. Hace años, cuando íbamos al San Froilán, lo que molaba era colarse en el pabellón para ver al Breogán. Era la época de Tito Díaz, Manel Sánchez, Suso Fernández... Ilustres lucenses. Recuerdo años después una madrugada de San Froilán y como Tim Shea ligaba con unas chicas en un pub, que eso del Breogán te abría muchas puertas. De repente entró Manel Sánchez para imponer en la barra su 1,96, pero al ver la cara de su técnico lo dejó para mejor ocasiónse y se replegó hasta su casa a la carrera como nunca lo había hecho en la cancha.

Siete puntos de nueve

Y QUE ME DICEN del Pontevedra? Hombre, aquí no ligan tanto como los del Breogán ni van a ascender a Primera como los del Lugo (por lo menos este año) pero ahí van haciendo lo que pueden.

Tras la dimisión de Nando como entrenador y sin un duro en las arcas ni para pagar el Ibi (y menos para contratar a otro técnico) le dieron el puesto al hijo del presidente, que era el técnico del filial, y ahí sigue Manu Fernández afianzándose en el banquillo. En tres jornadas de Liga ha sumado dos victorias y un empate. Siete puntos de nueve, registro de fase de ascenso.

Ya sé que el juego no es para echar cohetes y que contra el Alondras volvimos a pedir la hora, pero de momento el chaval se está ganando el puesto y sus jugadores defienden su propuesta con una fe legionaria.

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