El análisis del Linense 3-0 Pontevedra

Más que actitud, convencimiento

El Pontevedra cayó en La Línea mostrando ausencia de plan, dificultades para ejecutarlo o poca fe en él
La Balona Linense celebra el segundo gol ante la decepción del Pontevedra CF. ADG MEDIA
photo_camera La Balona Linense celebra el segundo gol ante la decepción del Pontevedra CF. ADG MEDIA

Toni Otero buscó ‘regresar al origen’ en su estreno en el banquillo del Pontevedra Club de Fútbol. El director deportivo-entrenador granate apostó por romper la zaga de tres centrales que Antonio Fernández había ido constituyendo durante las últimas semanas, doblar jugadores por fuera con lateral-extremo y poblar de nuevo el centro del campo juntando el talento de Yelko Pino, Miguel Román y Borja Domínguez.

Pretendía, se supone, tener el control del juego a partir de disponer del balón. Pero nada de eso sucedió en La Línea de la Concepción. Porque el conjunto granate no fue capaz de progresar en el juego a través de la asociación. Quiso el equipo lerezano construir por dentro, buscando a su trío de centrocampistas. Pero ninguno de ellos logró recibir en ventaja ante la presión de una Balona que, con su 4-4-2, obligó casi de manera constante a jugar en largo a un PCF con futbolistas poco autosuficientes en ataque.

No estaba preparado para ese tipo de balones el equipo visitante, que en muchas ocasiones se encontró con sus piezas demasiado separadas para sacar partido de esos envíos más directos, bien fuese a través de quedarse el balón o de ganar la segunda jugada.

Y es que aunque pudo haber algo de falta de actitud (¿cómo se mide eso?), lo que se notó y mucho en el Municipal Ciudad de La Línea fue una total ausencia de convencimiento en las filas granates.

Si había plan -obviamente sí-, no estaba trabajado, los jugadores creían poco en él o no sabían cómo ejecutarlo. Lógico si tenemos en cuenta que el vestuario vio cómo a golpe de viernes entraba un nuevo entrenador cuando, el miércoles se contaba con afrontar una semana normal con Antonio Fernández dirigiendo la nave. Porque lo que mal empieza, es complicado que acabe bien. Y si la semana es un esperpento institucional, es complicado que en el césped se refleje otra cosa.