Desde la felicidad del gol hasta la tensión de los últimos minutos

Los aledaños de Pasarón registraron desde bien temprano un ambiente festivo que hacía prever una mañana especial
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photo_camera La afición en Pasarón. J. CERVERA

Durante la semana ya se respiraba en las calles de la Ciudad del Lérez el ambiente de los días grandes de fútbol y la comunión que la afición y el equipo fueron reforzando en las últimas jornadas llegó este domingo a su punto de máximo esplendor, en un día donde más de 8.000 gargantas se unieron para ayudar a Álex González a empujar el esférico que en el minuto 2 terminó dentro de la portería, a Cacharrón a detener cada balón que le llegaba y que fueron el aliento y el sostén de todos y cada uno de los jugadores durante los 90 minutos de un partido que ya antes de empezar se preveía especial.

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Algunos momentos de la afición en Pasarón. J. CERVERA

Los aledaños de Pasarón se llenaron pronto de seguidores que tiñeron de granate los rincones del estadio donde horas más tarde celebrarían un ascenso. Y pese al horario, tan criticado en las semanas previas, hubo tiempo para la fiesta antes, durante y después. Dentro de las actividades previas, las bengalas fueron protagonistas en el exterior del templo y media hora antes del pitido inicial los aficionados empezaron a llenar Pasarón.

La grada de Fondo Norte llevó la voz cantante ya desde el calentamiento. Los aficionado más pequeños, bastante ajenos en la mayoría de los casos a lo que significaba ese partido, alegraban las gradas de Pasarón en las que sus padres, madres y familiares se mordían las uñas esperando que los once jugadores sobre el césped no les hiciesen sufrir demasiado.

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El sabor del ascenso. J. CERVERA

Durante el encuentro un ambiente digno de lo que en Pasarón estaba en juego, desde la alegría inicial por el tempranero gol del capitán -que algunos se perdieron por estar todavía accediendo al campo- hasta la tensión que supuso el empate del Salamanca, pasando por la celebración de los tantos del Marino de Luanco que convirtieron a los aficionados granates en el mejor transistor para los jugadores.

Los nervios finales se palpaban en los paseos de los aficionados, en los gritos, en las mordidas de uñas y, tras el pitido final, llegó la relajación y la celebración.

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