Momentos para la fe

Un resultado puede cambiarlo todo. A eso se agarra el Pontevedra. La victoria contra el Alcalá no fue ni espléndida con el juego ni brillante. Pero a ella se acoge el equipo granate para creer en sus últimas esperanzas de salvación. No hay lugar para la fe en el modo de obtener los puntos que tuvo el equipo granate ayer, pero sí en el mero hecho de ganar, sea como sea, justa o injustamente. Un triunfo encierra un valor inexplicable que es capaz de cambiar la cara al más triste, de volver más poderoso al débil y de regresar la confianza al más desesperado.

El Pontevedra goleó al Alcalá y para ello fue clave la expulsión de dos futbolistas complutenses, cómplices de la derrota de su cuadro ayer en Pasarón. Al cuarto de hora la escuadra alcalaína se había quedado con nueve sobre el terreno de juego por las rojas directas a Juan Díaz y Jacobo.

La claridad de las dos agresiones, una en cada banda del campo y ante la atenta mirada de cada uno de los dos asistentes del colegiado sólo deja lugar a una duda: ¿cúal era la motivación de ambos futbolistas al cometer tal error? ¿Fue fallo o negligencia?

En todo caso, el bloque pontevedrés, al que la actuación de González González favoreció -después de dejar en doble inferioridad a los visitantes, el árbitro omitió un clarísimo penalti por mano de Aitor- sufrió para obtener el triunfo.

Excepción hecha de una ocasión al minuto uno, el PCF tardó media hora en acercarse al marco de Aragón. Tanto espacio y ventaja numérica dejó al bloque granate bloqueado ante la responsabilidad de llevar la iniciativa. El centro del campo se precipitaba, el Alcalá se replegaba de forma intensiva y la presencia en el área se veía reducida a la mínima expresión.

La entrada de Ibán Espadas en el césped dio nuevos bríos a los lerezanos, que sin embargo pudieron encajar antes de la media hora en una acción a balón parado en la que Orlando Quintana estuvo brillante. El Alcalá sólo jugaba en largo, al contraataque o a balón parado. Y aún así era el primero en generar peligro. El atasco ofensivo lerezano encontró cierta reacción con las primeras apariciones de Espadas, Teo y Amado, a los que la falta de precisión impidió abrir la lata con anterioridad.

Un lanzamiento exterior de Aitor y un centro de Picón que no encontró rematador pusieron fin al primer acto entre las fundadas esperanzas de triunfo local y los silbidos de una hinchada que no paró de censurar las acciones de sus hombres.

Quizás la pitada al descanso encorsetó más al bloque de Tomé, que dio un paso atrás en el retorno al césped. Las ideas se fueron por el desagüe y únicamente un cabezazo de Espadas estuvo a punto de abrir el marcador.

Así transcurrieron los acontecimientos hasta que entraron Douglas y Adrián Cruz en el campo. Ambos futbolistas rejuvenecieron a su equipo dotándolo de dinamismo y de atrevimiento. Cruz estrelló un balón en el larguero y Douglas fue un puñal por la banda y, en plena insistencia de los futbolistas granates, fue el delantero camerunés el que rompió las cadenas con una acción personal magnífica por la izquierda, en la que superó a su par, centró al segundo palo y encontró al redentor Teo, el mejor del partido en cuanto a desgaste, movilidad y coraje, que metió el balón, a un defensa y a su alma dentro de la meta rival.

Con 1-0, el Alcalá fue un personaje inanimado, agotado y sin energía. Espadas, tras un pase de Santi Amaro logró el 2-0 y Douglas, después de una gran jugada de Rubén Pardo redondeó, con un magnífico taconazo, la victoria de la esperanza.

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