Un Pontevedra con diez se muestra incapaz de derrotar al modesto Silva (0-0)

Campillo y Mouriño presionan a un jugador del Silva.
photo_camera Campillo y Mouriño presionan a un jugador del Silva.

El Pontevedra se ha instalado en la mediocridad y es incapaz de abandonarla. Ni sabe, ni puede. Todo lo conduce a una dinámica autodestructiva en la que cualquier infeliz rival, mermado y sin chispa, es capaz de sacar rendimiento de su visita a Pasarón.

El Silva fue ese adversario. El equipo coruñés, plagado de bajas y con la sensación de que no podría hacer daño ni a una mosca, obtuvo un punto en su primer viaje en toda su vida al campo de O Burgo. Intimidado por sus anteriores malos resultados, por el escenario y por el nombre del anfitrión, el cuadro coruñés ofreció una imagen de inocencia abrumadora que lo señala como un claro candidato al descenso.

Con un hombre más sobre el terreno de juego durante una hora los herculinos renunciaron a crear peligro y se conformaron con un punto para iniciar su reconstrucción clasificatoria. Y les salió aparentemente bien. Siendo ambiciosos habrían podido vencer a un contrincante desordenado, sin agresividad, sin profundidad, sin fútbol.

La incapacidad del Pontevedra y la falta de voluntad del Silva se resumen en un dato: el primer lanzamiento entre los tres palos se produce en el minuto 90, cuando Pablo Carnero se queda solo delante del guardameta y remata sin convicción ante la salida del portero hacia el pico del área.

El bloque pontevedrés dispuso de dos manos a mano. El Silva logró lanzar varios saques de esquina en compensación por las facilidades ofrecidas en las dos mejores opciones ofensivas de los granates.

Jorge tuvo la otra gran oportunidad del duelo, con el Pontevedra ya en inferioridad, en el minuto 38. El delantero se quedó solo ante el portero Manu, pero tuvo demasiado tiempo para pensar. Recordó que llevaba un mes sin encontrar la llave de la portería contraria. Regateó, se quedó sin ángulo y se hizo un lío.

El duelo, además de aburrido y carente de intensidad, tuvo varios condicionantes. El primero fue la expulsión de Adrián Gómez. A la media hora, el argentino fue fiel a su forma de entender el fútbol. Fue con la más absoluta determinación a por el cuero en un balón dividido. Llegó medio segundo tarde y su vuelo con los tacos por delante encontró dos víctimas: al adversario Cata y a él mismo. El rival se quedó tendido en el suelo después de ser embestido y el zaguero granate fue expulsado.

La acción no ayudó al conjunto de Pasarón, pero no fue el motivo de su desbarajuste, porque antes de aquello no había habido fútbol. El cuadro de casa parecía haber salido a por el encuentro, pero poco a poco se fue apagando y desapareciendo.

Lo mejor del duelo fue una acción de Carnero, Fandiño y Jorge que acabó con centro desde dentro del área del interior pontevedrés para que el delantero cántabro marcase bajo palos, aunque en fuera de juego. El asistente lo vio claro y anuló el tanto.

Antes del descanso, Centrón metió un balón medido a Jorge a la espalda de la defensa. La fallida resolución de la jugada fue detallada algunas líneas atrás.

Al descanso, el Pontevedra oía los primeros silbidos, solo contenidos por la falsa sensación de que el colegiado era el culpable.

La segunda parte comenzó con la mala noticia de una lesión muscular de Fran Fandiño y elevó a la máxima potencia el discurso que resume el duelo. Unos no querían y otros no podían. Los errores en las entregas fueron abundantes y la capacidad para complicarse la vida de los jugadores creció con el cansancio.

Solo los escasamente incisivos jugadores coruñeses impidieron que el daño del Pontevedra fuese superior. Antes de acabar el duelo David Feito se incluyó en el parte de guerra con un problema en los isquiotibiales.

El Silva fue ganando minuto a minuto hacia su pequeño logró, mientras que el Pontevedra recurrió a acciones desesperadas, a guerras individuales y balones largos para intentar cambiar algo. Solo el mano a mano final de Carnero (minuto 90) pudo cambiar el panorama. Ni él está acertado. A perro flaco, todo son pulgas.

Pecado por la falta de organización

La inferioridad numérica fue un agravante para el Pontevedra en el encuentro que el equipo granate jugó ayer contra el Silva. El equipo granate notó la expulsión de Adrián Gómez a la media hora del partido, pero no dio la impresión de tener soluciones para superar a un adversario conservador.

El equipo de Manu Fernández demostró falta de fluidez con el esférico, no tener claramente definida la forma en que quería atacar y mucha inseguridad en infinidad de situaciones.

El bloque pontevedrés solo dispuso de dos ocasiones a lo largo de todo el enfrentamiento, dos manos a mano en los que la defensa del Silva cooperó para que Pablo Carnero y Jorge Rodríguez se quedasen solos ante el guardameta. Pero ese también es un elemento a tener en consideración. Los atacantes están en dinámica derrotista y tampoco están acertados con la portería rival. Ni Carnero ni Jorge fueron capaces de finalizar con posibilidades de éxito.

El paso del tiempo fue creando tensión e inseguridad en los futbolistas, que realizaban largas conduciones sin sentido, hacían entregas arriesgadas, imprecisas o al rival y carecían de velocidad para sorprender a un contrario que no tenía temor a la hora de acumular efectivos cerca de su área o de tener el cuero sin profundizar, aprovechando la falta de agresividad o el cansancio de algunos pontevedreses.

A todo ello hubo que sumar las dos lesiones musculares que sufrieron David Feito y Fran Fandiño, lo que condicionó los cambios que pudo hacer el entrenador granate.

Dado el devenir de los acontecimientos, la tensión fue creciendo en la grada, que acabó silbando a los jugadores por el espectáculo ofrecido, lo que, lejos de incentivar a los futbolistas, los mediatizó todavía más y acabó redundando en la baja calidad del enfrentamiento en su tramo final.

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