Ramón Arroyo: "No compito contra nadie, solo contra mí y siempre quedo segundo"

El ganador del Premio HQR! Ramón Escudeiro 2019 decidió dar un cambio radical a su vida después de ser diagnosticado en 2005 con esclerosis múltiple
Ramón Arroyo. DP
photo_camera Ramón Arroyo. DP

UNA NOCHE de insomnio fue el comienzo de una nueva vida. Después de cuatro años de negación, Ramón Arroyo comenzó a ver la realidad de otra manera cuando decidió correr sus primeros 100 metros, desde su casa hasta la estación de metro, que acabaron siendo el inicio de una pasión que le llevó a completar un Ironman. Su historia ha dado visibilidad a una enfermedad tan desconocida como la esclerosis múltiple.

Para empezar, ¿cuál es la historia de Ramón Arroyo?
No es la historia de Ramón Arroyo, es la de una familia normal en la que, de repente, a uno de sus miembros le pasó una cosa fuera de lo normal: le detectaron esclerosis múltiple. No es una enfermedad rara, ya que es muy común, porque la padecemos uno de cada mil españoles, pero no es habitual. Tenía una vida normal y cambió todo, porque me diagnosticaron algo tan incierto como esta enfermedad. Tenemos mucho desconocimiento con la EM (esclerosis múltiple) y solemos confundirla con otras como algún problema de huesos, mental o con el ELA. Además tenemos una imagen de la esclerosis que se asocia siempre con una silla de ruedas y con gente que no tiene movilidad, pero el 15% de los que la tenemos estamos bien. Que ahí está otro problema de la EM, que no te das cuenta de que la padeces y tienes un montón de secuelas invisibles.

¿Cómo reaccionó cuando le dijeron que padecía esclerosis múltiple (EM)?
Todo cambió. Tuve una reacción malísima y le di la espalda a la enfermedad. Cuando esto pasa, la enfermedad te acaba dando una colleja. Eso me pasó a los tres años de saber que tenía EM. Ahí pasó una cosa muy rara y es que empecé a hacerle caso a los demás, a toda la gente que me quiere. Pase de estar metido en un círculo vicioso en el que todo era malo a empezar cuidarme y a mirar la vida desde otro punto de vista. Todo empezó a ir fenomenal. Bueno, no sé si fenomenal, pero por lo menos vi ciertas situaciones de diferentes maneras. De empezar a ver las cosas mejor, a cuidarme y hacer caso a la gente, decidí perder peso y para conseguirlo comencé a hacer deporte. Sí, me dirás que es lo habitual, pero recordé en ese momento a un médico que al principio me decía que no podía correr, que era malísimo para la esclerosis, que el deporte era incompatible con las lesiones que tenía en el cerebro...

De ahí surgió entonces la famosa historia de los 100 metros...
Sí. El médico me dijo que no iba a ser capaz ni de correr 100 metros. Entonces un día lo puse a prueba. Costaron, pero lo conseguimos. A partir de ahí fui poquito a poco. Fui aumentando la distancia, a competir en carreras populares... y eso se convirtió en una bola de nieve muy grande. Gracias al deporte me han pasado cosas maravillosas.

No estaba teniendo la culpa de tener esclerosis múltiple, pero sí que era responsable de cómo la estaba sufriendo

La referencia fue un cartel de metro que había delante de su casa...
Aquello que me dijo el doctor fue una frase que se me quedó grabada a fuego. Con 32 años te dicen quédate quieto, no puedes moverte, no hagas esfuerzos... Pero no puedes hacerlo porque a esa edad te entra una ansiedad absoluta. Delante de casa tengo el mítico cartel rojo que pone que el metro estaba a 100 metros. Era muy visual, era ponerle imagen a aquello que me había dicho el médico. Los días malos siempre se me venía a la cabeza ese cartel. Hacía daño hasta que me puse el reto de hacerlo. Luego ya le cogí mucho cariño al cartel, es parte de mí. Sólo me falta cogerlo un día y subírmelo para mi casa.

¿Cómo fue ese punto de inflexión entre el antes y el después?
El punto de inflexión llegó una noche en la que no podía dormir. Acababa de tener un brote. No me encontraba nada bien ni físicamente ni anímicamente. Mi hijo mayor era un bebé y estaba en la cuna. Para mí ver a un bebé dormido me transmite la misma sensación que el mar, calma y paz. Yo no creo en las casualidades. El niño se giró y se le salió un brazo entre los barrotes y yo interpreté que me estaba queriendo ayudar. Le agarré la mano y me di cuenta de que no estaba teniendo la culpa de tener esclerosis múltiple, pero sí que era responsable de cómo estaba conviviendo con la enfermedad. Desde luego, ese niño no tenía culpa de nada, tenía que tener un padre feliz, que le enseñase a nadar, andar en bici, que jugase... Un padre de verdad. Eso fue algo que me tocó mucho para ponerme manos a la obra.

Pase de estar metido en un círculo vicioso en el que todo era malo a empezar a cuidarme y a mirar la vida de otra forma

Empezó a hacer deporte a diario, pero, ¿cuál fue el primer gran reto deportivo que recuerda especialmente?
El primer maratón, el de Madrid, lo recuerdo con muchísimo cariño. Era participar en una prueba mítica, de la que había escuchado hablar tanto. Esto fue un proceso muy largo y no la típica apuesta entre amigos de "¿A qué no te atreves a hacer una maratón?". Fue un proceso de varios años en los que fui aumentando la distancia y tuve que ir adaptándome con mis secuelas y recaídas y ver que, a pesar de todo, podía hacerlo. Fue espectacular correrlo. Me acuerdo del padre de una amiga mía que estaba preocupado porque tenía esa necesidad de correr un maratón, que era un esfuerzo muy grande, que no tenía nada que demostrar... Sabía que yo no tenía nada que demostrar, pero corro la maratón porque hoy puedo. Dejamos para mañana muchas cosas que no sabemos si vamos a poder hacer. Tener esclerosis te da un golpe de realidad. Pero sin duda, el famoso Ironman fue el gran referente y sirvió para dar visibilidad a todo nuestro proyecto y a nuestro esfuerzo.

¿Hay algo que le frenase a la hora de enfrentarse a esos retos?
Uno de los mayores problemas que tienen los pacientes de esclerosis es la fatiga. Es la sensación de estar en un cuerpo que pesa el doble que el tuyo, estar en el de una persona de 80 años. Un día sin saber por qué no puedes hacer nada. Ir al cuarto de baño o por un vaso de agua te supone un esfuerzo enorme. Con esa fatiga ir a entrenar es horrible, porque a veces tardo 45 minutos en cambiarme para ir a correr. Tengo que descansar entre ponerme un calcetín y otro. Al empezar a correr el proceso es horrible, pero luego el cuerpo se va activando poco a poco, se acostumbra y empieza a funcionar. Es como un tren de mercancías. Es muy dificil comprenderlo mentalmente.

Solemos dejar para mañana muchas cosas que no sabemos si vamos a poder hacer hoy, por eso corrí el maratón

Cuando está en plena maratón o cuando compitió en el Ironman, ¿qué pasa por la cabeza de Ramón Arroyo?
Primero pienso en la locura que estoy haciendo, pero disfruto mucho. Es un momento de reflexión pienso ¿cómo he llegado aquí?, porque he llegado aquí. Un Ironman son muchas horas y yo soy muy lento. Es un momento de agradecimiento y hacer un análisis de cómo puede ser capaz de estar ahí. Es bonito. La gente se cree que el día de la prueba es importante, pero para mí es un día de fiesta. El verdadero esfuerzo es la preparación, los días normales: cuando en invierno me voy a entrenar cada noche. Yo no compito contra nadie, solo contra mí y siempre quedo segundo. Lo importante es estar en la salida, luego en la prueba pueden pasar muchas cosas.

Siempre habla el plural. Los miembros de su familia al final se convirtieron en la verdaderos héroes...
Me sale de forma natural hablar así, pero es cierto, así lo pienso. Me quedo con una frase que dijo Dani Rovira cuando se estrenó la película de 100 metros: "Ramón no escogió tener esclerosis múltiple, pero Inma sí". Y creo que es verdad, ella no se fue y decidió quedarse. Siempre ha estado ahí. Ella me motiva siempre cuando voy a entrenar, porque sabe que es bueno para nosotros. Al final, yo soy el tonto que corre, pero esto es cosa de todos.

No estoy aquí porque sea un crack, si no porque alrededor tengo un montón de gente que me ha servido de bastón

Echando la vista atrás 14 años, ¿cómo ve la vida ahora?
La veo muy diferente. La veo más al día a día. No me puedo quejar. Tener una esclerosis múltiple es una mierda, no puedo usar una palabra más suave. No se lo desearía ni a mi peor enemigo. Independientemente de eso, no queda más remedio que tirar para adelante y ver la parte más positiva. Hemos pasado muchas cosas malas y quedan cosas peores. Echo la vista atrás y me quedo con pequeñas cosas. Por ejemplo, ayer una chica me miró y me dio las gracias por ayudarla a superar un cáncer con nuestra historia. Todos tenemos una mochila, una esclerosis múltiple y un Ironman, aunque se llamen de otra manera.

En una palabra, ¿cómo resumiría su historia?
Equipo. La palabra familia se me quedaría corta, porque no incluye a todos. Ese concepto de grupo que se protege. Si hay uno que no puede, el otro tira. Es algo muy bonito. Yo no estoy aquí porque sea un crack, sino porque tengo alrededor un montón de gente que me ha servido de bastón.

Una película que emocionó a España
La historia de Ramón Arroyo se hizo visible en 2016 con el estreno de la película 100 metros, protagonizada por Dani Rovira. Arroyo pasó de ser un ciudadano anónimo a, tras ser diagnosticado con esclerosis múltiple, un referente de la superación y las ganas de vivir en España.

Los médicos le dijeron que no podría caminar ni 100 metros y su objetivo, entonces, fue prepararse para llegar a correr un Ironman. Lo consiguió en 2013. Tres años después se estrenaba su película y su vida llegaba a todos los rincones del planeta.

Desde entonces, con el estreno de la película, Ramón Arroyo fue el encargado de poner voz a la esclerosis múltiple, una enfermedad que padecen uno de cada mil españoles y que a pesar de eso es totalmente desconocida. El madrileño, que este año será premiado con el Premio HQR! Ramón Escudeiro, participa activamente en congresos y tertulias que le permiten llevar adelante su proyecto, con el que pretende dar voz, no solo a los pacientes de EM, sino a todos aquellos que necesiten hacer frente a un bache.

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