Se confirma lo peor

A diferencia de otras pañoladas recientes, la de ayer emanó de la inferioridad. En ocasiones precedentes, el Pontevedra perdía por no acertar o no poder, pero conservaba sensación de jerarquía. La derrota era una cuestión coyuntural, un mal partido, un día. Ayer se confirmó la sospecha que preveía algo mayor, peor, un problema en la confección, un error de cálculo en los cimientos, toda una temporada al hoyo.

El problema no parece radicar en el entrenador, ni tampoco se puede argumentar que todo es un encuentro puntual como el de ayer, así lo demuestra la clasificación. La derrota del PCF en el derbi evidencia que el equipo granate no está programado, salvo contraorden, para empresas superiores, para objetivos ambiciosos, play offs y cosas de esas. Vista la inferioridad ante un contrincante de importancia, no caben más que lamentaciones y que concebir como realista la meta de pasar un curso sin los grandes agobios que empiezan a percibirse, con el ejemplo del Racing de Ferrol muy presente.

El Celta B era favorito y fue superior, con galgos arriba, con trabajo en el centro del campo, con una presión magnífica, con talento, con confianza, con velocidad y con el único defecto de la falta de pegada y el acierto en las últimas decisiones. Pero el Celta B no es, discúlpeme Milo Abilleira, ni la sombra de la Ponferradina del año pasado. Su liderato, más que merecido y justificado, tiene como guinda el nivel elevado de confianza de los cachorros célticos y todas las virtudes de los buenos filiales. Pero en su estado influye la colaboración de adversarios como el Pontevedra, pleno de trabajo y esfuerzo, pero carente de acierto.

El partido de ayer fueron 25 minuitos de equilibrio seguido por un esprint del Celta B, producido cuando sus virtuosos se destaparon antes del descanso, y una segunda mitad de querer y no poder granate, consentido por un rival decidido a sentenciar a la contra. En realidad, pareció todo conducir por el camino dibujado por el señor Abilleira, que de entrada mandó a sus futbolistas a la batalla y poco a poco fue ganando metros lejos de la trinchera. Su orden y presión permitió al Celta B ir asentándose sobre el césped y alcanzar la mitad del primer tiempo en clara evolución positiva, jugando cada vez más tiempo y con más criterio sobre tereno rival.

Mientras, el Pontevedra perdía con facilidad el balón y sólo podía dedicarse a despejar en largo, en busca de sus voluntariosos pero desasistidos delanteros. Y así apareció Mateo para destapar el tarro de las esencias, con un magnífico disparo de la frontal que se fue al poste. El rechace fue aprovechado por Pillado para batir a un Orlando Quintana vendido. La defensa, estresada de tanto defender, padeció un desajuste y no acompañó al centrocampista celeste en su acceso al área para remachar la jugada. La reacción pontevedresa pareció consentida.

En el primer cuarto de la segunda mitad hubo mucho de voluntad y gran parte de acierto, hasta el punto de que Igor dispuso de una ocasión y el bloque llegaba con asiduidad al borde del área visitante. Las respuestas al contraataque eran escasas pero daban miedo. Los espacios eran aliados para los atacantes célticos y, tras media hora contemplativa defendiendo como un muro las inoperantes escaramuzas granates, el Celta B se estiró y pudo sentenciar.

Jota primero y Benja después perdonaron en el mano a mano ante un portentoso Orlando Quintana, que mantiene su estado de gracia del final del pasado ejercicio. Sin embargo, ello no se tradujo en peligro en el área contraria, excepto al filo del tiempo, en un balón colgado y mal defendido por la defensa viguesa, en el que Pendín y Espadas no se entendieron para salvar un punto. El Celta B sigue siendo líder y el Pontevedra duerme en plazas de descenso directo, algo inaudito e impensable a estas alturas de la temporada.

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