Teresa Portela hizo sufrir en Cangas tras no conseguir la medalla

En el Club de Mar Ría de Aldán vivieron en directo la final de la piragüista, que será recibida el jueves
Los cangueses vivieron la prueba intensamente
photo_camera Los cangueses vivieron la prueba intensamente

En el Club de Mar Ría de Aldán saben lo importante que es el apoyo a sus palistas, por eso decidieron instalar una pantalla en el gimnasio y seguir, así, el periplo de Teresa Portela en sus quintos Juegos Olímpicos.

Después de la clasificación hace dos días de la canguesa para disputar la final del K-1 200 metros, la expectación este martes era máxima a este lado del charco. Minutos antes de la prueba, además, el despliegue de medios en el club era enorme, con cadenas de televisión y de radio pendientes del evento y fotógrafos queriendo plasmar el momento de máxima euforia. De esta forma, en las instalaciones deportivas del Club de Mar Ría de Aldán no cabía ni un alfiler, al rededor de 100 personas estaban ansiosas esperando por la regata decisiva y, entre ellos, llamaban la atención los palistas del club cangués, que se encontraban ataviados con la indumentaria de la entidad.

Aunque el ruido este martes era ligeramente mayor al que hubo en la jornada anterior, durante las pruebas previas, los asistentes permanecieron tranquilos. Estaban a la espera de que su ídolo, Teresa Portela, hiciese su aparición en la pantalla. Durante la Final B del K-1 femenino 200 metros, todos observaron que los tiempos fueron ligeramente peores que los de la jornada anterior, pero eso no desanimó a nadie en Aldán. Había que confiar en la garra y en la firmeza de la de Cangas.

En el momento en el que el locutor que comentó las regatas pronunció el nombre de la gallega, la locura se desató en el gimnasio del club, y esta llegó a su momento álgido en cuanto Teresa Portela apareció en televisión. A partir de ese momento, la tensión afloró en las caras de los que se habían acercado al club de Aldán. Todos esperaban el inicio de la prueba.

Ready, set... Cuando los cazos bajaron, el estrépito se hizo más que patente. Sin embargo, todos permanecieron pegados a sus asientos, gritando y aplaudiendo para que en Río se sintiese la presencia de los gallegos.

A medida que Teresa Portela avanzaba hacia la meta, los aplausos y vítores en el club cangués aumentaban en intensidad. Todas las miradas estaban puestas en la calle siete, por la que iba la palista gallega. Cuando el final de la prueba llegó, los ánimos no cesaron. Parecía que la regata no había acabado, que aún había otros 200 metros en los que la de Cangas podría pasar a las cinco piragüistas que tenía por delante. Pero no, las cartas ya estaban sobre la mesa.

Así, el momento de tristeza inicial dejó paso al orgullo de tener una canguesa al otro lado del océano luchando, en sus quintos Juegos Olímpicos, por estar entre las mejores del mundo.

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