Hemeroteca | "Solo fui un tío dedicado a los demás y me dieron palos por todos los lados"

Artículo publicado el 10 de enero de 2019 ► El movimiento olímpico español hará el sábado un acto de justicia al rendir honores a uno de sus miembros más destacados, a alguien que con su personalidad hizo historia llevando el nombre de Pontevedra como bandera. A sus casi 84 años, 'O Bruxo', apodo que confiesa que le ha perjudicado, se muestra agradecido a los suyos.

José Luis Torrado Casal con su antorcha olímpica de Barcelona. JOSÉ LUIZ OUBIÑA
photo_camera José Luis Torrado Casal con su antorcha olímpica de Barcelona. JOSÉ LUIZ OUBIÑA

TORRADO es Torrado. Alguien inclasificable. Uno de esos genios que nacen solamente de vez en cuando. Una leyenda viva por un cúmulo de cosas, pero por encima de todo, por su carácter. Un maestro de la vida, capaz de transformar un mal momento en el mejor. Capaz de hacer andar al cojo y de hacer creer al más descreído.

Ni el paso de los años ha moldeado a alguien indomable, a alguien que si no existiera habría que inventar. Ya en el camino de vuelta hace balance de su vida; sigue sin pelos en la lengua, se siente dolido por como algunos lo han tratado, pero agradecido a la gente que ha conocido y sobre todo a su familia. En vísperas del que será uno de los días más emotivos de su vida, se muestra en estado puro.

¿Qué significa que por fin el olimpismo español le reconozca?
El olimpismo lo fue todo para mí. Ha sido la base de mi vida. El primer contacto que tuve fue en los Juegos de México 68. Allí pasaron muchas cosas. Fue una experiencia inolvidable. No solo curé a los españoles, sino a muchos campeones de otros países. Fue precioso que 50 años después vinieran los mexicanos a reconocerme. Ese es el argumento de mi existencia. Por mis manos pasaron jugadores que estaban descartados y acabaron disputando todos los partidos. A Giuseppe Gentile lo querían mandar a casa, me lo trajo Pipe (Luis Felipe) Areta, lo traté y se colgó la medalla de bronce en triple salto. Aquello fue un no parar. Los atletas hablaban entre ellos y me traían gente. Así empezó todo. Me conocían por el gallego; por suerte no era por O Bruxo.

De todos los Juegos Olímpicos a los que fue, ¿los de México fueron los más especiales?
¡Fueron únicos! Los mexicanos hicieron unos Juegos extraordinarios. Se vivió un ambiente excepcional y a los españoles nos trataron con mucho cariño. Era como competir en casa. Fue la primera vez que en la villa había restaurantes de cinco continentes distintos. Era impresionante. Hubo cambios muy importantes. Fueron días muy apasionantes.

"Conmigo no hubo ninguna justicia. He sido tratado injustamente. Algunos me consideraban un intruso"

Dígame una cosa, ¿que le llamaran O Bruxo le perjudicó?
¡Muchísimo! Porque una parte de la sociedad me consideraba como un intruso. El apodo me lo puso Emiliano (Rodríguez, considerado como uno de los mejores jugadores de baloncesto europeo de la historia) con todo el cariño. Estaba con una tendinitis tremenda y nadie lo recuperaba, pero yo lo conseguí. No tuvo que operarse. En un programa de televisión de José María Íñigo me pasó la mano por encima y dijo: "Este es un brujo", y me quedó para siempre. Que se lo diga alguien como Emiliano Rodríguez también es un privilegio. Los deportistas siempre me lo han llamado con cariño y mucha gente también, pero hay otra parte de la sociedad que lo ha usado como un ataque. Lo usaban para desprestigiarme, para criticarme... Por eso me ha dolido. Sabes una cosa...

Dígame.
Nadie en el mundo ha hecho lo que hice yo. Por mis manos han pasado más de un millón de personas. En cada Juegos los deportistas venían a buscarme, daba igual el país del que fueran. No hay ninguna duda. Yo he fabricado gente. Los he formado, venían en autostop a Pontevedra para trabajar conmigo y ahora son reclamados en todas las partes del mundo.

¿A pesar de eso se siente un incomprendido?
Totalmente. Nadie ha cotizado por mí. Me ha quedado una pensión miserable. Soy preparador físico y lo he demostrado. Llegué a Zaragoza y en dos pisos creé un gimnasio en el que daba masajes a cambio de especies: un cordero, una gallina, una cabra... El noventa por ciento de los futbolistas que pasaron por mis manos jugaron en España. El Aragón (el antiguo filial del Real Zaragoza) pasó de fútbol regional a Segunda División A. Era fácil ladrar, pero nadie pudo demostrar que era un mentiroso. Lo que hice está ahí. Me podrán llamar bocazas, brujo... lo que quieran, pero los resultados están ahí. Recuperé a deportistas que estaban descartados y entrené a otros que llegaron lejos. Me da mucha pena ver parado a Rafa Nadal por culpa de una tendinitis. En 15 años, Iván Raña nunca estuvo lesionado más de cinco días. ¡Cómo no voy a tener pena!, yo no disfruté de mis hijos; ahora sí.

"Nadie en el mundo ha hecho lo que hice yo. Por mis manos han pasado más de un millón de personas"

¿Su mejor triunfo es que sus hijas y su hijo continúan con el gimnasio?
Claro. Yo venía de estar cuatrocinco meses fuera de casa y mi hijo se echaba a llorar porque no me conocía. Preguntaba quien era el del bigote. ¡Eso duele! Yo no hice otra cosa que trabajar y, cuando analizo todo, saco la conclusión de que me han tomado de coña.

¿Se ha sentido utilizado?
No por todo el mundo, pero sí por una parte. Por mí nadie cotizó, no me reconocieron nunca, ni tampoco me valoraron los dirigentes. La selección italiana de baloncesto quería ficharme y la Federación Española dijo que tenía contrato con ellos cuando era mentira. La esencia de mi trabajo es que los deportistas creyeron en mí. Yo no fallé nunca. Yo no corto, yo no pincho, yo no rezo, ni hago brujería... yo uso el naturismo. Mi triunfo ha sido dar la vuelta al mundo. Yo llegaba a África y me abrían las puertas en todos los sitios. Aquí no fallamos. Donde no llegamos, no llegamos. Yo no tuve ningún maestro. Fui un autodidacta.

Confiéseme un secreto, ¿cuál ha sido el caso más difícil que afrontó en el mundo del deporte?
Antonio Peñalver (medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Barcelona en decatlón). A pocos meses de los Juegos estaba totalmente descartado. Tenía unos desgarros muy grandes, lo recuperé y fue segundo, pero nadie dijo nada públicamente porque dolía que yo lo consiguiera. Lo digo con todos los respetos, absolutamente con todos, pero lo que no puede ser es que Mourinho (José) esté viviendo del fútbol. Vino al Real Madrid y tuvo 22 roturas de fibras. A lo largo de mi carrera ningún deportista mío tuvo una. No hay derecho a que al que ha estado 60 años demostrando su valía lo estén persiguiendo y ahogando. Uno de los que más ilusión me hizo recuperar fue al capitán de la selección rusa de baloncesto, que gracias al tratamiento pudo jugar la final olímpica (Seúl 88). Aún hoy, los aromas de Xeve viajan a Rusia. Hace poco me llegaron de allí unas latas de caviar y unas camisetas de una atleta olímpica muy agradecida. En un partido, Rusia le había metido una paliza a España y la Federación de Baloncesto quería echar a Díaz Miguel, el entrenador por aquella época. Yo dije que no era esa la solución. Fueron subcampeones de Europa, ¡y después de ganar a Rusia! A todos los componentes del equipo les soltaron millones de pesetas. A mí me daban 50.000; me pareció una vergüenza y las rechacé, y eso que mi mujer ya había hecho planes (risas). Soy feliz, con o sin dinero.

"La esencia de mi trabajo es que los deportistas siempre creyeron en mí. Yo no fallé nunca"

Entre sus tres grandes amores deportivos: el fútbol, el baloncesto y el atletismo, ¿con cuál se queda?
Con el atletismo, pero no con el de ahora. En mi época yo pagaba por entrenar y me odiaban los conserjes porque siempre era el último en marcharme porque atendía a todos gratis. He sido muy feliz en el atletismo. Siempre me sentí atleta.

Su amor a Pontevedra es innegociable, pero entre Ferrol, Lugo y Zaragoza...
Hay una cosa, el cariño es el de mi tierra. En Aragón serán muy nobles y lo que quieras, pero estuve nueve años allí a una media de nueve personas diarias que atendía y pasaron de todo. No me dieron ni una lata nunca. Juanito, el del Real Madrid, venía a casa. ¿Alguna vez escuchaste a alguien decir algo?

Eso tiene que doler.
¡Cómo no va a doler! He sido tratado injustamente. Conmigo no hubo justicia ninguna. Tengo 83 años y ya no duermo. Solo fui un tío dedicado a los demás y me dieron palos por todos los lados. Nunca he pedido nada a cambio. Me quedo con cantidad de amigos que he generado. Durante 16 años le dediqué cuatro horas diarias a Fraga (Manuel) y nunca recibí nada, y cuando se muere me entero que él ordenaba que me pagaran. Si hubieran cotizado por mí, ahora no estaría con una pensión de 800 euros. En todos los lugares en los que estuve nunca tuve un contrato. Han sido 25-30 años vinculado a clubes y federaciones y nadie cotizó por mí.

La de Ferrol fue una etapa muy bonita.
Porque la gente se entregó. Pasamos de Segunda a jugar en Europa. Fueron a disputar un ascenso a Zaragoza, los atendí y el otro (Juan Fernández) se empeñó en mí. Yo volví a Pontevedra y al poco me fui para allí.

¿Y el burro seguirá vivo (en su primera etapa en el Breogán prometió que si lograban el ascenso todo el equipo daría la vuelta a la muralla en pollinos)?
¡Pobre burro! Aquello fue increíble. En Lugo vivimos dos hazañas. En mi primera época cuando llegué iban decimocuartos y ascendimos y en la segunda, quedaban ocho jornadas para el final y había que ganar siete partidos; ganamos los ocho, uno de ellos al Madrid. Allí me quieren.

"El deporte es un derecho de los niños, no un privilegio. Siempre traté de inculcar eso a la sociedad"

Por sus manos han pasado muchos deportistas, pero ¿el más especial fue Manuel Carlos Gayoso?
El de más talento. Fue un extraordinario atleta. Cuando llegó a mis manos hacía un minuto y pico en 400 metros y 2,28 en 800. Lo entrené, lo llevé a todos lados y conseguimos cosas importantes. Fue un atleta formado aquí que debía haber sido finalista olímpico. Eso es un orgullo. En realidad estoy satisfecho porque la gente se entregó a mí.

Se habla mucho de su etapa en el Breogán, en el OAR, en el Pontevedra, en el Zaragoza, pero ¿cuál ha sido su club preferido?
La Sociedad Gimnástica (con rotundidad). Yo pagaba por poder entrenar. A mí no me dejaban. Recuerdo dos juveniles, García Verdugo y Vázquez Astray, a los que no nos dejaban entrar en el Estadio (CGTD). Entrenábamos por los campos con una cinta métrica para hacer series y acabamos siendo campeones de España.

Usted siempre fue muy crítico con los políticos. Sin embargo, hace unos días, en la entrega de los premios HQR!, tuvo palabras de cariño hacia ellos.
Es que ahora los políticos quieren el deporte y lo apoyan. Se equivocarán y podrán hacer las cosas mejor, pero ahora apuestan por el deporte, pero antes no. Yo nunca me he callado y por eso he tenido problemas, pero ahora las cosas han cambiado. Antes no te hacía caso nadie, no me dejaban entrar a las instalaciones. Esa fue mi lucha. El deporte es un derecho de los niños, no un privilegio. Siempre traté de inculcar eso, que los que mandan se dieran cuenta de ello, porque una sociedad deportiva es una sociedad mejor.

Y su pasión por la cocina, ¿cómo surgió?
Soy y fui cocinero para todos, por necesidad. ¿Sabes lo que es llegar a Corea y ver en las tiendas perros para comer? Eso le quita el hambre a cualquiera. Eran tiempos difíciles y se comía muy mal, pero el caldiño y el cocido gallego no faltaban. Por entonces venían centenares de deportistas de la selección española a Pontevedra para comer en Casa Celso y luego hacían sus mejores marcas.

La cocina, una de las pasiones de José Luis Torrado. JOSÉ LUIZ OUBIÑA

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