Un Pontevedra desconcertante empata en casa del Céltiga (1-1)

Moisés Pereiro evoluciona con el balón en la acción del 0-1.
photo_camera Moisés Pereiro evoluciona con el balón en la acción del 0-1.

A ILLA DE AROUSA. El árbitro es una buena excusa en tiempos de pecado. Recurrir a él puede salvar al criminal en el tribunal de los hombres, pero no lo librará en el tribunal de las almas. Tendría dotes de político vulgar el que amparase su fracaso en el error de vista del colegiado de cabecera. Ellos se equivocan. Es su modo de vida. Hay quien cree que el fútbol moriría el día que los jueces de la contienda dejasen de comportarse tan humanamente.

 (Vídeo gentileza de PontevedraTV)

Lo mejor que hizo el Pontevedra en A Illa de Arousa fue no responsabilizar al árbitro. Ni uno de los futbolistas o miembros del cuerpo técnico señalaron a López Fernández como autor de los platos rotos. El Céltiga materializó la igualada con un lanzamiento de penalti que debería haber sido falta al borde del área. Pero sería vicio ampararse en ese fallo puntual, complicado de apreciar sobre el terreno de juego en una acción que sucede a velocidad de vértigo, para explicar todos los males del mundo, los del Pontevedra.

El conjunto de Milo Abelleira desperdició una ocasión magnífica de llevarse los tres puntos del Salvador Otero. Fue fiel a sí mismo, irregular en su dominio, en su juego, en su creación. Marcó cuando menos lo mereció y encajó cuando más controlado parecía tener el enfrentamiento. Así es el fútbol, así es el color granate.

El equipo lerezano tuvo dos caras. Su mejor imagen, antes de la media hora, no obtuvo premio. Su peor aspecto casi lo consigue. El balompié es como las mujeres: no juzga solo las apariencias. Ahí radica su encanto... también el del deporte que nos ocupa.

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