Un Señor Pontevedra

Los granates, por primera vez en la temporada, encadenaron dos victorias seguidas tras encarrilar el partido ante el Linares en una primera parte brillante
Álex González celebra uno de los goles del Pontevedra. RAFA FARIÑA
photo_camera Álex González celebra uno de los goles del Pontevedra. RAFA FARIÑA

El Pontevedra CF de Juan Señor se impuso por segunda semana consecutiva en Pasarón. Lo hizo ante un Linares que hasta hace poco tenía entre ceja y ceja el playoff y cuyo último mes ha comenzado a desestimarlos de la lucha. La batalla de los granates, sin embargo, es otra muy distinta: una permanencia que parecía imposible y que ahora pasa a ser tan solo muy difícil. El 3-1 de los pontevedreses, por resultado y también por imagen, ha vuelto a hacer creer a su parroquia. Y eso, por lo menos para una semana, está lejos de ser muy poco.

Quien no conociera la situación actual del Pontevedra CF, jamás podría haber imaginado que los granates se encontraban en el fondo de la clasificación antes del comienzo del partido. Los de Juan Señor, con una propuesta donde el balón gusta y no quema, donde se apostó por la búsqueda del acierto y no por la minimización del fallo, se hicieron dueños del partido desde que el silbato de García Riesgo marcó el inicio de este.

Pronto avisó el conjunto local, desde las botas de un hombre que bien podría servir como resumen de la exhibición coral de los pontevedreses: un Miguel Román que a punto estuvo de batir con un disparo al palo corto a Samuel Casado y que volvió a mostrar que no es un jugador cualquiera.

El mediocentro granate se convirtió en el eje de un equipo que se agrupaba en torno a él para después, en muchas ocasiones desde los pies del propio Román y en otras tantas a través de las botas de su compañero Borja -indispensable la ayuda de un Brais finísimo en las descargas, que se juntaba con ellos para crear superioridades-, hacer girar el esférico al lado débil del rival. Allí, según la jugada, esperaban unos Seoane y Bastos -de nuevo a banda cambiada- que llegaban con tiempo y espacio para que el centro lateral no fuera un recurso de mínimos, casi desesperado, sino la opción más adecuada para una situación concreta. De ellas salían córneres, balones muertos que ninguna defensa querría cerca de sí y esféricos divididos que solían volver a los pies de unos granates realmente incisivos en la presión tras pérdida. 

Fue en el minuto 14, tras un centro de Borja desde la banda derecha, cuando uno de esos balones divididos acabó en el remate en semifallo de Álex González. El disparo del capitán, de ejecución complicada, fue tan manso que en ello residió su mayor virtud: Charles, de esos delanteros que nunca perderá el imán, lo recibió con un toque que propició su remate a la media vuelta en una de esas jugadas en las que a los comentaristas les gusta decir que el nueve se revolvió en el área. Un 1-0 que, pese a los pocos minutos disputados, ya era merecido.

El Pontevedra, sin embargo, pareció acordarse en ese entonces de su situación: de lo mucho que tenía que perder tras haber comenzado a ganar. Casi como la teoría de la manta corta, donde la ofensiva destapa la defensiva -o viceversa-, los envíos directos del Linares comenzaron a hacer daño a los de Juan Señor. La poca contundencia en área propia provocó que el fútbol de mínimos de un visitante desdibujado se convirtiera en un argumento válido para competir. E, incluso, suficiente para el 1-1: una jugada en la que Abeledo, cuya misión era cargar el área desde segunda línea, atacaba el rechace que Cacharrón había cedido tras un remate cruzado de Samu Corral. 

Si bien la alegría del gol no había durado más que tres minutos, la alegría del juego no se detuvo con el empate. Y Miguel Román, como si intuyera que algunos grandes partidos suelen acabar diluyéndose injustamente por la falta de tangibles, decidió sumar registros a su juego e imponerse en un córner -ensayado- botado por Borja que había vuelto a nacer desde la asociación y no desde una impulsividad malentendida. 

El Linares, mientras tanto, seguía buscando el camino más corto hasta la portería contraria. Dubitativo en salida, el conjunto visitante abusaba de jugadas sencillas, los famosos balones a la olla. De alguna manera, no se le podía culpar: a la sorprendente superioridad del rival se le sumaba que esos envíos, pese a la falta de ventajas, estaban creando verdadero peligro en la zaga local. Uno, incluso, acabó introduciéndose en la portería local para ser inmediatamente anulado por fuera de juego. Y del 2-2, que habría sido inmerecido a los puntos pero justo porque el fútbol va de marcar goles, se pasó al 3-1 en una jugada trastabillada donde Charles aprovechó las dudas de la defensa para asistir a un Álex González no perdonó. El capitán golpeó hasta con el alma y su disparo cruzado se introdujo con violencia en el segundo palo de la portería de Casado. 

Fue, sin duda, el culmen de una primera media hora donde los granates, con el debe de esa falta de contundencia defensiva, mostraron una de las mejores caras de la temporada. Los últimos quince de la primera parte, aún con una marcha menos, se cumplieron con el balón en los pies de un equipo que había encontrado un traje con el que parecía casar a la perfección.

Tras el paso por vestuarios, no obstante, el Pontevedra renunció al chaqué y salió más contemplativo a la segunda mitad. El Linares, que por si se había olvidado arrancaba la jornada como séptima clasificado y no dejaba de enfrentarse al colista, dio un paso adelante donde a su juego directo se le sumó una mayor participación de Rodri para que los envíos se realizasen desde una mayor claridad. El Pontevedra renunció a los largos tramos con balón por los que había apostado en la primera parte, además de una salida en corto en la que había brillado hasta encontrar al hombre más alejado. Los de Señor, de hecho, comenzaron a fortificar su línea defensiva al ver que el dominado había pasado a ser el dominador por las necesidades del guión: la entrada de Masogo por Rubio provocó la reubicación de Miguel Román como central, pasando a formar con línea de cinco desde el minuto 66. 

Curiosamente, como pasa tantas veces, la acumulación de efectivos no se saldó con el resultado deseado: dos minutos después de cambiar su disposición, Soto cometió penalti sobre Hugo Díaz. Pero, como ese día el Pontevedra había decidido apoyar su pie derecho cuando le había sonado el despertador, Lolo González no pudo más que estrellarse contra un Pablo Cacharrón que también reclamaba su cuota de protagonismo. 

El partido, tras el jarro de agua fría para los visitantes, siguió un curso parecido en su tramo final: el Linares buscaba un tanto a la desesperada que los volviese a introducir en el encuentro, mientras que el Pontevedra se defendía retrasando cada vez más sus líneas y amenazando con cazar unos espacios que su rival estaba obligado a ir dejando crecer con el paso de los minutos. Jon Bakero, que entró por Charles, incluso estuvo a punto de marcar su primer gol en la competición doméstica. 

El vasco, sin embargo, no pudo iniciar su cuenta particular ni tampoco mover el marcador. Nadie, en la segunda parte, fue capaz de hacerlo. Con lo que, tras unos primeros cuarenta y cinco minutos brillantes -sobre todo la primera media hora- y unos últimos de resistencia, el Pontevedra de Juan Señor sumó su segunda victoria consecutiva por primera vez en lo que va de temporada. Veremos, para la semana, si no hay dos sin tres.

FICHA TÉCNICA
Pontevedra: Cacharrón; Seoane, Soto, Churre, Bastos, Miguel Román, Borja, Alberto Rubio (Masogo, m.66), Brais Abelenda (Martín Diz, m.87), Álex González (Derik, m.90), Charles (Bakero, m.66).
Linares: Samuel Casado; Duarte (Edu Campabadal, m.46), Caro, Lolo González, Fran Varela, Rodri, Callejón (Candelas, m.70), Abeledo (Carrillo, m.80), Fermín López (Álvaro Arnedo, m.70), Álex Sancris (Hugo Díaz, m.58), Samu Corral.
Goles: 1-0, Charles (m.14); 1-1, Abeledo (m.17); 2-1, Miguel Román (m.22); 3-1, Álex González (m.25).
Árbitro: García Riesgo.
Incidencias: Vigésimo octava jornada de competición en Primera Federación, Grupo 1. Partido disputado en el Estadio Municipal de Pasarón ante alrededor de 1.500 espectadores.

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