Una eterna pasión

PONTEVEDRA y LA VUELTA mantienen, en los últimos tres años, un espectacular idilio. Tres décadas después de que la ciudad acogió la meta de una etapa, la ronda se ha convertido en fija, pero hubo una época en la que la ronda pasaba de largo por la ciudad del Lérez camino de otros destinos, generalmente Vigo o Santiago, como en 1985, cuando en el cuarto día de carrera (era la tercera etapa) la ‘serpiente multicolor’, como se decía por aquel entonces, transitó por los feudos de Teucro para asentarse en la capital de Galicia.

Habían pasado cinco años desde que La Vuelta ‘durmiera’ en la ciudad y pocos podían imaginarse que pasarían más de 25 para que volviera a ser ‘centro de operaciones’ y a pesar de eso, miles de pontevedreses se echaron a la calle para ver el rápido paso de los corredores en una de esas etapas maratonianas de aquella época. Casi 200 kilómetros, en concreto 197, eran los que separaban la línea de salida y de meta y aunque el pelotón pasó a la hora de la comida la avenida de Lugo, Loureiro Crespo, Casimiro Gómez, Padre Gaite, Fernando Olmedo , la avenida de Bos Aires y el puente de Santiago estaba abarrotado de gente que aclamaron a los corredores, entre ellos un jovencísimo ciclista de 20 años que estrenaba su condición de neoprofesional y que el día anterior había estrenado como el líder más novel de la ronda española. Muchos veían en él un campeón en ciernes, pero pocos podía imaginarse que aquel chaval llamado Miguel Induráin se transformaría en uno de los ciclistas más importantes de la historia.

Esa etapa fue ganada por el italiano Gianbattista Barronchelli e Induráin no tuvo problemas para conservar el maillot amarillo, que vistió hasta la sexta jornada que pasó al cuerpo de Pedro Delgado tras ganar en los míticos Lagos de Covadonga.

Induráin acabó retirándose o mejor dicho, el sabio José Miguel Echávarri lo bajó de la bici porque todavía era demasiado joven para esas batallas, su futuro estaba reservado para otras guerras, mayores. Eso sí esa participación del 85 fue una de las pocas que tuvo el de Villaba en una Vuelta que ese año fue ganada por Pedro Delgado después de la ‘cabalgada de los puertos’.

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