Fernando González-Laxe: "Mi vida ha estado dedicada a la docencia y a la investigación; lo voy a echar de menos"

El 10 de mayo, el expresidente de la Xunta y catedrático de Economía Aplicada de la UDC, Fernando González Laxe, impartió su última clase en un aula abarrotada de alumnos y amigos. Incombustible, desecha volver a la primera línea política. Lo suyo, dice, es "dar algún que otro consejo"
A Coruña
Fernando González Laxe 
16/05/2023
Foto: Moncho Fuentes / AGN A Coruña
photo_camera El expresidente de la Xunta y catedrático de la UDC Fernando González Laxe. Moncho Fuentes (AGN)

Profesor vocacional, Fernando González Laxe (A Coruña, 1952) pondrá este verano término a su prolífica carrera docente en la universidad que creó estando al frente del tripartito que llevó las riendas de Galicia entre 1987 y 1990. En política, el socialista tocó casi todos los palos: fue concejal en A Coruña, director general de Ordenación Pesquera con Felipe González, negociador con la Comunidad Económica Europea, parlamentario del Consejo de Europa, senador, diputado autonómico y presidente de Puertos del Estado, entre otras responsabilidades. Experto en temas pesqueros, el director del Instituto de Estudos Marítimos de la UDC y miembro del Foro Económico de Galicia desgrana los desafíos de una economía que capea los embates de unos tiempos inciertos.

Cuarenta y cinco años dedicado a la enseñanza... ¿Lo echará de menos?
Sí. Sin duda alguna. Soy hijo de maestra y tengo esa vocación. Mi vida ha estado dedicada a la docencia y a la investigación y lo voy a echar de menos.

Llegan los exámenes. ¿Será usted más generoso al tratarse de su última evaluación?
Sí, pero sin confundir la generosidad. Los profesores siempre sabemos los que son de aprobado o suspenso. Miramos más cosas, como el esfuerzo, la atención, la responsabilidad y ahí es donde seré generoso. Pero con el que no sepa los conceptos básicos no podré serlo, pues sería una injusticia.

Si el haber alcanzado los 70 años no fuera un factor limitativo a nivel normativo, ¿seguiría usted unos años más?
Sí, porque me encuentro muy bien. Hay momentos en los que uno tiene plenitud de madurez y creo que estoy en un momento bueno de madurez intelectual. Posiblemente hubiera seguido un poco más hasta que las fuerzas empezaran a flaquear o no tuviera interés.

Estando al frente de la Xunta, tuvo claro que el sistema universitario gallego no podía reducirse a la Universidade de Santiago. ¿Por qué?
Por dos cosas. De un lado, había que garantizar la igualdad de oportunidades, pues a la gente que estaba lejos de Santiago le suponía un coste y, por lo tanto, se abría una brecha. Había que dar la oportunidad a todo el mundo de poder estudiar y tener un mayor conocimiento. De otro lado, había consultado a los rectores de las grandes universidades de Madrid y Barcelona. En esos momentos, tenían una matrícula de alrededor de 90.000 alumnos, que eran los que iba a alcanzar el sistema gallego a finales del siglo pasado. Y me decían que aquello era ingobernable. Combinando ambas cosas, esto es, la igualdad de oportunidades y el hecho de que Galicia es una sociedad policéntrica, con siete grandes áreas en las que se distribuye la población y la economía, era necesario dar ese paso.

Xosé Manuel Beiras fue mi profesor y me puso sobresaliente. Siempre tuvimos una gran amistad. También guardo un gran recuerdo del lucense Rafael Martínez Cortiña

Llama la atención que entonces no se atreviera a denominarlas Universidade de A Coruña y Universidade de Vigo...
En la propuesta del Gobierno iban Universidad de Galicia norte y Universidad de Galicia sur. Iba así porque podía darse a atender que lo único que buscaban la Xunta o su presidente era favorecer a dos ciudades y no se trataba de eso. El objetivo era hacer un campus gallego, donde cada pilar tuviera un grado de especialización que fuera acorde con las industrias y con la potencialidad que tenía cada territorio. Por eso no me atreví a ponerles A Coruña y Vigo. A lo largo del debate en el Parlamento, cuando ya todo el mundo se decantó, sí. Pero sí que estaba esa división de los campus: A Coruña iría con Ferrol, Lugo y Santiago formarían un segundo núcleo y Ourense, Pontevedra y Vigo, un tercero.

Pasados más de 30 años, ¿qué aspectos ve mejorables en el sistema universitario?
No repetir las especializaciones. Tenemos que abarcar el mayor porcentaje de conocimientos posible. En segundo lugar, tenemos que mejorar nuestras posiciones en los rankings, pues estamos muy atrás todavía. Esto significa especializarse y que no todos los profesores tienen que estar valorados de la misma manera. Aquel que es muy dinámico y es un referente tiene que recibir el apoyo de su universidad. Lo importante es subir en los rankings para que la gente venga aquí a estudiar. Somos muy poco receptores de alumnos latinoamericanos, europeos o asiáticos y tenemos que aumentar más el grado de interrelación. Tenemos que internacionalizarnos muchísimo más y publicar mucho más para ser referentes.

Las dificultades para cubrir vacantes son comunes a muchos sectores. ¿Qué falla para que siga pareciendo que el sistema académico y la empresa están desacoplados?
Efectivamente, no hay un buen matrimonio entre ambos, es cierto. Pero, en cambio, las universidades tienen muy bien estudiado el perfil de lo que reclama el mercado laboral y la eficiencia que tiene el sistema universitario para poder acoplarse al mismo. Las tres universidades tienen un equipo de estructura ocupacional que mide si la graduación de la persona está acorde con el trabajo que desarrolla. Así, medimos la eficiencia de cada escuela o facultad. Tenemos que acoplarnos al mundo actual, que va de transición ecológica y digital. Tenemos que apostar por eso. No somos ni tenemos tradición para albergar una facultad de Filosofía, por ejemplo. La Filosofía es importantísima, pero no somos una universidad alemana que tenga una larga tradición. En cambio, sí tenemos muy buena disposición para todo lo que es tecnología de alimentos o inteligencia artificial. Pues apostemos por eso, que es el futuro.

Impulsé la creación de las universidades de Vigo y A Coruña para garantizar la igualdad de oportunidades y porque una USC con 90.000 alumnos sería ingobernable

Inició su última clase citando a Xosé Manuel Beiras, el director de su tesis doctoral en 1982. ¿En qué medida es uno de sus referentes?
Todos los que hemos estudiado nos acordamos de los profesores que ejercieron una cierta influencia sobre nosotros ya sea de carácter intelectual, anímica o personal. La influencia de Xosé Manuel Beiras la tuve en esos tres niveles. No lo conocía absolutamente de nada cuando empecé a estudiar. Fue mi profesor en el primer curso de Economía, me dio sobresaliente y me quedé un poco prendado de la asignatura. A partir de ahí, siempre tuve una gran amistad. Con ello quería resaltar la labor de los profesores, de los maestros. Pero quería señalar que también me ayudó mucho con la tesis un lucense, Rafael Martínez Cortiña. Aunque Beiras aparece como director, él fue uno de los grandes valedores. Falleció hace unos años, pero guardo un recuerdo muy grande de él. Hasta el punto de que le concedí la Medalla Castelao.

A nivel económico, llevamos unos años bregando con un elevado nivel de incertidumbre... ¿Cuáles son los retos más urgentes de la economía española?
Estamos en un momento de vulnerabilidad, incertidumbre, complejidad y de ambigüedad de los objetivos. Hay dos grandes factores sobre los que debemos actuar. Primero, el control de las variables económicas, pues no podemos dejarlas discurrir por los propios efectos del mercado. En segundo lugar, los mecanismos de regulación tampoco están funcionando bien. Es decir, si dejamos que las variables jueguen libremente, lo que vamos a tener siempre es inflación, paro, déficit público... Y eso no es bueno, porque no genera tranquilidad. Sin esto último ni los empresarios van a invertir, ni los trabajadores van a ser más productivos. Los organismos de regulación, se llamen mercados financieros o energéticos, no están funcionando bien, pues no están dando las señales de alerta. Eso es preocupante en la medida en que a veces quiebra un banco, la inflación sube mucho o un gobierno se endeuda en demasía.

También tenemos un problema considerable de acceso a la vivienda. ¿Considera que se están adoptando las medidas adecuadas?
En España todo el mundo quiere ser propietario. En Europa, esa mentalidad no existe. Todo el mundo utiliza la vivienda como un lugar para poder vivir, pero primando el alquiler sobre la propiedad. Si todos queremos ser propietarios, no es fácil. ¿Porqué? Hay dos condicionantes. De un lado, la ley de oferta y demanda, que es la que está elevando los precios de la vivienda hasta niveles inasequibles, y de otro está el hecho de que todos queremos vivir en el centro. Y claro, no podemos construir ciudades hacia arriba con rascacielos de 300 pisos. Tenemos que cambiar la mentalidad. El Gobierno no debería fomentar tanto que todos queramos ser propietarios, porque eso es muy difícil. Debería fomentar un mercado de alquiler mucho más fluido y flexible en el que los precios del arrendamiento estén condicionados a los salarios reales. Hay que cambiar el paradigma.

"En el PSdeG hay tensión, y eso es bueno. Y tenemos banquillo"

Con 35 años, fue usted el presidente de la Xunta más joven que hemos tenido. ¿Qué impronta considera que ha dejado?
Creo que demostré que la juventud madura es capaz de gestionar un país y que queremos un país bien equilibrado territorialmente, es decir, que no haya provincias ricas y pobres o comarcas abandonadas y comarcas favorecidas con todas las inversiones. Luego, acometimos un proceso muy dinámico para transitar de una sociedad rural y atrasada a otra más metropolitana y avanzada. De mi Gobierno destaco dos grandes acciones: la creación del Sergas y las universidades, dos elementos muy positivos para corregir las desigualdades y dar una calidad de vida más elevada.

El 28 los partidos gallegos afrontan su primera prueba en la carrera a las autonómicas. ¿Cómo ve al PSdeG? El liderazgo parece estar en un escenario de provisionalidad al regresar Gómez Besteiro...
Todos los partidos que están vivos tienen sus tensiones internas. Un partido está vivo cuando la gente habla, cuando apuesta por uno o por otro. Eso es bueno. Lo malo es cuando no hay tensión, pues significa que hay una autocracia, casi una dictadura. En el nuestro hay tensión y eso es buena señal. Y tenemos mucho banquillo, muchos candidatos para formar grandes equipos en los que se sintonice bien. Primero, vamos a ver el resultado de las municipales. Hay muchos alcaldes socialistas que lo están haciendo bien y que pueden repetir. Veamos el resultado y, a partir de ahí, se podrán tocar las teclas necesarias para presentar al mejor tándem. Soy partidario de que siempre haya equipos. Por mi experiencia, toda la referencia positiva de un gobierno la marca la gente que participa en él. Un periódico puede ser muy bueno, pero si no tiene redactores buenos no podrá cubrir sus páginas. Con esto pasa lo mismo.

No cierra usted la puerta a retomar la actividad política....
La actividad política de primera línea no. [Entre risas] Yo ya tuve mi momento. La gente joven es la que tiene que dirigir esto. Hoy hay muchos presidentes de gobiernos con edades elevadas, miremos a Estados Unidos. Pero la sociedad gallega necesita a gente con más impulso. Dicho esto, yo estoy para ayudar, para dar algún que otro consejo y seguir analizando cuestiones en las que nos falta aportar un poquito de luz.

"Necesitamos empresas más grandes y con más tecnología"

¿Cómo ve la salud de la economía gallega?
Las perspectivas son positivas. Galicia tiene dos de los grandes elementos que en el futuro se van a demandar: el viento y el agua. Tenemos que convertirlo en una capacidad seductora para captar capitales, empresas y personas. Debemos desarrollar un marketing territorial. Si la energía va a estar en función del viento y el agua, es lo que tenemos. Si a nivel mundial necesitamos cubrir un déficit de alimentación, tenemos recursos naturales para desarrollar industrias alimentarias. Y si queremos ser más saludables, podemos convertir esos recursos en productos alimentarios medicalizados. En último lugar, debemos internacionalizarnos. Estamos muy bien colocados en el mundo, pues estamos en el Atlántico, en el eje Estados Unidos-Europa, en el eje Europa-África o en el oblicuo Europa-América Latina.

Y nuestras empresas...
La economía va bien, pero necesitamos aumentar el tamaño de nuestras empresas y que incorporen más tecnología. Tenemos un mundo de microempresas que deben pasar a ser medianas, pasar de dos trabajadores a tener más de 50. Y precisamos más innovación y desarrollo para no depender de los inventos que hacen otros. Esto nos permitirá avanzar mucho más rápido y ganar la partida a otras comunidades autónomas.

En esa internacionalización, los puertos deberían jugar un papel fundamental....
Un dato que prueba la trascendencia de los puertos: más del 80% del comercio internacional se efectúa por vía marítima. España es una isla económica. Debemos tener en consideración que los puertos son una base para el desarrollo, pero eso significa que precisamos diques, dragado para que vengan barcos grandes e interoperatividad con otros modos de transporte. En este caso, con el ferrocarril y con las vías de comunicación. Si fuera todo así, y es lo que se está buscando, podríamos ser un punto de vanguardia para la economía y al mismo tiempo convertirnos en un ‘hub’, esto es, en un centro de distribución. Por otra parte, echo en falta y también en cara que tengamos empresas gallegas muy importantes que no exportan por los puertos gallegos, sino a través de Bilbao, Algeciras o Leixões.

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