Manuel Azaña: diez frases para bien y para mal

Este martes se cumplen 75 años de la muerte del último presidente de la II República

Este martes se cumplen 75 años de la muerte de Manuel Azaña, último presidente de la II República Española. El político alcalaíno falleció a los 60 años en su exilio francés en Montauban (unos 50 kilómetros al norte de Toulouse), tras cruzar la frontera definitivamente el 5 de febrero de 1939 y dimitir de su máxima responsabilidad el 27 de febrero.

Ya en vida Azaña despertaba filias y fobias, pero casi nunca indiferencia. Sus partidarios le ensalzaban por sus convicciones republicanas y por su gran oratoria, mientras que sus detractores le denostaban por su anticlericalismo y por su sectarismo, apodándole El Verrugas (tenías varias grandes verrugas en la cara) y El Monstruo.

Su derrota en la Guerra Civil supuso que durante los siguientes 40 años de dictadura franquista su figura fuera literalmente demonizada por el pensamiento de la época. Ya en democracia, en 1980, con el centenario de su nacimiento, y en 1990, con el cincuentenario de su muerte, surgieron otras voces que buscaban rehabilitarlo.

Son muchos, no solo en el espectro ideológico de la derecha, quienes critican la escasa habilidad política de esta figura clave en la II República, bien señalándole como uno de los responsables de que se llegara a la Guerra Civil, bien apuntando que la República se le fue de las manos al no saber controlar a las diversas fuerzas políticas, algunas de ellas extremistas, que acabaron por propiciar la caída del régimen.

Ante la quema de conventos de mayo de 1931 y el incremento de la violencia social y política muchos le acusan de una actitud pasiva. También es criticado por la maniobra que le alzó como presidente de la República, aprovechando un subterfugio legal en lo que su predecesor en el cargo, Niceto Alcalá-Zamora, calificó en sus memorias como un "golpe de Estado parlamentario". Este subterfugio se basó en un artículo de la Constitución que estipulaba que a la segunda vez que el Presidente disolviera las Cortes estas podían enjuiciar su actuación y destituirle: quienes querían defenestrarle contaron como una de ellas la disolución de las Cortes Constituyentes.

Azaña fue el primer presidente de Gobierno de la República y a la vez su primer ministro de Guerra (1931-1933). Un año antes de llegar al poder, participó en el Pacto de San Sebastián del 17 de agosto de 1930, una reunión de los partidos republicanos de la época en la que se preparó la estrategia para poner fin a la monarquía de Alfonso XIII y proclamar la II República.

A este pacto se sumaron en octubre el PSOE y la UGT, en Madrid. El partido y el sindicato socialista promovieron la organización de una huelga general y de una inserrucción militar para derrocar la Monarquía e instaurar la República.

Para este fin se creó un comité revolucionario del que formaban parte, junto con Azaña, otras de las personalidades políticas que desempeñarían un papel protagonista en la República: el propio Alcalá-Zamora, Miguel Maura, Diego Martínez Barrio, Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz, Santiago Casares Quiroga, Luis Nicolau d'Olwer y los socialistas Francisco Largo Cabellero, Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos.

La huelga general no llegó a declararse pero sí hubo un intento de golpe de Estado militar previsto para el 15 de diciembre de 1930, que fracasó porque los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández sublevaron la guarnición de Jaca tres días antes, el 12 de diciembre. Ambos fueron fusilados el domingo 14.

ORADOR Y ESCRITOR. Si en algo concita un consenso favorable la figura de Azaña, es en sus cualidades como orador y escritor. De verbo fuerte y dicción clara, uno de sus dicursos más recordados es el llamado 'de las tres pés' (Paz, Piedad y Perdón), que pronunció el 18 de julio de 1938 en el Ayuntamiento de Barcelona.

Como escritor fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura en 1926 por su biografía Vida de don Juan Valera. Entre sus obras, principalmente diarios, cartas, discursos, novelas y ensayos, destacan otros títulos como El jardín de los frailes (que recoge su experiencia en el colegio de los agustinos de El Escorial), La invención del Quijote y otros ensayos y La velada en Benicarló (una reflexión sobre la guerra civil), además de sus diarios completos (en los que no deja títere con cabeza) y sus discursos completos.

A continuación te dejamos 10 de las frases más célebres, para bien o para mal, dichas o escritas por Manuel Azaña, o atribuidas a él:

1. No quiero ser presidente de una República de asesinos.

2. Si los españoles habláramos sólo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar.

3. La guerra está perdida; pero si por milagro la ganáramos, en el primer barco que saliera de España tendríamos que salir los republicanos, si nos dejaban.

4. Os permito, tolero, admito, que no os importe la República, pero no que no os importe España. El sentido de la Patria no es un mito.

5. La libertad no hace ni más ni menos felices a los hombres; los hace, sencillamente, hombres.

6. Política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta. (Sobre la política republicana de izquierdas).

7. Tengo de mi raza el ascetismo y del diablo la soberbia.

8. Ni todos los conventos de Madrid valen la vida de un republicano.

9. En España la mejor manera de guardar un secreto es escribir un libro.

10. España ha dejado de ser católica.

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